Los recientes conflictos de los trabajadores de Honda y de la Foxconn muestran cuál es el secreto del “milagro chino”
Por detrás de las tasas de crecimiento económico del país hay una enorme degradación de las condiciones de trabajo, producto de la vuelta del capitalismo en el país. La mayoría de los trabajadores chinos sobrevive con bajos sueldos y sin los derechos elementales. No hay “armonía” alguna, como pregona el presidente Hu Jintao. Lo que impera es la injusticia y la superexplotación, una situación que hace de China un barril de pólvora pronto a explosionar.
De vuelta al capitalismo
En diciembre de 1978, el Partido Comunista Chino (PCCh) anunció un giro en la economía del país. Bajo el control férreo de la dictadura del partido, el gobierno de Deng Xiaoping permitió que en la zona costera china, que va de Hong Kong a Shangai, fuesen creadas cuatro zonas económicas, que se abrirían a la inversión extranjera. Esas regiones serían regidas por las reglas del mercado y del capitalismo.
Algunos años después, el PCCh permitió que las empresas estatales pudiesen contratar trabajadores por un periodo de tiempo limitado. Estaba dándose el primer paso para la degradación de las condiciones de trabajo, pues el nuevo sistema significaba que los recién contratados no tendrían los beneficios sociales del pasado, conquistados por la revolución. En 1987, casi 8 millones de trabajadores ya tenían contratos de este tipo.
A lo largo de los años, las privatizaciones de empresas estatales y el aumento de inversiones extranjeras cambiaron completamente la situación de los trabajadores del país. A final de los años 1990, las estatales empleaban sólo 12% de los trabajadores, contra 70% en 1985, y 78% en 1979. Entre 1990 a 2000, desaparecieron 30 millones de empleos en el sector público. Tradicionales zonas industriales, como las de la región Nordeste, habían sido abandonadas y arruinadas.
Bajo el mando de la dictadura del PC, el capitalismo fue restaurado en el país. Para que no quedasen dudas, por último, el régimen puso fin al monopolio del estado en el comercio exterior. En noviembre de 2001, China decidió entrar en la Organización Mundial de Comercio (OMC). El motivo para la entrada fue atar todavía más la economía al mercado mundial: China depende mucho de las exportaciones y tiene que llegar a acuerdos comerciales internacionales. Por lo tanto, debe participar plenamente del mercado mundial capitalista.
Por otro lado, es equivocado pensar que China se volverá un nuevo país imperialista, que “competirá de igual a igual con los EEUU”. El tan celebrado crecimiento económico chino está totalmente subordinado a los intereses de las empresas imperialistas y apoyado en la producción y en la exportación a bajo precio. Cerca de 60% de las compañías que actúan en el país no son chinas. Con el retorno del capitalismo, el país se transformó en una plataforma de exportación donde las multinacionales obtienen ganancias millonarios.
Explotación brutal del trabajo
La restauración transformó a China en un país extremadamente desigual. Según la agencia oficial Xinhua, el 10% más ricos de la población reciben 23 veces más que el 10% más pobres. Y el índice Gini (que mide la desigualdad dentro de los países) está en 0,48 y continúa creciendo#.
Los ritmos de trabajo de las empresas son extenuantes, excediendo muchas veces las 12 y hasta 16 horas. El crecimiento chino se basa en los bajos costos de una mano de obra superexplotada. Los bajos sueldos y la falta de reglamentación laboral son los grandes atractivos para las empresas multinacionales. Si, en 1983, los sueldos representaban 56,3% del PIB, en 2005 ese índice bajó para 36,7% (Observatorio de la Política China). Sin embargo, debido a la crisis económica, los sueldos son más corroídos por la inflación que ya registra 3,1%, según el Buró Nacional de Estadísticas. Los analistas prevén que va a sobrepasar 4% anual. El “taller del mundo” depende fuertemente de la importación de alimentos, lo que está provocando un aumento del costo de vida.
Los sindicatos son controlados por el gobierno, es decir, siempre están del lado de la patronal. Por ello, cualquier lucha que pretenda obtener algún tipo de conquista es realizada de forma independiente. Ni siquiera una tímida “ley de contratación laboral”, aprobada en 2007, es respetada. Ante la ausencia de fiscalización, ninguna empresa la cumple.
La ola de suicidios en la empresa de informática Foxconn de China mostró todo el drama de las condiciones de vida de los obreros. La empresa, que suministra productos a multinacionales como Dell, HP, Nintendo y Apple, entre otras, registró al menos 11 suicidios de empleados debido a las terribles condiciones de trabajo. Sus trabajadores duermen en edificios suministrados por la empresa y cumplen jornadas de hasta 90 horas semanales. Como si no bastase, la Foxconn paga 900 yuans (132 dólares) como sueldo base para un trabajador de la cadena de montaje. Sus trabajadores, sin embargo, se movilizaron contra las duras condiciones de trabajo y consiguieron arrancar un aumento salarial de 33%.
La restauración capitalista significó la destrucción de las conquistas sociales obtenidas con la revolución de 1949 y hace que los trabajadores vuelvan a la situación de semiesclavitud de la cual habían conseguido liberarse en ese proceso. Nuevamente, los trabajadores necesitarán levantar la cabeza.
Por detrás de las tasas de crecimiento económico del país hay una enorme degradación de las condiciones de trabajo, producto de la vuelta del capitalismo en el país. La mayoría de los trabajadores chinos sobrevive con bajos sueldos y sin los derechos elementales. No hay “armonía” alguna, como pregona el presidente Hu Jintao. Lo que impera es la injusticia y la superexplotación, una situación que hace de China un barril de pólvora pronto a explosionar.
De vuelta al capitalismo
En diciembre de 1978, el Partido Comunista Chino (PCCh) anunció un giro en la economía del país. Bajo el control férreo de la dictadura del partido, el gobierno de Deng Xiaoping permitió que en la zona costera china, que va de Hong Kong a Shangai, fuesen creadas cuatro zonas económicas, que se abrirían a la inversión extranjera. Esas regiones serían regidas por las reglas del mercado y del capitalismo.
Algunos años después, el PCCh permitió que las empresas estatales pudiesen contratar trabajadores por un periodo de tiempo limitado. Estaba dándose el primer paso para la degradación de las condiciones de trabajo, pues el nuevo sistema significaba que los recién contratados no tendrían los beneficios sociales del pasado, conquistados por la revolución. En 1987, casi 8 millones de trabajadores ya tenían contratos de este tipo.
A lo largo de los años, las privatizaciones de empresas estatales y el aumento de inversiones extranjeras cambiaron completamente la situación de los trabajadores del país. A final de los años 1990, las estatales empleaban sólo 12% de los trabajadores, contra 70% en 1985, y 78% en 1979. Entre 1990 a 2000, desaparecieron 30 millones de empleos en el sector público. Tradicionales zonas industriales, como las de la región Nordeste, habían sido abandonadas y arruinadas.
Bajo el mando de la dictadura del PC, el capitalismo fue restaurado en el país. Para que no quedasen dudas, por último, el régimen puso fin al monopolio del estado en el comercio exterior. En noviembre de 2001, China decidió entrar en la Organización Mundial de Comercio (OMC). El motivo para la entrada fue atar todavía más la economía al mercado mundial: China depende mucho de las exportaciones y tiene que llegar a acuerdos comerciales internacionales. Por lo tanto, debe participar plenamente del mercado mundial capitalista.
Por otro lado, es equivocado pensar que China se volverá un nuevo país imperialista, que “competirá de igual a igual con los EEUU”. El tan celebrado crecimiento económico chino está totalmente subordinado a los intereses de las empresas imperialistas y apoyado en la producción y en la exportación a bajo precio. Cerca de 60% de las compañías que actúan en el país no son chinas. Con el retorno del capitalismo, el país se transformó en una plataforma de exportación donde las multinacionales obtienen ganancias millonarios.
Explotación brutal del trabajo
La restauración transformó a China en un país extremadamente desigual. Según la agencia oficial Xinhua, el 10% más ricos de la población reciben 23 veces más que el 10% más pobres. Y el índice Gini (que mide la desigualdad dentro de los países) está en 0,48 y continúa creciendo#.
Los ritmos de trabajo de las empresas son extenuantes, excediendo muchas veces las 12 y hasta 16 horas. El crecimiento chino se basa en los bajos costos de una mano de obra superexplotada. Los bajos sueldos y la falta de reglamentación laboral son los grandes atractivos para las empresas multinacionales. Si, en 1983, los sueldos representaban 56,3% del PIB, en 2005 ese índice bajó para 36,7% (Observatorio de la Política China). Sin embargo, debido a la crisis económica, los sueldos son más corroídos por la inflación que ya registra 3,1%, según el Buró Nacional de Estadísticas. Los analistas prevén que va a sobrepasar 4% anual. El “taller del mundo” depende fuertemente de la importación de alimentos, lo que está provocando un aumento del costo de vida.
Los sindicatos son controlados por el gobierno, es decir, siempre están del lado de la patronal. Por ello, cualquier lucha que pretenda obtener algún tipo de conquista es realizada de forma independiente. Ni siquiera una tímida “ley de contratación laboral”, aprobada en 2007, es respetada. Ante la ausencia de fiscalización, ninguna empresa la cumple.
La ola de suicidios en la empresa de informática Foxconn de China mostró todo el drama de las condiciones de vida de los obreros. La empresa, que suministra productos a multinacionales como Dell, HP, Nintendo y Apple, entre otras, registró al menos 11 suicidios de empleados debido a las terribles condiciones de trabajo. Sus trabajadores duermen en edificios suministrados por la empresa y cumplen jornadas de hasta 90 horas semanales. Como si no bastase, la Foxconn paga 900 yuans (132 dólares) como sueldo base para un trabajador de la cadena de montaje. Sus trabajadores, sin embargo, se movilizaron contra las duras condiciones de trabajo y consiguieron arrancar un aumento salarial de 33%.
La restauración capitalista significó la destrucción de las conquistas sociales obtenidas con la revolución de 1949 y hace que los trabajadores vuelvan a la situación de semiesclavitud de la cual habían conseguido liberarse en ese proceso. Nuevamente, los trabajadores necesitarán levantar la cabeza.
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