Polémica con el castro-chavismo y sus repetidores “trotskistas”
El
proceso revolucionario en Libia dividió aguas en la izquierda mundial
desde su inicio. El hecho de producirse un levantamiento popular –el
cual rápidamente tomó las armas y originó una guerra civil- en contra de
un líder político, Muammar Gadafi, al que la mayoría de la izquierda
caracterizaba de “antiimperialista”, colocó la discusión sobre si lo que
sucedía en Libia era o no un proceso distinto al que se daba en el
resto de la región; concretamente, si estábamos delante de una
revolución o de una contrarrevolución. Esta polémica cobró más fuerza
aún frente a la enorme contradicción que representó la intervención
militar imperialista de la OTAN, que actuó en contra de Gadafi por
dentro del mismo campo militar de los rebeldes armados.
La
corriente castro-chavista, que tiene un peso importante dentro de la
izquierda internacional, desde el principio y hasta ahora, se colocó
incondicionalmente al lado del dictador Gadafi y en contra de las masas
insurrectas. Para este sector, el caso libio era completamente opuesto a
los de Túnez o Egipto. El levantamiento popular armado en Libia no
pasaba de una macabra “conspiración imperialista” que pretendía derrocar
a un incontestable “luchador antiimperialista”, cuyo único pecado
habría sido defender siempre la soberanía y las riquezas de su país de
las garras de las multinacionales. La comprobación más cabal de esta
conspiración, a la que todo revolucionario debía oponerse y denunciar,
fue la entrada en escena de la OTAN. Por ende, la caída de Trípoli y la
posterior muerte de Gadafi, para Hugo Chávez y para los Castro, no
podían sino significar una enorme victoria del imperialismo, de sus
agentes directos del Consejo Nacional de Transición (CNT), en fin, de la
contrarrevolución y de sus mercenarios pagados, los “rebeldes” (así,
entre comillas), aquellos que asesinaron sin piedad ni “respeto a la
vida” al que estos exponentes del “socialismo del siglo XXI” ahora
lloran como “un gran luchador, un revolucionario y un mártir”.
Pero
el tema no acaba por ahí. La polémica es tan profunda que se instaló
incluso en las filas del trotskismo. En este sentido, destacamos el
debate abierto con el PTS argentino que, sin reivindicar abiertamente al
régimen de Gadafi, acaba por otro camino y con su acostumbrado sistema
de frases “ortodoxas”, en la misma posición del castro-chavismo. Ellos
afirman que en Libia quien triunfó fue el imperialismo –el cual, desde
que intervino, cambió el carácter del proceso de progresivo a regresivo
con su sólo aparición- y que las masas armadas organizadas en milicias,
al derrocar a Gadafi, no estaban haciendo ninguna revolución sino
actuando como “tropas terrestres de la OTAN” o “soldados del
imperialismo” totalmente centralizadas al CNT e instaurando “un gobierno
aún más proimperialista que el de Gadafi”. Sólo les faltó sostener, por
faltarles la coherencia que sí tienen los castro-chavistas, que en la
guerra civil debimos haber estado militarmente con Gadafi, una especie
de mal menor que estaba siendo atacado nada menos que por la “infantería
de la OTAN”.
Desde
la LIT, por el contrario, sostuvimos desde el comienzo que en Libia se
estaba dando una revolución popular y antiimperialista, pues enfrentaba a
la dictadura sanguinaria de Gadafi, uno de los principales agentes del
imperialismo en la región. Coherentemente con esta caracterización de
dónde estaba la revolución y dónde la contrarrevolución, nos colocamos
al lado de las masas libias y saludamos como una tremenda conquista
democrática la destrucción del régimen gadafista y el ajusticiamiento
del dictador a manos de las milicias populares. Con la misma fuerza,
también desde el primer momento, denunciamos a la intervención
imperialista de la OTAN como contrarrevolucionaria. Levantando la
consigna “No a la OTAN, Fuera Gadafi”, explicamos que la contradicción
expresada en que la intervención imperialista se haya ubicado durante la
guerra civil en el mismo campo militar de las masas armadas y en contra
de su agente, Gadafi, se debía a la dificultad política que tiene
actualmente el imperialismo para invadir de forma directa con sus tropas
y a que se vio obligado a intervenir por dentro de un levantamiento
armado para disputarlo y derrotarlo, tarea primordial que Gadafi
demostró ser incapaz de cumplir, convirtiéndose así en un elemento
descartable.
