"Si
la geoestrategia exige sacrificar al pueblo sirio, que tengan el valor
de decirlo. Pero como tienen que ser además de "izquierdas", hacen algo
peor: niegan que haya una dictadura y niegan que haya un pueblo que
lucha contra ella"
Corriente Roja: Con la caída de Ben Ali y el reciente proceso electoral ¿consideras que se ha cerrado el proceso revolucionario en Túnez?
Santiago Alba Rico: Al
contrario. La caída de Ben Ali abrió el proceso revolucionario, que
tuvo sus dos momentos fundamentales en las dos ocupaciones de la Qasba
(a finales de enero y a finales de febrero). La segunda llevó al
reconocimiento de algunas de las reivindicaciones políticas de las
movilizaciones populares -entre ellas las elecciones para una
Constituyente- pero de algún modo transformó, por su propio éxito, el
curso de las protestas. El impulso popular espontáneo entró parcialmente
así en el molde de una politización convencional guiada por un sistema
de partidos; y digo parcialmente porque las demandas sociales y
económicas se mantuvieron insatisfechas y una buena parte del malestar
organizado durante el levantamiento quedó fuera de las urnas. La
abstención del 23 de octubre -en torno al 40%- hay que relacionarla con
sectores juveniles que sintieron traicionada la revolución y siguen
pensando en emigrar a Italia y con sectores radicales que vivieron como
un gran fracaso la incapacidad de la izquierda para presentar una
candidatura unitaria (tras la disolución del Frente 14 de Enero). No se
pueden menospreciar los logros, pero la victoria política de la segunda
Qasba fue acompañada de dos derrotas decisivas en términos rupturistas:
la del ministerio del Interior, cuyo aparato sigue intacto, y la de los
tribunales, que permanecen sin cambios. Se ha perdido una oportunidad de
ir más lejos, pero buena parte de las causas de la revolución siguen
vivas y la acumulación de fuerzas y de conciencia ha sido muy grande.
El
nuevo gobierno provisional está encabezado por los islamistas
moderados, ¿a qué se debe su triunfo? ¿Consideras que van a cumplir con
las expectativas de la población?
Santiago Alba Rico:
El triunfo de los islamistas se debe a dos motivos. El primero es que
representan a los ojos de muchos tunecinos la ruptura ética y política
con el antiguo régimen; fueron los más perseguidos y se presentan con un
aura de honestidad insobornable frente a una población que se levantó
sobre todo contra la corrupción del régimen de Ben Ali. El segundo es la
estrategia equivocada del centro-izquierda, notablemente de los dos
partidos ya legales bajo la dictadura (el PDP de Nejib Chebbi y el Polo
de Ahmer Brahimi), identificados por la mayor parte de la población como
burgueses y pro-occidentales y que, en lugar de centrarse en los
problemas reales de la gente, enfocaron toda la atención en el falso
problema del laicismo. Como reacción, muchos sectores populares buscaron
un referente en la identidad islámica. En cuanto a cumplir las
expectativas de la población, no creo que Nahda disponga ni del programa
ni de la voluntad para hacerlo. No se puede contentar a la oligarquía
tunecina y a los mercados financieros internacionales y al mismo tiempo
emprender ambiciosas políticas sociales que resuelvan los problemas
estructurales. "El islam huwa al-jal" es una fórmula mágica; las
sociedades pueden vivir de magia -o de religión- un período, pero la
realidad acaba por imponer sus duros límites.
¿Cómo
es visto este gobierno por los militares y las potencias
imperialistas?, ¿han propuesto algún proceso de nacionalización o de
ruptura de tratados con el imperialismo?
Santiago Alba Rico:
Tanto los EEUU como la UE se han resignado a cambiar de estrategia y
están negociando con los islamistas. A cambio, los islamistas no dejan
de hacer concesiones. En su reciente visita a Washington, Rachid
Al-Ghanouchi hizo unas declaraciones muy ambiguas, por ejemplo, sobre la
cuestión palestina. pero el discurso de Nahda es polisémico: cada vez
que habla tiene que dirigirse a cinco o seis interlocutores distintos
(las potencias occidentales, sus votantes de derechas, sus votantes de
izquierdas, los salafistas, sus aliados en el gobierno). Habrá que
seguir con atención los debates de la constituyente y sobre todo las
primeras medidas de un gobierno tripartito en el que lo más fácil es
quemarse. En las próximas semanas veremos si hay algún cambio en
política exterior y si se acometen o no las reformas internas pendientes
relacionadas con el viejo aparato del Estado. La presencia de Moncef
Marzouki (del CPR) como presidente de la república garantiza, en todo
caso, una pugna progresista y nacionalista dentro de la coalición de
gobierno.
