Fue el pico más alto de un enfrentamiento que viene creciendo, junto con la represión del gobierno, Por ejemplo, el 5 de marzo pasado, tropas especiales de la policía israelí tiraron gases lacrimógenos y granadas de estruendo contra un grupo de árabes que también realizaban protestas, hirió a 50 de ellos, la mayoría ancianos, e incluso impidió su atención médica. Una semana después, cerró por varios días los pasos entre Jerusalén Oriental y el resto de la Cisjordania (territorio bajo la administración formal de la Administración Nacional Palestina – ANP) para evitar el crecimiento de las protestas.
Dos medidas del gobierno de Netanyahu han provocado la ira de los palestinos. La primera fue la construcción de una sinagoga en la llamada “explanada de las Mezquitas”, la región más tradicional y sagrada para los árabes en Jerusalén Oriental, que, además de poner en riesgo esas mezquitas, establece restricciones para el acceso de los árabes a las mismas.
La segunda es la continuidad de los asentamientos de colonos judíos y construcción de viviendas para ellos, tanto en los barrios árabes de Jerusalén como en sus alrededores, consolidando así el “cerco” que aísla cada vez más esta ciudad de la Cisjordania.
Estos sucesos representan un hecho nuevo. En los últimos años, los ataques israelíes, un verdadero genocidio y un cerco de hambre, y la respuesta del pueblo palestino se habían concentrado, mayoritariamente en la Franja de Gaza, ubicada en el occidente de Palestina sobre el mar Mediterráneo. Ahora, el centro de la lucha se ha trasladado a Jerusalén Oriental y Cisjordania, en el sector oriental. Cisjordania es controlada por el gobierno títere de la ANP, cuya “policía palestina” reprimía las protestas, como las que se produjeron contra el Muro de la Vergüenza construido por los gobiernos israelíes, o en apoyo a Gaza contra el genocidio perpetrado por Israel en finales de 2009.
A pesar de la crisis y el desgaste de la Administración Nacional Palestina, la estrategia del imperialismo sigue siendo la de los “dos estados”.
No es casual que esto suceda. Los hechos de Jerusalén muestran las consecuencias de la política de los “acuerdos de Oslo”, firmada en 1993 por el gobierno israelí y la dirección palestina de Al Fatah, encabezada por Yasser Arafat, respaldados por el gobierno del entonces presidente de EE.UU., Bill Clinton. A cambio del reconocimiento del Estado de Israel y del abandono de lucha contra él, Al Fatah recibió la formación de la ANP en la Franja de Gaza y en Cisjordania.
Supuestamente, se trataba de las bases de un “futuro estado palestino”, en el marco de la solución de los “dos estados” (uno judío y otro palestino) para la región. Un estado que, en caso de ser creado, hubiera tenido una imposibilidad económica y geográfica. Sin embargo, la ANP es, en realidad, una administración colonial con poderes muy limitados (similar a los "bantustanes" sudafricanos en la época del apartheid) y una profunda dependencia financiera de Israel y la ayuda externa.
A partir de su control de la ANP, Al Fatah dejó de ser la corriente que expresaba mayoritariamente la lucha del pueblo palestino contra Israel y su dirección y principales cuadros se transformaron en una corrupta burguesía que vive de la rapiña de los fondos de la ANP. Peor aún, se transformaron en agentes de Israel y el imperialismo y en sus cómplices en la represión al pueblo palestino, a través de la policía de la ANP. Por eso es totalmente correcto cuando se compara a la ANP con los judenrat (en alemán, “consejo judío”), las autoridades judías dentro de los guetos, creadas en 1941, que actuaban bajo las órdenes de las autoridades nazis.