Nueve
meses después de abierto el proceso revolucionario y a casi dos de la
muerte de Gadafi, sostenemos que esa situación no se cerró. Libia
continúa siendo uno de los picos más altos de las revoluciones en el
norte de África y Medio Oriente; continúa siendo uno de los puntos
álgidos de la lucha de clase a nivel mundial. Y el debate, así como el
escenario político, continúa. La polémica sigue en un nivel superior,
pues, incluso tratándose de un proceso abierto, los hechos comienzan a
confirmar o negar los distintos análisis, caracterizaciones y con sus
respectivas posiciones políticas. Nada más atinado, siendo fieles al
método marxista, que partir de los hechos de la realidad -que tiene la
terca costumbre de dirimir diferencias- para proseguir navegando en las
turbulentas y divididas aguas de esta discusión fundamental.
Un país devastado
La
Libia del tirano, a pesar de ser un país extremadamente rico en
recursos energéticos, estaba sumida en la miseria y el atraso.
Coloquemos algunas cifras. Libia posee las mayores reservas de petróleo
de África (44.000 millones de barriles), por delante de Nigeria (37.200
millones de barriles) y de Argelia (12.200). En 2009, fue uno de los 20
mayores productores del mundo, siendo el cuarto productor de petróleo en
África, después de Nigeria, Angola y Argelia. Por su producción de
crudo, Libia está en la novena posición entre los 12 miembros de la
Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP). A esto se
puede añadir que el crudo libio es particularmente apreciado, pues
contiene poco azufre y es fácil de refinar. El 80% de todo ese oro
negro se iba para Europa, principalmente a Italia y Francia. En este
sentido, son conocidas las grandes compañías presentes en suelo libio:
la italiana Eni, la francesa Total y los gigantes anglosajones British
Petroleum, Shell y ExxonMobil. Libia, además, cuenta con reservas de gas
natural estimadas en 1.500 millones de m3.
Frente
a nosotros tenemos pintado el típico cuadro de un país semicolonial. La
economía de Libia es tan dependiente del mercado mundial, donde casi
todo está destinado a la exportación de hidrocarburos, mientras importa
cerca del 90% de sus alimentos y de sus equipos industriales. El pequeño
país nada en riquezas, mientras un tercio del pueblo libio vive por
debajo de la línea de pobreza y existe un 30% de desempleo abierto. La
explicación la encontraremos en el saqueo sistemático que hacían -y que
ahora pretenden continuar haciendo- las empresas petroleras
imperialistas, de las cuales Gadafi se convirtió en dócil agente, en
especial a partir del inicio de este siglo.
Este
modelo extractivo se vio afectado con el inicio de los levantamientos
populares. Debido a la guerra civil, las exportaciones de hidrocarburos
están prácticamente suspendidas. Antes del estallido de la crisis, se
producían 1,8 millones de barriles de crudo diarios, de los cuales se
exportaban 1,3 millones. Sus reservas se estimaban en 44.000 millones de
barriles. Toda esta producción cayó a 400 mil barriles diarios,
provocando un descenso del 60% del PIB libio. Esto es una catástrofe, si
se toma en consideración que el petróleo representaba más del 95% de
las exportaciones y el 74% del presupuesto estatal. Es entendible la
desesperación del imperialismo norteamericano y europeo por acabar con
el proceso revolucionario y retomar la producción anterior a la guerra
civil. Sobre esto, los analistas burgueses más optimistas estiman -por
supuesto, basados en la hipótesis de que acabe el proceso
revolucionario- que sólo en 2013 se podrá recuperar el nivel de antes de
febrero de este año.
El
escenario económico es pésimo. La situación económica es caótica y
acentúa todas las contradicciones sociales, sobre todo si al marasmo
generado por la situación de guerra civil añadimos los efectos de la
crisis económica mundial en lo que respecta al desempleo y al aumento
del costo de los alimentos; elementos que, de hecho, estuvieron entre
las causas que detonaron el estallido popular iniciado en Bengazi.
Ninguna de las aspiraciones económico-sociales de las masas fueron
resueltas y ésta es la base material que continúa impulsando la lucha de
la clase trabajadora y el pueblo libio, una lucha que para derrocar a
Gadafi cobró 50 mil vidas humanas desde febrero y que, pese a las
contradicciones, cuenta con importantes condiciones para profundizarse.
El CNT se reestructura en medio de duras crisis
La
muerte de Gadafi abrió un nuevo momento en la revolución libia. La
desaparición del “enemigo común” coloca al rojo todas las
contradicciones de todos los sectores que enfrentaron militarmente al ex
dictador.
Tanto
para el castro-chavismo como para el PTS-FT, el CNT, como principal
agente del imperialismo, sería el indiscutido vencedor político-militar
de todo un proceso de signo contrarrevolucionario. De esta conclusión,
podemos deducir que ellos ahora deberían estar libando el dulce néctar
de su victoria en medio de un paseo. Sin embargo, la realidad está
confirmando otra cosa.
