FOTO: SOLDADOS DE EE.UU EN AFGANISTAN
Doce soldados norteamericanos destinados en Afganistán podrían recibir condenas a la pena de muerte luego de descubrirse que formaban un equipo de asesinos que ejecutaba a civiles “por deporte”; los criminales guardaban los dedos de sus víctimas como trofeos.
Doce soldados norteamericanos destinados en Afganistán podrían recibir condenas a la pena de muerte luego de descubrirse que formaban un equipo de asesinos que ejecutaba a civiles “por deporte”; los criminales guardaban los dedos de sus víctimas como trofeos.
Por Chris McGreal
Doce soldados norteamericanos enfrentan cargos por formar parte de un equipo para matar ("kill team"), que supuestamente arrojaba granadas y disparaba al azar a civiles afganos, y guardaba como trofeos, los dedos de sus víctimas.
Cinco de ellos enfrentan cargos de asesinar a tres afganos, solo "por divertirse", durante este año. Otros siete están acusados de encubrir los asesinatos y de atacar a un recluta que los acusó de los crímenes y de fumar hachís que robaban a civiles. Se trata de una de las más graves acusaciones de crímenes de guerra en el conflicto afgano. Los participantes eran miembros de la brigada de infantería Stryker, con asiento en la provincia de Kandahar, en el sur de Afganistán .
Los acusados son Andrew Holmes, Michael Wagnon, Jeremy Morlock, Adam Winfield y Calvin Gibbs, quienes deberán enfrentarse a un jurado militar a final de mes y, si se prueban los cargos, podrían ser condenados a muerte o a cadena perpetua.
Las investigaciones llevadas a cabo por el Ejército determinan que todo comenzó cuando el sargento Calvin Gibbs llegó a la base de Ramrod en noviembre noviembre y empezó a presumir de las cosas que había logrado hacer en Irak, donde era "muy fácil lanzar una granada a alguien y matarlo".
Cinco de ellos enfrentan cargos de asesinar a tres afganos, solo "por divertirse", durante este año. Otros siete están acusados de encubrir los asesinatos y de atacar a un recluta que los acusó de los crímenes y de fumar hachís que robaban a civiles. Se trata de una de las más graves acusaciones de crímenes de guerra en el conflicto afgano. Los participantes eran miembros de la brigada de infantería Stryker, con asiento en la provincia de Kandahar, en el sur de Afganistán .
Los acusados son Andrew Holmes, Michael Wagnon, Jeremy Morlock, Adam Winfield y Calvin Gibbs, quienes deberán enfrentarse a un jurado militar a final de mes y, si se prueban los cargos, podrían ser condenados a muerte o a cadena perpetua.
Las investigaciones llevadas a cabo por el Ejército determinan que todo comenzó cuando el sargento Calvin Gibbs llegó a la base de Ramrod en noviembre noviembre y empezó a presumir de las cosas que había logrado hacer en Irak, donde era "muy fácil lanzar una granada a alguien y matarlo".
Al parecer Gibbs, de 25 años, urdió un plan junto a Morlock, de la misma edad, para formar el grupo criminal. Una vez formado salieron 'de caza'. La primera víctima fue Gul Mudin, quien fue asesinado por medio de una granada fragmentaria y luego le dispararon con armas largas, en una incursión del ejército en la aldea de e dispararon con un rifle", cuando la patrulla entró en la aldea de La Mohammed Kalay, en enero.
Morlock y otro soldado, Andrew Holmes, estaban de guardia en el límite de un campo de amapolas cuando apareció Mudin. Gibbs supuestamente le entregó a Morlock una granada que le arrojó al hombre. Entonces, Holmes, de 19 años, comenzó a dispararle con su rifle.
Luego, Morlock le dijo a Holmes que el asesinato era por diversión y lo amenazó con matarlo si contaba el incidente.
La segunda víctima fue Marach Agha, a quien mataron a disparos y luego le colocaron un Kalashnikov para justificar el ataque. En mayo atacaron con otra granada a Mullah Adadhdad.
La revista del ejército norteamericano Army Times informó que al menos uno de los soldados le había amputado los dedos a sus víctimas como recuerdo y que algunos de ellos posaron para fotografiarse con los cuerpos de sus víctimas.
Los asesinatos salieron a la luz en mayo, después de que el ejército comenzó a investigar un brutal asalto a un soldado que había denunciado ante sus superiores que miembros de su unidad habían fumado hachís. El Army Times informó que miembros de la unidad se drogaban regularmente estando en servicio y que a veces se la robaban a civiles.
El soldado que formuló la denuncia, que no fue identificado, dijo que era habitual que sus compañeros de armas fumaran hachís y consumieran alcohol de contrabando, pero que inicialmente no informó de ello por lealtad a sus compañeros. Pero cuando regresó de una misión en un cuartel militar y descubrió a varios soldados fumando hachís en los contenedores de transporte que usan como alojamiento, decidió hacer la denuncia.
Dos días después, los miembros de su pelotón, incluyendo a Gibbs y Morlock, lo acusó de "traidor", y le dieron una feroz paliza para que se mantuviera en silencio. El soldado, sin embargo, volvió a denunciar el ataque las amenazas y agregó a los investigadores que sus compañeros formaban parte de un equipo que salía a matar por deporte.
Tras la detención de los cinco acusados originales en junio, otros siete soldados fueron acusados el mes pasado de intentar encubrir los asesinatos. Los cargos serán examinados por un jurado militar a finales de este mes, que decidirá si hay pruebas suficientes para que una corte
Los soldados acusados han negado los cargos y aunque uno de ellos, Morlock, reconoció en un principio su implicación en las muertes, ahora su abogado alega 'daños traumáticos cerebrales' y dependencia de las drogas, debido a la heridas de guerra sufridas, para invalidar su confesión.
La fuente: El autor es periodista del diario británico The Guardian. La traducción del inglés pertenece a Sam More para elcorresponsal.com.
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