Esta realidad provocó un profundo desgaste en la relación de Al Fatah con el pueblo palestino, expresado en su derrota frente al Hamas en las elecciones de la ANP, en 2006. Lo que posteriormente derivó en el enfrentamiento entre ambas organizaciones, un golpe de estado de Mahmud Abbas (presidente de la ANP y máximo dirigente de Fatah). El golpe fue derrotado en Gaza y las fuerzas de Abbas fueron expulsadas de ahí, pero le sirvió para mantener el control de Cisjordania. Por ese motivo, los continuos ataques de Israel a la Franja de Gaza, para desalojar a Hamas, algo que no ha conseguido y que ha hecho radicalizarse aún más la voluntad de lucha del pueblo palestino.
El pueblo palestino ya ha demostrado por su acción e, incluso, por el voto que no acepta esta administración colaboracionista Y corrupta de Al Fatah y la ANP. Pero eso no altera un dato esencial: la estrategia política del imperialismo estadounidense es, más que nunca, la conformación de los dos estados, uno judío y otro palestino que convivan bajo el mando sionista. Justamente la conformación de la ANP por parte de Al Fatah fuera un triunfo de esa política que continúa siendo el hilo conductor de la política del imperialismo y todas las instituciones internacionales.
Los roces entre Obama y Netanyahu se dan en el marco de un acuerdo estratégico EUA-Israel
La prensa mundial ha destacado mucho los choques que se han dado entre el gobierno de Barack Obama y la política del gobierno de Netanyahu. Estos roces evidentemente existen, pero es necesario ver porqué se produjeron y, fundamentalmente, cuál son sus límites: no se trata de una ruptura entre EEUU e Israel, sino de choques “tácticos” frente a las realidades que cada uno de esos gobiernos debe enfrentar.
El Estado de Israel fue creado por el imperialismo, en 1948, como un “enclave colonial militar”, una especie de gran base armada contra el mundo árabe-musulmán y sus luchas. Su creación, por un lado, usurpó el histórico territorio del pueblo palestino (una parte del cual expulsó violentamente), por el otro, dio origen a un estado de ideología y legislación racista, similar a la de los nazis o a la del apartheid sudafricano. Por la tarea que le fue asignada en su creación, Israel es un “aliado estratégico” para el imperialismo estadounidense (concepto que fue claramente reafirmado por Obama) y su existencia siempre será defendida hasta el fin por el imperialismo.
¿Por qué los roces entonces? El gobierno de Obama debe enfrentar una situación derivada de la derrota militar de la ocupación de Irak y el curso cada vez más desfavorable de la guerra en Afganistán, que marcaron la derrota del proyecto de Bush del “nuevo siglo americano”. Por eso, a través de pactos y negociaciones, busca ir desactivando los diferentes “puntos calientes” de esta situación mundial.
La crisis de la política de los acuerdos de Oslo, el impasse absoluto de las negociaciones que derivarían de ellos y el recrudecimiento de la situación en Palestina van contra ese objetivo. Para que no quede dudas, el general Petraeus, jefe del comando central de Estados Unidos y anterior responsable por las tropas de ocupación de Irak, declaró en el Senado de EEUU: “Este conflicto fomenta el sentimiento antiestadounidense por la percepción de nuestra preferencia por Israel”. Es decir, que la ausencia de avances en las conversaciones entre palestinos e israelíes, y la percepción de que Washington favorece a Israel en el conflicto, afectan intereses vitales de Estados Unidos.
Por eso es de interés político y militar de EEUU que sean reactivadas esas negociaciones, avanzando incluso a la creación de un mini-estado palestino, para tentar tranquilizar una región clave y poder enfrentar mejor a los otros conflictos como Irak y Afganistán-Pakistán.
Tan importante para la suerte de la región estratégica de Medio Oriente que el Cuarteto, comisión formada por los EEUU, Unión Europea, Rusia y la ONU se pronunció en unísono en contra la política de nuevos asentamientos en Cisjordania. Ban Ki Moon, secretario general de la ONU estuvo en Israel después de la reunión del Cuarteto para reafirmar esa postura.