La
realidad está demostrando un proceso abierto y en disputa mortal en
donde, de un lado, tanto el imperialismo mundial como el CNT se juegan
con todo a liquidar el proceso revolucionario, cuya primera condición es
desarmar completamente a los cientos de milicias populares. Su táctica
central, como detallaremos más adelante, parece ser la de encauzar las
aspiraciones democráticas y la sed de cambios reales de las masas
utilizando un discurso democrático que incluye la promesa de una salida
electoral. En síntesis, la tarea central del imperialismo, a través del
CNT, es reconstruir urgentemente unas FF.AA. y un estado burgués sobre
el desmonte de la revolución, colocando ese nuevo estado al servicio de
retomar la succión de las riquezas del pueblo libio. Del otro lado están
las masas populares, que mantienen su moral altamente insuflada tras
sus tremendas conquistas democráticas, que desconfían del CNT y, lo más
importante, que continúan armadas y organizadas en milicias.
El
CNT, al contrario de lo que dice el castro-chavismo y sus variantes, es
consciente de que no tiene una correlación de fuerzas totalmente
favorable y da sus pasos como si estuviera atravesando un campo minado;
se mueve como elefante en una cristalería. Poco después de la caída de
Trípoli, a finales de agosto, anunció la conformación de un nuevo
gobierno interino con amplia representación de todas las regiones.
Debido a las crisis políticas, la lista de ministros se pospuso varias
veces y hasta el entonces primer ministro, Mahmud Yibril, amenazó con
dimitir. Los motivos de la demora los encontramos en los choques de
intereses entre los personeros del CNT, empresarios formados en el
exterior o ex ministros de Gadafi, y las direcciones políticas de las
milicias. Ciudades como Misrata, cuyas milicias ofrecieron una
resistencia feroz contra Gadafi, que en su momento lanzó contra aquella
ciudad más de 18 mil soldados, exigían tener más participación que otras
en el gabinete. Lo mismo ocurría con las milicias de Zintan. Yibril,
representante fiel del carácter reaccionario del CNT, se oponía alegando
que “la guerra y las luchas, no pueden ser una medida en la representación de un país” (El País, 30/11).
El
30 de octubre, como ejemplo de estas crisis, en Misrata se dieron
varias reuniones de rebeldes armados para discutir su relación con el
CNT asentado en Trípoli. En una reunión amplia decidieron continuar su
lucha por la "liberación total” e imponer su control sobre aquellos que
pretenden apropiarse de su revolución y de sus sacrificios. Una de las
propuestas fue marchar sobre la capital en contra del CNT. Fue así que
se realizó, el jueves 17 de noviembre por la noche en Trípoli, una
manifestación de miles de combatientes armados con fusiles automáticos y
acompañados por camionetas equipadas con morteros y ametralladoras
pesadas, diciendo que eran ellos los que debían aprobar el nuevo
gobierno. Imaginemos tal escena. Poco antes de esa manifestación armada,
un grupo de 30 comandantes de milicias se reunieron para planear un
frente común que consolide su influencia política. Hasta el momento, la
cohesión entre las diferentes milicias no es algo asegurado y no han
formulado demandas específicas. Pero bien podrían convertirse en un
sector político que ejerza fuerte presión sobre el gobierno cipayo del
CNT. En una declaración, esos líderes milicianos advirtieron que "no toleraremos ni perdonaremos que ningún oportunista obstaculice nuestra revolución" (Associated Press, 18/11).
En
medio de toda esa crisis política, al mismo tiempo en que negaban
espacios de poder a las regiones más combativas, las autoridades del CNT
declaraban sus intenciones de instaurar los preceptos legales del
islamismo político. Mustafá Abdel Yalil, presidente del CNT, al momento
de declarar la “liberación del país” el pasado 23 de octubre en Bengazi,
anunció ante decenas de miles de personas que ninguna normativa podrá
contravenir la sharía, el cuerpo de derecho islámico, que según
sostuvo se convertirá en la fuente principal de la legislación del país.
Abdel Yalil fue más allá e, incluso, habló de instaurar un Estado
islámico donde “cualquier ley que contradiga la sharía será abolida”, donde se acabará con el derecho al divorcio pues "las leyes sobre el matrimonio deben ser rechazadas porque limitan la poligamia y limitan la ley islámica".
El
titular del CNT, sin embargo, matizó sus anuncios hablando de respeto a
los derechos humanos y a los derechos de las mujeres. Nos parece
improbable que la intención real del CNT, compuesto por liberales
laicos, sea instaurar un estado teocrático, al estilo Irán. A lo sumo,
según parece, podrán avanzar en el sentido de un islamismo moderado. La
apelación al islamismo, en este caso, más bien tiene que ver con
intentos de ganar popularidad y mayor aceptación política popular en un
país donde el 97% de la población profesa la religión islámica.
