jueves, 2 de julio de 2009

Las movilizaciones jaquean la dictadura de los ayatolás

Edicion 27/6/2009



Josef Weil, de la revista Marxismo Vivo,

y Jeferson Choma, de la redacción de Opinião Socialista (PSTU)

En las últimas semanas, Irán ha sido sacudido por movilizaciones de masas debido a denuncias de fraudes electorales. La rebelión popular comenzó cuando, en las últimas elecciones presidenciales, la agencia iraní de noticias proclamó vencedor al actual presidente Mahmoud Ahmadinejad, con 63% de los votos, contra sólo 33% de su principal opositor, Mir-Hossein Moussavi. A pesar de enfrentar una dura represión, las movilizaciones pusieron en jaque al reaccionario régimen de la república teocrática, controlada por el clero chiita.

Irán se ve sacudido por una rebelión popular que exige libertades democráticas y es reprimida con gran brutalidad por el gobierno. Algunas escenas de la brutal represión recorrieron el mundo. Se estima que, al menos, 20 personas han muerto, como el caso más conocido de la joven Neda, asesinada brutalmente con un tiro en el pecho.


Un régimen reaccionario


Consolidado en base a una sangrienta represión (vea artículo a continuación), el régimen islámico incorporó la mayor parte de las fracciones burguesas existentes en el país. Bajo la dictadura de los ayatolás, la renta petrolera iraní [principal fuente de ingresos del país] fue la base para un amplio proceso de enriquecimiento y corrupción de distintas alas de la jerarquía religiosa, sus familiares y burgueses asociados al régimen. Algo semejante al proceso que ocurrió en otros países petroleros, como Arabia Saudita y Venezuela.

Uno de los hombres más ricos y poderosos de Irán es justamente el ayatolá "opositor" Allí Akbar Hashemi Rafsanyani, ex brazo derecho del líder de la revolución, el ayatolá Jomeini. Actualmente, Rafsanyani es líder de la Asamblea de los Especialistas, grupo de clérigos responsable por elegir, supervisar e incluso substituir el líder supremo del país.

La disputa por la renta petrolera es lo que explica las diferentes alas del régimen iraní y las transformaciones políticas de muchos de sus líderes. Sin embargo, con el pasar de los años, la batalla interna entre las fracciones burguesas de Irán fue aumentando. La crisis económica provocó todavía más la disputa entre las fracciones.

El descontento de masas, aunque prohibido de expresarse libremente (en partidos políticos, sindicatos y prensa libres), siguió manifestándose en forma distorsionada por dentro del régimen. Como todo el proceso político era concentrado dentro de las instituciones de la república islámica, aparecieron alas que buscaban dar algún margen de expresión que desahogase la presión interna.

Parte de ese proceso fue el periodo de las "reformas" del ex presidente Muhammad Jatamí, entre 1999 y 2005, cuando una parcela de la juventud estudiantil se movilizó para presionar por una "apertura" en el régimen. Jatamí era más propenso a reformas en el régimen, para protegerlo, dando algunas concesiones democráticas. Sin embargo, ninguna de las reformas fue implementada efectivamente. Por lo contrario, habían sido vetadas por los ayatolás y Jatamí acabó por aceptar el veto.

La evolución política de Rafsanyani también es un ejemplo de esa disputa entre las fracciones. Después de la revolución de 1979, él fue el primer presidente del Parlamento, desde 1980 a 1989. Fue justamente durante su mandato cuando la totalidad de partidos y organizaciones políticas, sindicatos, organizaciones feministas, etc., fueron perseguidos y sus miembros presos, torturados y ejecutados. Posteriormente presidió Irán por dos mandatos, hasta 1997.

Hoy, apoya una nueva aproximación del régimen con el imperialismo europeo y norteamericano. Durante la reciente campaña electoral, Rafsanyani respondió los ataques del actual presidente Ahmadinejad, que lo llamó "corrupto", y fue el articulador de la cadidatuyra opositora de Mir Hussein Moussavi.