Claro que la política del imperialismo es hacerlo a través de sus agentes (Mahmud Abbas y Al Fatah) y no del Hamas. Pero para ello, además de atacar a Hamas, necesita que el gobierno israelí le de algunas concesiones a la ANP para “mantener viva” la negociación. Pero el gobierno de Netanyahu viene haciendo todo lo contrario y, con ello, sólo agrava las tensiones. Al mismo tiempo, el gobierno de Obama sufre el desgaste de no poder avanzar en su política. Esa son la razones de sus críticas al gobierno israelí, en el marco de mantener su “alianza estratégica”.
Así lo expreso la secretaria de Estado, Hillary Clinton: "Nuestras metas siguen siendo las mismas", dijo. "Es relanzar las negociaciones entre los israelíes y los palestinos sobre un trayecto de búsqueda que llevará a una solución de dos Estados. No ha sucedido nada que afecte de ninguna manera nuestro compromiso para dar seguimiento a ello", agregó. (La Nación, 19/3/2010). Pero, como esta política no ha conseguido resolver los problemas más graves en Medio Oriente, hubo un desgaste de Obama con relación a los pueblos árabes y a su poder de influir sobre los gobernantes de Israel.
Las razones de Netanyahu
Por su parte, la política del gobierno de Netanyahu obedece a la combinación de dos razones. En primer lugar, por su propio carácter de “invasor colonial”, Israel necesita aplastar totalmente a los palestinos. Su objetivo de máxima sería expulsarlos de Jerusalén y de Cisjordania. O, al menos, reducirlos a pequeñas poblaciones sin posibilidades de defensa. Por eso, Netanyahu tiene amplio apoyo interno para no aceptar las restricciones a la expansión de las colonias y la usurpación de las tierras árabes de Jerusalén Oriental.
En segundo lugar, Israel no puede aceptar, bajo ningún concepto que haya un país árabe o musulmán que posea armamento que pueda desafiarlo, como podría ser el caso de Irán si desarrolla su energía nuclear. Finalmente, lo que justifica la existencia de Israel como “bastión de Occidente”, es decir del imperialismo, es su capacidad de intervención militar. Entonces Israel cuenta con que sus aliados imperialistas acaben por aceptar, como siempre hicieron, sus iniciativas genocidas y sus provocaciones. Pero hay un límite para todo ese accionar, que es justamente la dependencia financiera y militar de Israel en relación a EEUU. Sin ese sostén, Israel no tendría la menor posibilidad de sobrevivencia.
Israel tuvo un golpe muy duro a su imagen de “superioridad e invencibilidad militar”, cuando se vio cuestionada por la derrota militar en El Líbano, en 2006, y por no haber conseguido doblegar a la Franja de Gaza, pese a todo el armamiento empleado, el cerco que mantiene sobre ella y al genocidio cometido en 2009. Esa realidad provocó una crisis política en Israel y, coherente con su carácter de habitantes de un enclave colonial, un giro aún más a la derecha del electorado israelí, hacia posiciones cada más racistas y antiárabes.
El gobierno de Netanyahu ha abandonado cualquier intento de ropaje “democrático” o de “izquierda” y sus miembros, como el ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, o sus aliados parlamentarios, como Aryeh Eldad, del partido Ichud Leumi, exponen sin tapujos su racismo de cuño nazista o el proyecto de expulsar a los más de cinco millones de palestinos de Jerusalén, Gaza y Cisjordania para construir el Gran Israel en todo el territorio histórico de Palestina.
Sin embargo, no es ese el objetivo inmediato de su política. Lo que busca Netanyahu, profundizando una política ya iniciada por su antecesor, Ehud Olmert, es postergar la reanudación de las negociaciones tipo Oslo para, antes que se reinicien, presentar hechos consumados que hagan a los palestinos aceptar la renuncia a su lucha histórica. Y, mientras tanto, avanzar todo lo posible sobre el territorio de la ANP (fundamentalmente en el control de tierras, cursos de agua y caminos de Cisjordania y, en especial, de Jerusalén) para que, incluso si Israel se ve obligado a aceptar la creación de un “estado palestino”, éste no sea más que un puñado de aldeas y ciudades totalmente dependientes económica y militarmente de Israel y cuya administración esté bajo su control total, aunque tenga formalmente el nombre de “estado independiente”.