Finalmente,
el 22 de noviembre, el CNT nombró y anunció a un nuevo gabinete,
producto de una política que pretende aliviar las rivalidades entre las
fracciones regionales. Con 26 votos de los 51 miembros actuales del CNT,
fue designado como nuevo primer ministro el empresario y profesor
Abdelrahim Elkib, el cual posee estrechos vínculos con empresas y
universidades estadounidenses y era un alto ejecutivo del sector
petrolero de los Emiratos Árabes Unidos. Yibril, corroído por el
desgaste, tuvo que renunciar poco antes del nombramiento de Elkib, que
es otro agente del imperialismo sólo que menos quemado.
La
nueva conformación del CNT evidencia un cambio de táctica en relación a
las milicias. Esta instancia está demostrando intenciones de debilitar
la acción de aquellas milicias conflictivas a través de la cooptación de
sus líderes en el nuevo gabinete. El nuevo primer ministro declaró al
revelar su gabinete que "toda Libia está representada". Elkib agregó, "es difícil decir que algún área no esté representada" (Terra Noticias, 22/11).
En
efecto, la nueva composición del CNT incluye como ministro de Defensa a
Osama Al-Juwali, comandante del consejo militar en la ciudad de Zintan,
una de las ciudades más combativas en la guerra civil, situada en las
montañas de Nafusa, al oeste de Libia. Juwali, que estaba entre los más
críticos al gobierno interino, se quedó con el cargo después de que sus
tropas capturaron a Saif al-Islam, el hijo de Gadafi, unas semanas
atrás. El cargo de ministro del interior, lo asumió Fawzy
Abdel Aal, un ex líder de las milicias de Misrata. El cargo de ministro
de Relaciones Exteriores recayó en Ashour Bin Hayal, un diplomático
poco conocido originario de Derna, en el este del país, también una
de las ciudades que más sufrió la represión de la dictadura gadafista.
Hassan Ziglam, un antiguo ejecutivo de la industria del petróleo, está
al frente de Hacienda. Finalmente, Abdulrahman Ben Yeza, ex ejecutivo de
la gigante petrolera italiana ENI, asumió el Ministerio de Petróleo.
La
nueva conformación del CNT mantiene y refuerza el carácter
burgués-contrarrevolucionario de este organismo. La incorporación de
algunos líderes de las milicias más combativas y opositoras al gobierno
interino es claramente parte de un plan más amplio para dividirlas y
liquidarlas. Pero esto aún está por verse.
De
esta forma, el CNT pretende avanzar en sus planes de aplacar el ímpetu
revolucionario existente a través de unas elecciones constituyentes,
controladas por ellos, que están anunciadas para mediados del 2012. El
Parlamento surgido de esas elecciones, en teoría, debería redactar una
Constitución y someterla a referéndum popular. Finalmente, el último
paso anunciado sería convocar en 18 o 20 meses comicios presidenciales.
Ese es el plan; la lucha de clases dará la última palabra.
Desarmar a las milicias...
Este
es el punto cardinal de la revolución libia. En estos momentos, podemos
afirmar que la única garantía de continuidad que tiene el proceso
revolucionario es que amplios sectores de masas se mantengan organizados
en milicias armadas. Actualmente siguen existiendo cientos de milicias
populares que derrotaron a las fuerzas gadafistas y que están en
posesión de todo tipo de armas. Estas milicias, con toda razón,
desconfían del CNT y se resisten, en mayor o menor grado, a entregar sus
armas y centralizarse al gobierno provisorio.
Sabido
es que el armamento de la clase trabajadora y de los sectores populares
es incompatible con el sistema capitalista. La condición básica de un
Estado burgués es detentar el monopolio de las armas. Por esta razón,
para el imperialismo, Israel, las burguesías árabes, el CNT, en fin,
para todos los enemigo de las revoluciones que se están dando en aquella
región, es tarea de primer orden el acabar con las milicias. Es una
condición básica para poder reconstruir un estado burgués en Libia. Tal
es la estrategia que determina las distintas tácticas políticas del CNT
en este sentido.
Poco
después de la caída de Trípoli, el CNT se refería al desarme de las
milicias en tono agresivo, aplicando una táctica de solución expeditiva.
El anterior ministro del interior, Ahmad Darrat, anunciaba a fines de
agosto: "Vamos a poner a todas las milicias bajo el mando militar y a recoger todas las armas en manos de la población" (Terra
Noticias, 30/08). La intención expresa era exigir que todo el mundo
entregue las armas e incorporar, a algunas milicias, en la nueva
policía. Pero el tiempo y los conflictos de todo tipo con las milicias
acabaron por demostrar a los líderes del CNT que estaban muy lejos de
tener la autoridad para centralizar al pueblo armado. Entonces,
cambiaron de táctica, bajaron los decibeles del discurso. Buscaron
nuevas formas para un mismo objetivo.
