¿Y si su bramido cejara?
¿Quién alentaría
a las flores a abrirse?
¿Quién acariciaría
a dos perras galgo
que protegen
al tesoro
que las acaricia?
¿Y si su voz animal,
lírica,
esa espiral hipnótica
que convence
a mares de hombres
y montañas de mujeres,
de quedarse
con tan poco,
para lograr
un algo comunista,
decretara finalizada
su labor insurreccional?
La medianoche del siglo,
sería,
que es lo que varios añoran.
Pero su sonrisa
y su rima,
que humedecen
el sueño
de pie
de miles
de espectros sociales,
pobres en oro
y ricos en bravura,
convierten la nada
en una armada
milagrosa,
roja,
ardorosa.
Brigadas
que no conquistan,
ni saquean,
sino que dispersan
derechos y morales,
y abrazan
al soldado
vestido de contrera.
¿Quién hizo esto
por un auto,
una dacha,
un grano de oro
o un grano de sosiego?
No Rosa,
no Sverdlov,
no Vladimir Ilich.
Y ciertamente
no nuestro
Lev Davidovich,
el que perdió cuatro hijos,
al que acusaban
de frío amoral,
pero sembró dignidad
y cosechó glorias.
Ese que marcha
con el solo amor
de una compañera
mezcla de rosa y titanio,
un puñado
de incondicionales,
y papeles que
de solo leerse un poco,
bastaría para mandar
a este reino de pavos,
a una fosa
de restos fósiles.
Marcha casi solo,
y algunos prefieren
verlo como un mero
Marat caído,
mientras se rasca
la peste
que carroña su piel.
Pero lloran el temor
de que cada vez
que el cielo truena,
y se sacuden
los suelos
por el marchar
de ignorantes irredentos
con sabiduría social,
sus ideas rejuvenecen,
se visten de gala.
Ese es el temor,
que no murió
con su muerte.
Mientras,
él
mira con orgullo vital
dos olas chocarse,
dos perras correr,
mineros aragoneses rusificarse,
exiliados rusos
sostener famélicos
las banderas rojas,
libertarias,
de la revolución permanente.
¡Cuántos museos
o periódicos
o universidades,
gustarían contar
con "La Pluma"
entre sus lenguas
a sueldo quincenal!
Pero este León,
que es rey pero
no quiere corona
ni castillo,
no nació para habitar,
con el grillete del personalismo,
esa índole de
zoológicos intelectuales.
¿A qué se debe tu calma,
fiero león,
en forzoso reposo?
¿De dónde brota,
como exquisitos
manantiales de deshielo,
tu ciega y fresca
confianza?
¿En el paciente,
incondicional amor por la vida,
tal cual se da?
Sí.
¿En la desconfianza
en el porvenir
de un sistema que,
contrario al mito cristiano,
divide los panes
y multiplica la miseria?
También.
Pero ante todo,
en la ardiente certeza
de que aquellos
que duermen
en catacumbas urbanas,
que cansan sus nervios
en cuevas de hollín y polvo,
que lo único que tienen
es a aquellos que no ven,
los suyos,
que ese montón
de Espartacos dormidos,
se despojarán
de estos dudosos privilegios,
con el mismo desprecio
con que este reino
de mini déspotas y ratones,
los trata a ellos.
Porque él lo vio,
porque él ayudo
a construir ese nuevo orden
de los nadie,
por eso murió
sonriendo
y forcejeando.
Por eso nosotros
lo vemos
y por esa razón
lo viviremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario