¡NO MÁS VIOLENCIA CONTRA LA MUJER !
¡ABAJO EL CAPITALISMO QUE LA PROVOCA !
El 25 de noviembre fue declarado Día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer en el 1er Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe celebrado en Bogotá (Colombia) en julio de 1981.
Se eligió ese día en honor a las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa), tres activistas políticas asesinadas el 25 de noviembre de 1960 a manos de la policía secreta del dictador Rafael Trujillo en la República Dominicana.
Con seguridad en este 25, saldrán comunicados de la ONU y de los diferentes gobiernos del mundo solidarizándose con las mujeres y manifestándose contra la violencia hacia ellas.
Pero nada dirán sobre los aspectos más profundos que están por detrás de esa violencia, comenzando por el hecho de que la mayoría de las 1.500 millones personas que viven con 1 dólar, o menos por día, son mujeres.
Nadie puede negar que la situación del conjunto de la clase obrera esta en niveles impresionantes de pobreza que se manifiestan incluso en los países imperialistas. Así vemos los 40 millones de pobres de EE.UU, los 17.466 millones de desocupados en la Unión Europea y países en guerra con miles de muertos y desplazados de sus tierras.
El imperialismo saquea los recursos naturales de América Latina, África, Asia, invade países como Irak, Afganistán, Haití y negocia con golpistas, como en Honduras. Al mismo tiempo en sus países recortan los derechos de los trabajadores y los derechos sociales del conjunto de clase obrera.
La crisis capitalista mundial no deja de “escupir” marginados a las calles de las grandes ciudades del mundo entre la que se encuentran con mayor proporción las mujeres y los niños que de ellas dependen.
La violencia doméstica
Cuando se habla de la violencia contra la mujer, lo primero que se denuncia es la violencia doméstica que, como muestran las estadísticas de diferentes países del mundo, día a día se multiplica.
Según un estudio del Banco Mundial, uno de cada cinco días laborables que pierden las mujeres por razones de salud es el resultado de problemas relacionados con la violencia doméstica. En Canadá, un informe revela que este tipo de violencia causa un gasto de unos US$1.600 millones anuales, incluyendo la atención médica de las víctimas. En Estados Unidos, diversos estudios determinaron pérdidas anuales de entre US$10.000 millones y US$67.000 millones por las mismas razones. En Europa, una de cada cuatro mujeres ha sido víctima de malos tratos y un 10% de agresiones sexuales En Chile, un estudio reciente reveló que casi el 60 por ciento de las mujeres que viven en pareja sufren algún tipo de violencia doméstica y más del 10 por ciento agresión física grave. En Colombia, más del 20 por ciento de las mujeres ha sido víctima de abuso físico, un 10 por ciento ha sufrido abuso sexual, y un 34 por ciento, abuso psicológico. En Ecuador, el 60 por ciento de las residentes en barrios pobres de Quito han sido golpeadas por sus parejas. En Argentina, el 37 por ciento de las mujeres golpeadas por sus esposos llevan 20 años o más soportando abusos de este tipo. En Nicaragua, el 32,8 por ciento de las mujeres entre los 16 y 49 años son víctimas de violencia física severa (golpes, lanzamiento de objetos, uso de instrumentos cortopunzantes, quemaduras, y empujones fuertes)[1]
En todo el mundo crecen las muertes de mujeres, en muchos casos precedidas por violaciones, en manos de sus parejas o ex parejas. Y después de cada uno de estos aberrantes casos, existe una generalizada responsabilizació n social a la víctima. “Qué habrá hecho la mujer para provocar eso…. Si se hubiera ido de la casa se habría podido evitar… Si hubiera elegido con más cuidado a su compañero….”
Lo que poco se menciona son las causas económicas y sociales que provocan la destrucción de las relaciones humanas ni la cultura machista generada por esta sociedad patriarcal, donde la violencia es signo de virilidad y donde el “no” de la mujer tiene muy poco valor.
La violencia laboral
No solo la violencia intrafamiliar golpea a la mujer. También la política de los gobiernos y los empresarios de someter a los trabajadores y en especial a las mujeres a extenuantes jornadas laborales, negándoles todo tipo de seguridad social, desconociendo las enfermedades profesionales adquiridas por cuenta de su labor y haciendo que trabajen en estas condiciones bajo el chantaje de los despidos. Son centenas de miles las mujeres que producto de esas jornadas laborales adquieren tendinitis, túnel carpiano y otras enfermedades que las dejan con las manos muertas. Prácticamente ha desaparecido de las legislaciones la pensión de invalidez. Y algunos puntos proteccionistas que aún existen, como la prohibición de despido durante el embarazo, son pasados por alto por las patronales, ante los ojos cerrados de la Justicia que, en el mejor de los casos solucionan el problema con el pago de una indemnización.
El sistema capitalista es el verdadero responsable.
El capitalismo se aprovecha de la opresión de la mujer, de la diferenciació n de roles impuestos por la sociedad patriarcal, para incrementar la explotación. Por eso no hay dudas sobre su responsabilidad en la violencia laboral. Pero también es el principal responsable de la violencia social y la doméstica.
Así como la progresiva destrucción de los servicios públicos, sobrecarga las tareas de la mujer trabajadora y pobre, reforzando las cadenas de la esclavitud doméstica, el desempleo masivo no sólo golpea las condiciones de vida de la familia obrera, sino que trae consigo el deterioro de las relaciones humanas. Se pierden las perspectivas de futuro y viene el escape del alcohol, de la droga. Todo eso redunda en una mayor violencia en la sociedad y en la familia obrera. Las mujeres y los niños son las principales víctimas. Los casos de mujeres golpeadas, de niños abusados, de mujeres violadas, se incrementarán con el crecimiento del desempleo. Aumentará también el acoso sexual en los trabajos, por el miedo de las mujeres de denunciarlo ante el peligro de perder la que probablemente es la única fuente de ingreso familiar.
Por el empeoramiento de las condiciones de vida, la falta de educación sexual y la dificultad de acceder a los métodos de contracepción, más mujeres trabajadoras y pobres se verán obligadas a recurrir a los abortos clandestinos (o a los brutales métodos de los abortos caseros) ante embarazos no deseados o ante la imposibilidad de dar una vida digna a sus hijos. Esta es una de las más terribles violencias que diariamente se ejerce sobre la mujer. Mientras tanto, las clínicas clandestinas, siguen ganado fortunas gracias a la legislación represiva que impide que el aborto se realice en los hospitales en forma gratuita y en las mejores condiciones médicas. Esas clínicas ya son el segundo gran negocio, después del narcotráfico, en gran parte de los países coloniales y semicoloniales. De esto es especialmente culpable la Iglesia católica que con su hipócrita política de "defender la vida" manda a millones de mujeres trabajadoras y pobres a la muerte o a la mutilación. Son igualmente responsables los gobiernos que primero destruyen, con sus planes, las condiciones de vida de la mujer trabajadora y después, capitulando a las presiones de la Iglesia y a los intereses de los dueños de las clínicas clandestinas, se niegan a la despenalizació n del aborto.
Las que más sufren esta terrible situación son la mujeres trabajadoras más pobres y marginalizadas, las negras, las inmigrantes, y entre ellas las más jóvenes. Todas ellas están totalmente relegadas y olvidadas, incluso por quienes dicen "gobernar para todos", como los Lula y Chávez o en países en donde hay mujeres encabezando los gobiernos, u ocupando puestos claves en ellos, como en Argentina, Chile y el EE.UU. de Obama y Hilary Clinton. Este último es un caso simbólico ya que los representantes de dos sectores oprimidos, un negro y una mujer, incrementan las guerras y la expansión de bases militares sobre todo en Latinoamérica con acuerdos, como los firmados en Colombia, donde los soldados yanquis tienen impunidad para todo, incluso la violación de mujeres.
No hay salida dentro del capitalismo
Si bien son importantes todas las acciones que se puedan hacer para enfrentar la violencia contra las mujeres, no podremos acabar definitivamente con ella, hasta tanto sobreviva este sistema perverso en donde unos pocos lucran con el trabajo y el sufrimiento de la mayoría de la población.
Las mujeres trabajadoras y pobres, las campesinas, las inmigrantes, las desocupadas, debemos encarar, con el conjunto de la clase obrera, la lucha por nuestros derechos. Debemos formar en nuestros sindicatos y barrios, comisiones especiales para investigar y denunciar el acoso e incluso grupos de autodefensa para protegernos de los ataques, debemos desarrollar actividades de concientizació n sobre estos problemas, debemos exigir al estado casas de acogida para las mujeres golpeadas y mejoras en la legislación laboral. Pero tenemos que ser conscientes de que eso no es suficiente. Debemos desarrollar al mismo tiempo el combate contra las raíces del mal. Es decir, la lucha por la destrucción de esta sociedad injusta y discriminatoria, para reemplazarla por otra solidaria e igualitaria, la sociedad socialista. Una sociedad donde no exista explotación ni opresión y en donde se puedan desarrollar, plenamente, relaciones verdaderamente humanas.
Secretaría Internacional de la Mujer
Liga Internacional de Trabajadores- IV Internacional
25 de noviembre de 2009
[1] Datos suministrados por RIMA (Red Informativa de la Mujer
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