Más acorde con la correlación de fuerzas, el nuevo primer ministro Elkib declaró recientemente que “desarmar a los ex rebeldes libios podría tomar meses y además no se les quitarán las armas por la fuerza”. Prosiguió sosteniendo: “No obligaremos a la gente a tomar decisiones y acciones apresuradas ni promulgaremos leyes que les impidan guardar armas”. Insistió en que
“no es una cuestión de decirles ‘Vale, sólo danos tu pistola y vete a
casa’, esa no es la forma en que tenemos de hacer las cosas”. En cambio, prometió que el gobierno ofrecerá alternativas a los ex combatientes, como instrucción y empleos. “Trataremos
todos los asuntos, los evaluaremos y generaremos programas para
hacernos cargo de ellos y hacerles sentirse importantes”, afirmó. En
un tono mucho más paciente y diplomático finalizó reafirmando su
confianza en que el calendario de transición del CNT llegue a buen
puerto: “Esperemos que antes de que concluyan los ocho meses podamos
hacer que esos combatientes depongan las armas y vuelvan a sus
actividades” (Associated Press, 4/11)
Por esta senda, el CNT ha anunciado la creación de un Comité Supremo de Seguridad en
Trípoli, que tiene como jefe a Ali Tarhouni, ex ministro de petróleo.
El gobierno declaró que la finalidad de este órgano sería,
supuestamente, garantizar asuntos de seguridad en la capital. En verdad
es una instancia concebida para desmovilizar a las milicias.
Para
conformar e intentar dar legitimidad a este organismo, el CNT se valió
de traiciones como la del propio presidente del Consejo Militar de
Trípoli, Abdel Hakim Belhaj, prestigiado ex líder del Grupo de Combate
Islámico de Libia. Belhaj, el mismo que fuera torturado por 7 años en la
prisión de Abu Salim mediante el acuerdo que tenía Gadafi con la CIA y
el MI6, ahora es un defensor de desarmar a las milicias y construir un
ejército centralizado al CNT. Es así que Belhaj se comprometió
públicamente a disolver rápidamente sus milicias en Trípoli y aceptó ser
parte de los 21 miembros del Comité Supremo de Seguridad, al punto de
anunciar su conformación junto a Tarhouni. Recientemente declaró que el
ejército daría a los “paramilitares” a elegir entre “incorporarse al Ministerio de Defensa o a la policía, o entregar las armas y volver a la vida civil” (New York Times, 23/11).
...una tarea difícil
Sin
embargo, a pesar de los reacomodos retóricos tácticos y las traiciones
de algunos comandantes, la realidad está demostrando que la tarea de
desarmar a las milicias populares no es ni será tarea fácil. Si bien el
CNT está consiguiendo cooptar a algunos comandantes milicianos, la base
de las milicias demuestran una desconfianza importante en el gobierno
interino.
En el mismo sentido, el New York Times
informó sobre la aparición del “Nuevo Ejército Nacional Libio”,
conformado a partir de algunas milicias que fueron incorporadas. Este
“nuevo ejército”, sería un paso adelante que da el CNT en el sentido de
su cometido. Sin embargo, este es tan débil que el propio general Abdul
Majid Fakih, responsable del mismo y ex instructor de la academia
militar gadafista, consultado ante el hecho de que sus tropas fuman o
atienden celulares mientras desfilan, afirmó: “Todavía no tenemos militares buenos, realmente buenos...apenas estamos comenzando a construir el ejército”.
Y el general tiene razón, pues cuando este “nuevo ejército” va a lidiar
en los conflictos armados que se dan entre milicias pocas veces sale
bien parado. El 15 de noviembre, cuando fueron a Zawiyah (ciudad famosa
por su resistencia tenaz a Gadafi), según la misma fuente, las milicias
mataron a 13 soldados regulares, rompieron su promesa de entregar las
armas e instalaron una barrera en la principal ruta al oeste de la base
del ejército. Los milicianos dijeron que no iban a salir de ahí. Ali Dow
Mohammed, jefe de las milicias de Zawijah, dijo en aquel checkpoint: “El consejo de Zawijah va decidir qué haremos con nuestras armas”. Mientras eso ocurría, los soldados del flamante ejército se dedicaban a pintar los muros de su base en color blanco.