La
clase obrera tunecina fue protagonista en la caída de la dictadura con
sus huelgas generales, ¿hay paz social ahora en Túnez? ¿hay cambios en
la situación de la vida de las masas?
Santiago Alba Rico: La
situación de los trabajadores y desempleados no ha dejado de agravarse
como consecuencia de la crisis del turismo, la salida de empresas
extranjeras y la guerra en Libia. Desde el 14 de enero no ha habido un
solo día sin huelgas o protestas laborales y, tras un pequeño paréntesis
en vísperas de las elecciones, las movilizaciones se han reactivado en
las regiones del interior. La última en Gafsa hace pocos días -que aún
continúa- en protesta por el paro y la distribución de puestos de
trabajo por parte de la Compañía de Fosfatos (así empezaron las
revueltas de la cuenca minera en 2008).
Alfonsín
en Argentina decía que con la democracia (burguesa) se come y se tiene
techo, allí se demostró que con eso no basta, ¿qué perspectivas hay en
Túnez?
Es
difícil hacer predicciones, pero creo que en Túnez comenzó un
movimiento sísmico cuyas réplicas, de ida y vuelta, van a seguir
ondulando la región. Creo que todo esto no ha hecho más que empezar,
también en Túnez, donde hay más margen de maniobra y donde quizás se
permita un poco más de democracia burguesa, pero donde en cualquier caso
el islamismo hegemónico tendrá que responder a la presión popular, cosa
que no podrá hacer sin enfrentarse al diseño euro-estadounidense para
la zona.
Siria:
Al
igual que pasó con el dictador Gadafi Bashar el Assad ha encontrado el
respaldo de un sector de la izquierda que acusa a los manifestantes de
agentes de la CIA. ¿que opinión te merecen esas declaraciones?
Santiago Alba Rico:
Más que una opinión, mi respuesta toma la forma de dolor. Preferiría
que ese sector de la izquierda al que te refieres fuese tan cínico como
las potencias imperialistas, que no dudan en apoyar hoy a los que
traicionarán mañana y disimulan poco su desprecio por los pueblos. Si la
geoestrategia exige sacrificar al pueblo sirio, que tengan el valor de
decirlo. Pero como tienen que ser además de "izquierdas" y proteger su
conciencia, hacen algo peor: niegan que haya una dictadura y niegan que
haya un pueblo que lucha contra ella. Lo malo es que esto tiene también
sus efectos.
Yo
he sido acusado de justificar, facilitar o incluso pedir una
intervención por afirmar la existencia de un levantamiento popular; lo
peor de esta criminalización (expresada algunas veces de forma poco
serena y respetuosa) es que ignora, a la inversa, la enorme
responsabilidad que está teniendo la posición de ese sector de la
izquierda (con gobiernos en América Latina) en el curso de las revueltas
árabes y en el éxito de la contrarrevolución. Juegan a la profecía
autocumplida. No mandan ni armas ni dinero ni su experiencia
organizativa; ni siquiera una palabrita de apoyo. Entregan el territorio
y el discurso y luego -voilá- ahí lo tenemos, ya lo habíamos dicho: son
todos peones de la CIA. Podrá decirse que los gobiernos
latinoamericanos no pueden permitirse intervenir, que ya tienen bastante
con ocuparse de defenderse a nivel continental y crear, por ejemplo, la
CELAC. Pero es que desgraciadamente han intervenido; ellos también han
intervenido y de la peor manera, apoyando a quienes debían ser sus
enemigos porque eran tan enemigos de los pueblos como sus patrones
occidentales. Yo soy pequeño y no tengo poder; no he hecho mucho daño.
Ellos son grandes y tienen mucho poder; todo un bloque -por primera vez
en décadas- que podía haber maniobrado para dificultar la repenetración
de las fuerzas neocoloniales en la zona. Les han dejado el terreno
expedito. Y las fuerzas imperialistas, claro, entran e intervienen, que
es lo que han hecho siempre que les dejan. Cuando uno había confiado
ingenuamente en la renovación de la izquierda desde América Latina, hete
aquí que el socialismo del siglo XXI se parece mucho -mucho- al del
siglo XX, también por el modo en que trata a sus propios compañeros de
viaje.
El
pueblo sirio, como es natural, esperaba que Bashar cayera por medios
pacíficos, sin embargo, ya son más de 4.000 muertos los que ha producido
la represión del régimen, ya hay enfrentamientos armados. ¿Consideras
que justificable o necesaria la respuesta armada al régimen sirio?