En las elecciones de 2005, Ahmadinejad, ex alcade de Teherán, con una retórica populista, derrotó a Rafsanyani, que era apoyado por Jatamí. Ahmadinejad representa el sector más ligado al ayatolá Alí Jamenei, autoridad suprema religioso-política de Irán, y a los clérigos considerados "conservadores" que quieren negociar con el imperialismo en mejores condiciones. Las protestas actuales sólo evidenciaron todavía más esa división entre políticos tradicionales de la República islámica.


Un juego de barajas marcadas


Todo el proceso electoral es controlado por las instituciones islámicas que definen y autorizan quiénes van a poder presentarse o no como candidato. No se permiten las candidaturas independientes, de mujeres y, mucho menos, de izquierda. En realidad, las elecciones son un "juego de barajas marcadas", cuyas reglas y candidaturas son dictadas por el Consejo de los ayatolás. El resultado final es que sólo se participan y compiten los representantes de las más influyentes fracciones burguesas en disputa e integrantes de la jerarquía religiosa.

El candidato "opositor" Moussavi también es un hombre del régimen apoyado por dos ex presidentes (Rafsanyani y Jatamí). Moussavi fue primer ministro entre 1981 y 1989 y también persiguió miles de opositores. Ni en las elecciones ni en las manifestaciones, Moussavi y Rafsanyani hicieron algún tipo de oposición o critica a la dictadura de los ayatolás.

Y no podrían hacer algo diferente, pues ambos son parte orgánica del régimen teocrático y juran fidelidad a la el República islámica. Su diferencia es solamente con el gobierno. Por ello, tienen miedo que el régimen desmorone. Moussavi también era el candidato preferido por el imperialismo europeo, en particular de los gobiernos de Francia, Inglaterra e Italia.


La crisis económica y las elecciones


A pesar de que Moussavi hizo sólo algunas tímidas promesas democráticas, la juventud y los trabajadores urbanos, que buscan mayores libertades democráticas, utilizaron su candidatura para expresar su descontento con el régimen y con los efectos en Irán de la crisis económica.

La crisis y la consecuente caída abrupta del precio del petróleo sólo aumentaron una ya creciente insatisfacción. Los tiempos de crecimiento económico, gracias al alza de precios del petróleo sólo aplazaron los problemas en la economía y en el régimen. En ese periodo, Ahmadinejad siguió gobernando con mano de hierro y relativa calma. El presidente iraní incluso aplicó un plan económico neoliberal que privatizó un 80% de las empresas estatales (como los bancos, astilleros y líneas aéreas) y acabó generando una inflación de 34% anual. Actualmente, el desempleo alcanza a 12.000.000 de iraníes. Y un 25% de la población vive abajo de la línea de la pobreza, según el ministro iraní de Bienestar Social.

El descontento generado por la falta de libertad y la crisis económica fueron catalizados por las denuncias de fraudes en las elecciones. El fraude hizo que explotasen movilizaciones por libertades democráticas en las calles de Teherán. El propio Consejo de los Guardianes de la Revolución (defensores de Ahmadinejad) fue obligado a reconocer que hubo "algún tipo" de fraude.

Trabajadores urbanos, jóvenes y mujeres, que aspiran a libertades democráticas siempre negadas por el régimen teocrático, salieron las calles en rebelión contra la manipulación y el fraude. Se trata de un movimiento espontáneo de ciudadanos iraníes que Moussavi trata de dirigir. El movimiento viene enfrentando a las milicias armadas de los Basij, formadas por un lumpen-proletariado que defienden a balazos a la oligarquía teocrática.

Muchos discuten si el fraude podría, de hecho, alterar el resultado en pro de Ahmadinejad. El problema es que, en Irán, no existen libertades democráticas ni de organización libre de partidos. Todo el proceso es decidido por las instituciones de los ayatolás, es decir, la manipulación es una regla del juego.