Pero al aplicar esta política, tal como ya vimos, agrava los enfrentamientos dentro de la región y entra en contradicción con la política que intenta aplicar Obama, a la vez que profundiza su desgaste por la imposibilidad de llevarla adelante, lo que genera la crisis entre ambos que hoy vemos.
El viaje de Lula
Es en este marco que se da el viaje a la región del presidente brasileño, Luis Inacio Lula da Silva, que algunos medios presentaron como un “intento independiente” de “abrir nuevos caminos de paz” en Medio Oriente. La realidad es bastante diferente. Consciente del desgaste de las expectativas que su ascenso al poder generó en sectores árabes y palestinos, Obama envío a su “amigo” Lula para que, aprovechando su prestigio mundial de dirigente de “izquierda”, consiguiese mantener un diálogo abierto con estos sectores y evitase su inmediata radicalización. En este sentido, el viaje de Lula, lejos de ser “independiente” fue, realmente, para jugar un papel de “brazo izquierdo” de la política.
Lula fue muy claro al expresar que todo su esfuerzo estaba destinado a tranquilizar la situación, incluso presionando a Netanyahu para poder llegar a la solución de los “dos estados”, como dijo en el parlamento israelí. Es decir, una política totalmente vinculada al plan estratégico imperialista y a la aceptación del estado racista de Israel.
Al mismo tiempo, es necesario decir que Brasil mantiene fuertes lazos comerciales con Israel, expresados en el acuerdo Mercosur-Israel, e importantes inversiones en la región, especialmente en El Líbano. Es decir, se trató una visita que buscaba también “cuidar los negocios”.
Lamentablemente, aún hoy, la gran mayoría de la izquierda mundial se mantiene en el campo de la salida de “dos estados”, en nombre de la “paz”. Apoyan, en general, a la ANP como “representante legítima del pueblo palestino”, y apuntan como perspectiva la creación del mini-estado palestino, apostando en los esfuerzos de la ONU y tratando sólo de discutir dónde deben estar las fronteras o el rol de Jerusalén, pero aceptando la existencia del Estado racista de Israel y la convivencia con él.
Más que nunca, hay que apoyar la lucha de los palestinos
Es en este marco que se están dando las condiciones para una “tercera Intifada”. Pero ésta no será como las anteriores sólo contra Israel sino también contra la ANP y sus autoridades. Los hechos de Jerusalén Oriental indican esta posibilidad. Hoy, la política cada vez más dura del gobierno de Benjamín Netanyahu, hace que Mahmud Abbas, Al Fatah y sus aliados no puedan ofrecerle al pueblo palestino ni siquiera una mínima concesión formal que justifique la aceptación de la ANP.
Hamas, por su parte, no sólo ha apoyado las recientes protestas sino que fue uno de los convocantes del Día de la Ira. En los días siguientes las masas salieran a la calle espontáneamente sin que hubiera un llamado de Hamas. Lo más preocupante, sin embargo es que, en el actual contexto de extensión de la lucha palestina, Hamas mantiene dos políticas profundamente equivocadas. Por un lado, las negociaciones con el gobierno egipcio de Hosni Mubarak, un claro cómplice de Israel y el imperialismo en la política de aislar y derrotar por hambre a la Franja de Gaza. Por ejemplo, está construyendo un muro con tecnología ultramoderna provista por el imperialismo para impedir el funcionamiento de los túneles clandestinos por los que pasan alimentos y medicamentos de Egipto a Gaza.