Una
muestra contundente del terreno fangoso en el que se mueve el CNT es el
accionar de las milicias de Zintan, contradictoriamente, la localidad
de donde proviene el nuevo ministro de defensa. Pese a la cooptación de
un alto jefe de las milicias, el pueblo sigue organizado, armado y
controlando rutas y puntos estratégicos en varias ciudades. El 4 de
diciembre se dio un enfrentamiento entre milicias provenientes de esa
ciudad y lo que se describe como nuevas tropas regulares en Janzour, una
localidad situada a unos 17 km al oeste de la capital. El
enfrentamiento dejó un oficial regular muerto. Un capitán de lo que se
pretende sea el nuevo ejército oficial, Hakim al Agouri, comandante del
ejército en Al Maya, frente a todo esto, concluyó que “no podemos mandar a las milicias que entreguen sus armas...existe gente que no va a entregar las armas” (New York Times, 23/11)
Veamos
otro caso más elocuente. El general Jalifa Hafta, nombrado el pasado 18
de noviembre jefe del Estado Mayor de las nuevas FF.AA. libias, fue
tiroteado dos veces en la localidad de Kasr Ben Ghechir por milicias de
Zintan, en un atentado que dejó cuatro personas muertas y del cual el
alto jefe salió ileso. Pero la tensión se agravó al punto de que
aproximadamente unos tres mil rebeldes fuertemente armados, procedentes
de la misma localidad, reforzaron sus posiciones en el aeropuerto de
Trípoli -que controlan desde la toma de la capital- y cerraron las
carreteras de acceso al mismo a lo largo de unos 10 kilómetros. Esto
produjo enfrentamientos con el presunto nuevo ejército regular que dejó
un muerto (EFE, 10/12). Frente a la acusación de haber atentado contra
la vida del general Hafta, el portavoz de los revolucionarios de Zintan,
Khalid el-Zintani, dijo: “¿Qué esperan que hagan los combatientes,
cuando un convoy de militares fuertemente armados trata de pasar puestos
de control [en la dirección del aeropuerto] sin previo aviso?”. Consultado, según reproduce el The Tripoli Post,
sobre el “Ejército Nacional”, el-Zentani dijo que el ejército está muy
mal organizado para que ellos se sometan a su autoridad: “Hasta
ahora, no sabemos nada sobre el ejército nacional de Libia. ¿Quién está a
cargo, donde están las bases militares, cuál es su cadena de mando? (…)
sobre el terreno, el llamado ejército nacional no es nada todavía” (Libia Libre, 11/12).
Otro
grupo de milicianos, también originario de Zintan, lanzó un ataque en
la localidad de Echguiga, cerca de la ciudad de Mezda, con el objetivo
declarado de expulsar a posibles ex personeros o simpatizantes del
régimen de Gadafi. El hecho coincide con las declaraciones de Mustafa
Abdel Yalil afirmando que el nuevo gobierno está dispuesto a “perdonar” a
todos los partidarios de Gadafi: "Libia está dispuesta a aceptar a cada uno", dijo el presidente del CNT al inaugurar una Conferencia sobre la Reconciliación Nacional realizada en Trípoli. "Somos capaces de perdonar a nuestros hermanos que combatían en el lado de Gadafi, entenderlos y mostrar tolerancia", sentenciando categóricamente que “somos capaces de perdonar y tolerar”. Este llamado a la impunidad fue secundado por Elkib: "No
se puede construir un nuevo futuro a base de venganza. La
reconciliación de todas las partes es una condición imprescindible para
crear un país democrático y constitucional" (RT en Español, 12/12).
¿Será que las bases de las milicias que lucharon contra Gadafi y su
régimen estarán dispuestas perdonar a sus verdugos de siempre?
La
realidad es que existe un pueblo que está armado, que aprendió a usar
esas armas, que tomó conciencia de su poder y que no va a deshacerse de
ellas tan fácilmente. Estamos delante de un proceso en curso, de un
proceso abierto que augura un largo periodo de enfrentamientos, de idas y
venidas, de avances y retrocesos tanto para la revolución como para la
contrarrevolución. El CNT puede dar pasos en el sentido del desarme,
pero está por verse si conseguirá este cometido antes de que las masas
pierdan la paciencia y se vuelquen contra ellos. De entrada, resulta
atinado colocar la duda sobre si podrán acabar con las milicias, aún más
en perentorios ocho meses, como está establecido en su calendario
electoral. Yalil, apremiado por la situación, tuvo que salir a decir que
pretende restablecer mínimamente la policía y los guardias fronterizos
en unos 100 días. Sin embargo, el general Hafta, después de salvar la
vida, sufrió un ataque de sinceridad y admitió que la cosa está más
difícil y que pasarían tres a cinco años antes de que Libia pueda contar
con un ejército “lo suficientemente fuerte” para ser digno de tal
nombre. Ni uno ni otro pudieron responder sobre el tamaño de las fuerzas
armadas que pretenden formar (Associated Press, 12/12).
