[Trotsky terminó este artículo el 24 de junio de 1935, y se publicó en agosto del mismo año en New International.]
Actualmente se están haciendo esfuerzos en Francia y en otras partes para construir el llamado luxemburguismo como defensa de los centristas de izquierda contra los bolcheviques-leninistas. Esta cuestión puede adquirir considerable significación. En un futuro cercano, tal vez se vuelva necesario dedicar un artículo más extenso al luxemburguismo real y al pretendido. Aquí sólo voy a referirme a los aspectos esenciales de la cuestión.
Más de una vez hemos asumido la defensa de Rosa Luxemburgo contra las malas interpretaciones insolentes y estúpidas de Stalin y su burocracia. Seguiremos haciéndolo. No lo hacemos movidos por consideraciones sentimentales sino por las exigencias de la crítica materialista histórica. Sin embargo, nuestra defensa de Rosa Luxemburgo no es incondicional. Los aspectos débiles de las enseñanzas de Rosa Luxemburgo han sido desnudados en la teoría y en la práctica. La gente del SAP220 alemán y otros elementos afines (véanse, por ejemplo, el diletantismo intelectual de la “cultura proletaria” del Spartacus francés, el periódico de los estudiantes socialistas belgas y, a menudo, también el Action Socialiste belga, etc.) sólo hacen uso de los aspectos débiles e inadecuados que de ninguna manera son decisivos en Rosa, generalizan y exageran estas debilidades al máximo y construyen, sobre esa base, un sistema totalmente absurdo. La paradoja yace en que, en su viraje más reciente, los stalinistas -sin reconocerlo, sin siquiera entenderlo— también se aproximaron en teoría a los aspectos negativos caricaturizados del luxemburguismo, sin mencionar a los centristas tradicionales y de izquierda en el campo socialdemócrata.
220 SAP (Socialistische Abeiter Partei - Partido Socialista Obrero): se formó en 1931 cuando la socialdemocracia expulsó a un grupo de diputados del ala izquierda. En 1932 se rompió la Oposición de Derecha Comunista, y un sector entró al SAP y pasó a dirigirlo. En 1933 acordaron trabajar con la Oposición de Izquierda en una nueva Internacional, pero luego cambiaron y se convirtieron en adversarios de la Cuarta Internacional (n. 151).
Es innegable que Rosa Luxemburgo contrapuso apasionadamente la espontaneidad de las acciones de masas a la política conservadora “coronada por la victoria” de la socialdemocracia alemana, sobre todo después de la revolución de 1905. Esta contraposición revestía un carácter absolutamente revolucionario y progresivo. Mucho antes que Lenin, Rosa Luxemburgo comprendió el carácter retardatario de los aparatos partidarios y sindicales osificados y comenzó a librar la lucha contra los mismos. En la medida en que contó con la agudización inevitable de los conflictos de clase, ella siempre predijo con certeza la aparición elemental independiente de las masas contra la voluntad y la línea de conducta del oficialismo. En este sentido histórico general, está comprobado que Rosa tenía razón. Porque la revolución de 1918 fue “espontánea”, es decir, las masas la llevaron a cabo contra todas las previsiones y precauciones de la dirección del partido. Pero por otra parte toda la historia posterior de Alemania demostró ampliamente que la espontaneidad sola está lejos de ser suficiente para lograr el éxito; el régimen de Hitler es un argumento de peso contra la panacea de la espontaneidad.
La misma Rosa nunca se encerró en la mera teoría de la espontaneidad, como Parvus, por ejemplo, que luego trocó su fatalismo socialrevolucionario por el más repugnante de los fatalismos. En contraposición a Parvus, Rosa se esforzó por educar de antemano al ala revolucionaria del proletariado y por reunirlo organizativamente todo lo posible. En Polonia, construyó una organización independiente muy rígida. Lo más que puede decirse es que en su evaluación histórico-filosófica del movimiento obrero, la selección preparatoria de la vanguardia era deficiente en Rosa, en comparación con las acciones de masas que podían esperarse; mientras que Lenin, sin conformarse con los milagros de futuras acciones, tomaba a los obreros avanzados y constante e incansablemente los unía en núcleos firmes, legal o ilegalmente, en las organizaciones de masas o clandestinamente, mediante un programa claramente definido.
La teoría de Rosa de la espontaneidad era una sana herramienta contra el aparato osificado del reformismo. Pero el hecho de que se la dirigiera a menudo contra la obra de Lenin de construcción de un aparato revolucionario revelaba -en realidad solamente en embrión— sus aspectos reaccionarios. En Rosa misma esto ocurrió sólo episódicamente. Era demasiado realista, en el sentido revolucionario, como para desarrollar los elementos de la teoría de la espontaneidad en una metafísica consumada. En la práctica, como ya se ha dicho, ella misma minó esta teoría desde la base. Después de la revolución de noviembre de 1918, comenzó ardientemente a reunir a la vanguardia proletaria. A pesar de su manuscrito sobre la Revolución Soviética, muy débil teóricamente, escrito en prisión y que ella nunca publicó, el accionar posterior de Rosa permite concluir con seguridad que, día a día, se acercaba a la nítida concepción teórica de Lenin sobre la dirección consciente y la espontaneidad. (Seguramente fue esta circunstancia la que le impidió hacer público su manuscrito contra la política bolchevique del que luego se abusó tan vergonzosamente.)