Por el otro, mantiene el llamado a Abbas y Fatah (¡los agentes del Estado de Israel y el imperialismo dentro de Palestina!), para formar un gobierno de “unidad nacional”. Este tipo de ‘unidad nacional’ con los colaboradores de la ocupación sólo serviría a engañar los luchadores y preparar la entrega final de la causa palestina.
Por nuestra parte, desde la Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (LIT-CI) reafirmamos nuestro apoyo incondicional a la lucha del pueblo palestino y repudiamos estos nuevos ataques y la represión del gobierno de Netanyahu.
Al mismo tiempo, señalamos que es necesario sacar las conclusiones de todo lo ocurrido en los últimos años. En primer lugar, que la política derivada de los acuerdos de Oslo se transformó en una trampa contra la lucha del pueblo palestino por el carácter de “administración colonial” que tuvo la ANP. En segundo lugar, que incluso si se crea un mini-estado palestino, éste no tendrá ninguna posibilidad de existencia real sino que estará condenado a vivir bajo las botas de Israel, como una administración colonial encargada de controlar su pueblo.
Esto significa que no habrá ninguna verdadera solución sin la destrucción del estado nazi de Israel (verdadera causa de los conflictos en la región) y la construcción de un estado palestino único, laico, democrático y no racista, donde los palestinos expulsados puedan retornar a sus tierras y en la que los judíos que acepten los derechos de los palestinos a la tierra, y así lo quieran, puedan convivir en paz.
Esta tarea plantea la necesidad de una Tercera Intifada para derrotar a Israel. En esa lucha, no puede haber ninguna unidad con los agentes del sionismo y del imperialismo dentro del pueblo palestino, como Mahmud Abbas y la ANP. La unidad palestina que verdaderamente sirve es aquella que organice e impulse la Tercera Intifada y, en esa lucha, también barra a la ANP. Es necesario entonces que Hamas deje de llamar a la unidad con Al Fatah y junto a las otras fuerzas de resistencia llamen a enfrentar los invasores sionistas y a sus cómplices de la ANP.
Una lucha que también tendrá otras tareas concretas, como tirar abajo a los gobiernos pro imperialistas y socios de Israel, como el régimen dictatorial de Hosni Mubarak en Egipto, que juega un papel siniestro en el aislamiento de la Franja de Gaza. En otros casos, llamamos a exigirle a organizaciones como Hezbollah, que ganó un inmenso prestigio entre las masas árabes y musulmanas por su triunfo contra el ejército israelí, en 2006, a que rompan su política de “unidad nacional” con los sectores burgueses pro imperialistas de El Líbano e intervengan activamente en esta lucha contra Israel. Pero esta lucha para destruir a Israel, para ser exitosa, no puede quedar sólo en manos del pueblo palestino. Es necesaria una lucha de conjunto de los pueblos árabes y musulmanes, que siguen siendo profundamente solidarias con los palestinos, como lo mostraron las movilizaciones en Beirut (Líbano) y Estambul (Turquía). Y para que sea triunfante esa lucha es fundamental que sea tomada por las masas trabajadoras de todo el mundo. Que movilícense internacionalmente hasta derrotar ese estado racista y genocida, que avergüenza la humanidad.
Por eso, llamamos a realizar una gran campaña de solidaridad con el pueblo palestino como fue cuando del genocidio infligido contra Gaza. Hay que poner en marcha los trabajadores y pueblos y extender el boicot comercial a Israel (sin recibir productos de ese origen o entregarlos con ese destino) a todo el orbe, siguiendo el ejemplo de los que realizaron los portuarios australianos, sudafricanos y otros sindicatos durante el asedio a Gaza. Hay que exigir a los gobiernos la inmediata ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con el Estado nazi de Israel. Hay que mantener sin descanso la movilización en las calles por la liberación del pueblo palestino.
San Pablo, 21 de marzo de 2010-03-21
Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (LIT-CI)
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