El
problema del CNT es que, en verdad, no tiene la autoridad política
necesaria para encarar el desmonte de las milicias en un tiempo
relativamente corto. Las masas desconfían del CNT y, al hacer su
experiencia, apostamos a que el pueblo explotado de Libia termine por
concluir que ese órgano es una cueva de bandidos, de empresarios
petroleros y ex personeros del régimen cuyo líder lincharon ante los
ojos del mundo.
¿Con la revolución o con la contrarrevolución?
Colocados
los principales hechos, apuntemos algunas reflexiones sobre la polémica
con el castro-chavismo y con aquellos que, sin la boina pero con el
mismo palabrerío, reproducen sus posiciones en nombre del trotskismo. La
realidad demuestra que el pueblo libio, armas en mano, obtuvo una
primera y fundamental victoria democrática al destruir el régimen
dictatorial al punto de liquidar físicamente a Gadafi. La fuerza de las
masas acabó con las FF.AA burguesas y, con ellas, con el pilar del
estado burgués libio. Si el castro-chavismo y sus voceros, que afirman
que todo se trata de una victoria del imperialismo nos deben explicar
cómo el imperialismo puede triunfar ahí donde las masas están armadas y
destruyeron un estado capitalista, ahí donde la clase capitalista y
pro-imperialista perdió el monopolio de las armas.
En
medio de los hechos, resulta difícil no detenerse en aquella
caracterización del castro-chavismo o del PTS-FT que sostiene que las
milicias del pueblo pobre de Libia son mercenarios pagados o
directamente “tropas terrestres” que actúan como “infantería de la OTAN”
y que están completamente “centralizadas” al CNT. Al calor de la
realidad, esta afirmación, que desprecia profundamente la acción de las
masas y pretende anular la tremenda conquista democrática del pueblo
libio para reivindicar o, como mínimo, embellecer a Gadafi, está
caminando de lo sorprendente a lo ridículo.
Sin
entrar a tallar en lo extraño que resultaría que unas supuestas tropas
imperialistas hayan optado por linchar a Gadafi en plena calle, un
método típico de las revoluciones populares cuyo ejemplo sólo insufló el
fervor revolucionario de toda la región contra sus dictadores, sobre
todo en Siria, pensamos que vale la pena reflexionar sobre:
a)
Si las milicias fuesen la “infantería de la OTAN” y estuviese
completamente disciplinadas al CNT ¿Por qué desde la OTAN, sus supuestos
comandantes militares, nunca les proporcionaron armas y equipamientos
avanzados? La OTAN, que sepamos, posee mejores arsenales que los
vetustos AK-47 con los que hasta ahora vemos a sus supuestas “tropas
terrestres”;
b)
¿Por qué la OTAN se retiró a finales de octubre, cuando lo ideal y
completamente lógico hubiese sido que entrasen con todo en un país
copado y controlado por sus “tropas terrestres”? ¿Cómo explican que
hasta el CNT anda suplicando a la ONU, “para administrar el país”, que
se descongelen los más de 150 mil millones de activos que tiene el país
en el exterior (de los cuales sólo liberó 18), negados con el argumento
que el gobierno no está “lo suficientemente unido y cohesionado como
para confiarle el dinero”? ¿Acaso no confían en los comandantes de sus
propias “tropas terrestres”?;
c)
¿Cómo es posible que la infantería de un órgano imperialista como la
OTAN, comandado por los EUA, pueda estar en estado de cuestionamiento
permanente contra sus supuestos comandantes del CNT, al punto de
asesinar o intentar asesinar al jefe de su Estado Mayor? ¿Qué clase de
infantería es esa que hace manifestaciones callejeras y dice
públicamente que desconoce la autoridad militar de sus supuestos
superiores?;
d)
Aún más básico e importante ¿Cómo explican el afán, declarado
explícitamente y que está en el centro de la situación política libia,
que tiene el CNT y el imperialismo de desarmar a las milicias? ¿Por qué
el CNT y todo el imperialismo querrían desarmar a su propia infantería?
¿Súbitamente se han vuelto suicidas?
Las
contradicciones del PTS-FT son de hierro. El problema es gravísimo pues
una condición básica para una organización que se dice revolucionaria
es identificar con precisión dónde está la revolución y dónde la
contrarrevolución; sobre todo en una guerra civil, añadamos al paso. Y
la realidad confirma que las milicias populares armadas son parte de la
revolución, no de la contrarrevolución. Todo lo contrario a la tesis
castro-chavista que el PTS repite en su esencia: las milicias no sólo no
son “tropas terrestres” de la OTAN al mando del CNT sino que están
enfrentando a la contrarrevolución encarnada en el CNT.
Si
las milicias están enfrentadas al CNT, que son agentes del imperialismo
de la peor especie; si las milicias están resistiendo con todo lo que
tienen para no entregar las armas ¿De qué lado están el castro-chavismo y
el PTS-FT en ese enfrentamiento armado? ¿Del lado de las milicias o del
CNT? ¿Del lado de la revolución o de la contrarrevolución?