Pero a pesar de la dura represión, los manifestantes ponen al régimen en jaque y amenazan a la dictadura de los ayatolás, independiente de los objetivos del grupo representado hoy por Moussavi.

En ese sentido, la revuelta iraní puede ser comparada la llamada "revolución naranja" en Ucrania capitalista. En 2004, el presidente ucraniano Leonid Kuchma, totalmente desacreditado, intentó perpetuarse en el poder con un proceso electoral fraudulento. Pero se lo impidieron las masas en las calles. Para garantizar la continuidad de la dominación burguesa, la dirección del proceso fue asumida por alguien salido del propio gobierno: Viktor Yuschenko, primer ministro, en 2001. Las masas impidieron el fraude y Yuschenko tomó posesión como presidente. Su gobierno abrió las puertas del país al imperialismo, frustrando la intención del pueblo que, dos años después volvió a la calle, enfrentando al gobierno y abriendo una nueva crisis política.


El papel del imperialismo


Ante las movilizaciones de masas contra el fraude, los gobiernos del imperialismo europeo se apresuraron en salir con una hipócrita defensa de la "democracia", denunciando la represión del gobierno iraní.

El tono más cauteloso de Barack Obama tiene que ver con su política de buscar una colaboración con Irán (incluso bajo la presidencia de Ahmadinejad) para resolver los conflictos que tiene en Irak y Afganistán. En cambio, los gobiernos de Europa, más próximos de Moussavi, se apresuraron a denunciar el fraude electoral. Posteriormente, Obama pasó a declarar que "era necesito respetar las libertades".

Pero mientras esos señores hablan de "libertad" para el pueblo iraní, sustentan dictaduras que reprimen a sangre y fuego a sus pueblos, como el gobierno de Egipto y la monarquía saudí. Esto, sin olvidar el apoyo del imperialismo al Estado nazi-sionista de Israel, que asesina impunemente a los palestinos. En realidad, el imperialismo busca aprovecharse de la insatisfacción para aparecer como referencia política para las masas, estimulando lideratos "más fiables".


La defensa de las libertades democráticas no puede quedar en las manos del imperialismo

Defendemos el derecho de los trabajadores de manifestarse por las libertades democráticas en Irán. El régimen teocrático de los ayatolás es una dictadura que reprime a los trabajadores, a las mujeres y a los opositores. Por ello, estamos del lado de las masas que exigen sus derechos democráticos, al mismo tiempo que denunciamos a su dirección política pro-imperialista representada por Moussavi.

Una parte significativa de la izquierda, particularmente la ligada a los partidos estalinistas, defienden el gobierno de Ahmadinejad, clasificando las protestas como una "conspiración de la CIA".

De esa forma, acaban defendiendo la sangrienta represión del gobierno iraní sobre las masas, alegando que reprime el pueblo para defenderse del imperialismo. Sin embargo, esos sectores de la izquierda acaban prestando una valiosa ayuda al imperialismo, pues echan en sus manos la bandera de la defensa de las libertades democráticas. Eso es todavía más nefasto cuando el imperialismo presenta un nuevo rostro para su dominación, el de Barack Obama, visto con más simpatía por sectores oprimidos de la población.

La bandera de las libertades democráticas debe estar en las manos de organizaciones de los trabajadores. Contra la dictadura de los ayatolás defendemos las más amplias libertades: libertad de prensa, elecciones libres, Asamblea Constituyente y laica, por el derecho a organizar sindicatos libres, y por el fin de todas las instituciones estatales teocráticas. Si los trabajadores y la izquierda mundial no abrazan la bandera de las libertades democráticas en Irán, serán sectores de la burguesía y del imperialismo quienes acaban ganando el respaldo de las masas. Para avanzar en esa lucha, hay que construir un partido obrero que ofrezca una alternativa de los trabajadores, independiente del régimen, de Moussavi y del imperialismo.

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