Tratemos nuevamente de aplicar a la etapa actual el conflicto entre las acciones de masas espontáneas y el trabajo organizativo deliberado. ¡Qué poderoso gasto de fuerza y desinterés hicieron las masas trabajadoras de todos los países civilizados y semicivilizados desde la guerra! No hay nada en toda la historia previa de la humanidad que pueda comparársele. En esta medida Rosa Luxemburgo tuvo toda la razón contra los filisteos, los cabos y los necios del conservadurismo burocrático “coronado por la victoria”. Pero es justamente el derroche de estas energías inconmensurables lo que forma la base del gran retroceso del proletariado y el exitoso avance fascista. Puede decirse sin temor a exagerar: lo que determina la situación mundial es la crisis de la dirección proletaria. Hoy, el campo del movimiento obrero todavía está lleno de inmensos remanentes de las viejas organizaciones en bancarrota. Luego de innumerables sacrificios y desilusiones, el grueso del proletariado europeo se ha retirado, al menos, al cascarón. La lección decisiva que ha extraído, en forma consciente o semiconsciente, de estas amargas experiencias, dice: grandes acciones requieren una gran dirección. Para asuntos corrientes, los obreros todavía les dan sus votos a las viejas organizaciones. Los votos; pero de ninguna manera su confianza ilimitada. El otro aspecto de esto es que, después del colapso miserable de la III Internacional, resulta mucho más difícil hacerles depositar confianza en una nueva organización revolucionaria. Es ahí, justamente, donde yace la crisis de la dirección proletaria. Cantar una monótona canción sobre acciones de masas en un futuro indeterminado en esta situación, en contraposición a una selección cuidadosa de cuadros para una nueva Internacional, significa llevar adelante un trabajo totalmente reaccionario. Ese es el papel del SAP en el “proceso histórico”. Un hombre del ala izquierda del SAP perteneciente a la Vieja Guardia puede, por supuesto, juntar sus recuerdos marxistas para oponerse a la teoría del espontaneísmo bárbaro. Estas medidas proteccionistas puramente literarias no cambian el hecho de que los discípulos de un Miles, apreciado autor de la resolución sobre la paz y el no menos apreciado autor del artículo en la edición francesa del Youth Bulletin, hablen de las tonterías espontaneístas más desgraciadas aun dentro de las filas del SAP. La política práctica de Schwab221 (el hábil “no decir lo que es” y el eterno consuelo de las acciones de masas futuras y el “proceso histórico” espontáneo) no es sino una explotación táctica de un luxemburguismo totalmente distorsionado y vulgarizado. Y en la medida en que los “izquierdistas” y los “marxistas” no atacan abiertamente esta teoría y práctica de su propio partido, sus artículos contra Miles tienen el carácter de un pretexto teórico. Este tipo de pretexto se vuelve necesario cuando uno toma parte de un crimen premeditado.
La crisis de la dirección proletaria no se supera, por supuesto, mediante una fórmula abstracta. Se trata de un proceso en extremo monótono. Pero no de un proceso puramente “histórico”, es decir, de las premisas objetivas de la actividad consciente, sino de una cadena ininterrumpida de medidas ideológicas, políticas y organizativas con el propósito de unir a los mejores elementos, los más conscientes, del proletariado mundial bajo una bandera inmaculada, elementos cuyo número y confianza en sí mismos deben fortalecerse constantemente, cuya ligazón a sectores más amplios del proletariado debe desarrollarse y profundizarse, en una palabra: devolverle al proletariado, bajo condiciones nuevas y altamente difíciles y onerosas, su dirección histórica. Los confusionistas del espontaneísmo tienen tanto derecho a referirse a Rosa como los miserables burócratas de la Comintern222 a Lenin. Dejemos de lado los incidentes superados y, con toda justificación, podremos colocar nuestro trabajo por la IV Internacional223 bajo el signo de las “tres L”: no sólo bajo el signo de Lenin, sino también de Luxemburgo y Liebknech.
221 J. Schwab (1887-0000): miembro de la Liga Espartaco y uno de los fundadores del PC alemán, del que fue expulsado en 1929 por pertenecer a la Oposición de Derecha. En 1932 se unió al SAP. Volvió al stalinismo después de la Segunda Guerra Mundial, y ejerció cargos en el gobierno de Alemania Oriental.
222 Comintern (Internacional Comunista o Tercera Internacional): fue organizada por Lenin como sucesora revolucionaria de la Segunda Internacional. En tiempos de Lenin se hacían congresos una vez al año (desde 1919 a 1922). Luego que Stalin asumió el control del Estado, el siguiente congreso fue en 1924, el sexto en 1928 y el séptimo recién en 1935. Trotsky lo llamó el “congreso de liquidación”, y de hecho fue el último hasta que Stalin anunció su disolución en 1943, en señal de amistad con sus aliados imperialistas.
223 En 1923 se formó la Oposición de Izquierda en el Partido Comunista Ruso (bolcheviques-leninistas o “trotskistas”), y en 1930 la Oposición de Izquierda Internacional en la Comintern. Cuando el Partido Comunista Alemán dejó que Hitler tomara el poder sin mover un dedo y la Comintern no fue capaz de hacer una crítica de esta política, Trotsky decidió que la Tercera Internacional había muerto como movimiento revolucionario y que había que formar una nueva internacional. La conferencia de fundación de la Cuarta Internacional se llevó a cabo en París el 3 de setiembre de 1938.
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