Es
fundamental tomar postura en una situación sin espacio para “ni-nis”.
Si ahora optan por apoyar a las milicias populares, lo cual sería muy
progresivo, entonces deben corregir su caracterización y, como mínimo,
autocriticarse. Si mantienen su caracterización -en verdad una calumnia-
de que las milicias populares son los “soldados del imperialismo”,
entonces deben ser coherentes hasta el final y apoyar con todo al CNT en
la tarea de desarmarla lo más rápido posible, pues no podría haber nada
tan progresivo como urgente que desarmar -y derrotar- a unas tropas del
imperialismo.
¡Las milicias deben mantener sus armas contra el CNT y el imperialismo!
Desde
la LIT nos oponemos categóricamente a la caracterización y la política
para Libia que defienden el castro-chavismo y su polea de transmisión
dentro del trotskismo, el PTS-FT. Apostamos a que se profundicen al
máximo las contradicciones que existen entre las aspiraciones
democráticas y económicas de las masas (que están conscientes de su
victoria) y los planes contrarrevolucionarios del CNT y del
imperialismo. El proyecto burgués y entreguista del CNT y el
agravamiento de la situación de hambre que padece el pueblo pobre de
Libia colocan la necesidad urgente de levantar un programa que apunte a
garantizar los derechos y las tareas democráticas, comenzando por la
liberación del país de la dominación imperialista, en la perspectiva de
un gobierno obrero y popular. Para luchar por esto, defendemos que las
milicias mantengan sus armas y su organización completamente
independiente del gobierno y del imperialismo.
El
CNT pretende desmontar la revolución a través de encauzar los anhelos
de cambio, haciendo promesas de las elecciones y de una asamblea
constituyente controlada desde arriba. Las milicias populares no pueden
depositar confianza en el CNT tan siquiera un minuto. Eso equivaldría al
fin de la revolución. Las milicias populares deben mantenerse armadas,
como única garantía para que la tremenda conquista de haber derrocado el
régimen de Gadafi no les sea robada. No sólo eso, al calor de la
revolución es de vida o muerte la centralización de las milicias armadas
bajo una dirección revolucionaria y socialista.
La
falta de una dirección marxista-revolucionaria es el centro del
problema en Libia y en el resto de las revoluciones que sacuden al norte
de África y Medio Oriente. Esta ausencia es un punto importantísimo a
favor de la contrarrevolución. Sin embargo, podemos ser optimistas en el
sentido que las movilizaciones, insurrecciones y situaciones de guerra
civil generan las condiciones favorables y abren mayores espacios para
el surgimiento, a través de una política y acción conscientes, de una
dirección revolucionaria.
Las
masas libias deben luchar por la concreción de una asamblea nacional
constituyente libre y soberana, que refunde el país sobre nuevas bases
económicas y sociales. Esto es central en un país que históricamente fue
sometido por el imperialismo a través de dictaduras sanguinarias. Es
central para garantizar la liberación del país del imperialismo, de sus
garras que siempre le han robado sus riquezas. Son fundamentales las
tareas en el sentido de conquistar la independencia nacional en Libia.
Ahora bien, para concretar este programa democrático es condición
indispensable derrocar al CNT. Mientras exista ese gobierno títere de
las multinacionales imperialistas no se puede pensar ni en libertades
democráticas reales ni en un mejoramiento de la calidad de vida de las
mayorías trabajadoras. En su lugar, las milicias deben luchar por
instaurar un gobierno de la clase trabajadora y el pueblo libio. El
sostén de este gobierno deben ser las milicias armadas y las
organizaciones de la clase que puedan estar surgiendo.
Sólo
un gobierno obrero y popular, que inicie la construcción del
socialismo, podrá: a) garantizar libertades democráticas, en el sentido
de que sea el pueblo libio quien realmente dirija sus destinos asentado
en nuevas instituciones populares; b) anular todos los contratos de
Gadafi, que el CNT quiere mantener con las grandes empresas de los
países imperialistas; c) nacionalizar el petróleo y todas las fuentes de
riqueza del país, colocándolas al servicio de satisfacer las
necesidades del pueblo y bajo control de la clase trabajadora
organizada; d) castigar a los responsables de todos los crímenes de lesa
humanidad cometidos durante la dictadura gadafista, que el CNT quiere
perdonar. Este gobierno de la clase trabajadora resulta imprescindible
para luchar en la perspectiva de una Federación de Repúblicas
Socialistas Árabes.
http://www.litci.org/artigos/747-libia/2958-idonde-esta-la-revolucion-y-donde-la-contrarrevolucion-en-libia
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