Escrito por Federico Romero - Nuevo PST |
Martes 06 de Julio de 2010 |
El dirigente minero fue excarcelado libre de toda culpa el pasado fin de semana.
Al salir se reencontró con su esposa, hijos, compañeros, amigos. Todos con enorme alegría lo abrazamos y nos abrazamos con emoción festejando su libertad. Sólo Pedro y nosotros sabemos el enorme sufrimiento, el infatigable trabajo y la larga espera que ha significado arrancarlo de la cárcel y ver llegado este momento.
Un poco desmejorado pero con el ánimo al ristre, cerca a diez meses después Condori vuelve a andar las mismas calles de siempre y a respirar el aire libre, mientras espera el retorno a sus habituales labores en Minera Casapalca.
Pedro Condori ¡Libre! Pedro no cometió ningún delito. Eso lo sabemos todos. Pero los agentes de la patronal minera y del gobierno se ensañaron contra él y lo acusaron y procesaron sin prueba alguna por el solo hecho de ser el líder de uno de las bases sindicales más combativas.
Ser un dirigente consecuente y comprometido con su clase es un delito que en el Perú se castiga. Pedro tuvo que pagar cerca a diez meses de cárcel en un penal de reos comunes, pasar hambre, frío enfermedades y la dolorosa lejanía de sus seres queridos, y probar su “inocencia” en un dilatado y viciado proceso de inocultable contenido político con el cual sólo se buscaba maniatarlo, silenciarlo y por último quebrarlo, para dejar acéfalo a su organización sindical que es un referente combativo del movimiento obrero.
En las cuentas de la patronal siempre resulta más “barato” comprar jueces y fiscales e inventar acusaciones para justificar despidos o encarcelamientos de activistas y dirigentes, que enfrentar a un liderazgo que es capaz de poner freno a sus innumerables abusos y hacer respetar los derechos obreros. Y tratándose de Minera Casapalca podemos decir que no es casual ya es un caso emblemático de lo que hace el común de los empresarios en el Perú.
Pero Pedro Condori no solo salió libre por la absoluta falta de pruebas y por un exceso de carcelería.
Su caso ya resonaba en organismos internacionales de derechos humanos de los cuales salieron diversos pronunciamientos. Su caso, era casi la encarnación del máximo abuso contra la libertad sindical, y por tanto un reconocido símbolo de la clase obrera que enfrenta a diario y en todas partes los innumerables abusos de la patronal.
Y su causa, además de llenar de pronunciamientos la sala judicial, comenzaba a movilizar a amplios sectores, incluso más allá de los confines del país, comprometiendo el apoyo de trabajadores y organizaciones de diversas latitudes que hacían llegar su voz de protesta y sus sentimientos de solidaridad.
Pedro no estuvo sólo. Él lo sabe y lo agradece de corazón. Por eso hoy sale con la frente en alto convencido no sólo de su noble causa, sino también aprendiendo del enorme valor de la solidaridad, especialmente de la solidaridad de clase, y más convencido de seguir bregando por los derechos de sus compañeros y los de la clase trabajadora.
El ejemplo de Pedro enseña que no hay que agachar la cabeza ante la brutalidad patronal y que es posible defender a los dirigentes que luchan extendiendo la unidad y la solidaridad de clase. Es el único camino para fortificar y desarrollar al movimiento obrero.
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