Santiago Alba Rico: Hay
dos cuestiones. La primera es de principio: considero justificado
-legítima defensa- que la población se arme, tras meses de represión
feroz, contra un enemigo que no tiene piedad. La segunda es más bien
táctica. Estoy de acuerdo con el opositor Michel Kilo en que el peligro
está en que se arme no la población para defenderse sino el llamado
Ejército Libre Sirio para atacar al ejército de Al-Asad. Creo que hasta
hace muy poco las Coordinadoras en el interior, que son las que deben
decidir -pues son los que se juegan la vida- tenían muy clara su
oposición tanto a una intervención extranjera como a una militarización
de la revolución. En todo caso, lo que me irrita es que sean
precisamente aquellos que en otros escenarios apuestan muy alegremente
por la lucha armada los que en el caso de Siria consideran sospechoso
-¡tras ocho meses!- el recurso a las armas o incluso una prueba
retrospectiva de que todo ha sido un montaje de la CIA. Esa es, claro,
la propaganda del régimen y de la agencia SANA.
Hay
sectores que siguen planteando las movilizaciones pacíficas a pesar de
las masacres, otros quieren la intervención de tropas la OTAN o la ONU, o
sea, del imperialismo, ¿qué resultado tendría esta intervención?
Santiago Alba Rico: Me
equivoqué con Libia y quiero ser prudente, pero veo muy difícil una
intervención. Me parece más probable, como sugería Abdelbari Atwan, el
editorialista de Al-Quds-al-Arabi, que finalmente las potencias
occidentales decidan que se ajusta más a sus intereses en la zona el
sacrificio del pueblo sirio y de su revolución democrática. Y esto, en
parte, porque una intervención pondría patas arriba la zona del planeta
donde hay una mayor concentración de intereses y de conflictos. Me
parece más probable una intervención contra Irán, cuyo efecto, en
cualquier caso, sería también parecido. El aislamiento de Israel hace
temer un movimiento de alto riesgo; contra la pared, se trata de quebrar
la línea Irán-Siria-Hizbulá y de paso convertir la primavera árabe en
un infierno de conflictos civiles confesionales y sectarios (es muy
evidente la búsqueda de un enfrentamiento entre chíies y sunníes en toda
la región). Pero sin contar con que Rusia y China pudieran reaccionar,
el resultado sería tan apocalíptico que quizás acabe predominando el
pragmatismo en un mundo, en cualquier caso, atravesado por impulsos muy
irracionales (sobre todo en el gobierno de Israel). Ese pragmatismo
implica optar por el mal menor y el mal menor para todos -salvo, claro,
para los sirios- es el fin de la revolución. Por todas partes se ven
signos de un retroceso occidental. La pregunta es: ¿se puede ya volver
atrás o es demasiado tarde?
También
relación a Siria, ves un paralelismo en que ahora la "comunidad
internacional" quiere intervenir para proteger a la población civil,
después de meses y meses en los que se mantuvo la represión y ahora es
cuando empieza a haber una respuesta armada por parte de la oposición.
Antes de que hubiera esta respuesta solo había llamamientos al gobierno e
incluso como llegó a plantear trinidad Jiménez que seguía existiendo la
posibilidad de que Bashar mantuviera su legitimidad si hacía algunas
reformas. Yo opino además que si se da la intervención imperialista no
va a ser con la exclusión aérea, pues en este caso de poco serviría dado
que Bashar con lo que ataca a la población es con armas y tanques y no
hay ciudades (que yo sepa) liberadas a las que esté bombardeando) lo que
significaría que se le facilitaría la entrada directa (como tropas de
interposición), tal vez en Homs en otras poblaciones, dividiendo al país
y colonizándolo.
Creo
imposible una intervención terrestre de la OTAN en un país donde Rusia
tiene bases y ha dejado clara su oposición a cualquier intromisión
militar en los asuntos sirios. Se apuntó la posibilidad de que ese papel
militar lo jugase Turquía, pero Turquía -como la Liga Árabe- también ha
reculado en los últimos días en su beligerancia contra el régimen de
Al-Asad. Tengo la impresión de que la situación se va a estancar. Aunque
el Ejército Libre sirio, que no obedece órdenes del Consejo Nacional
Sirio, pueda seguir intentando forzar las cosas con ataques
crecientemente espectaculares. Pero la oposición misma ha percibido
tanto los riesgos de una intervención como este retroceso o
estancamiento y vuelve a plantear el retorno a las formas originales de
la revuelta, basadas en la desobediencia civil. La huelga general
indefinida convocada en las ciudades rebeldes señala claramente este
retorno a los orígenes como respuesta también al claro estancamiento -si
puede definirse así la muerte cotidiana de manifestantes- de la
situación.
Libia
C.R: Sobre
Libia tenemos un gran acuerdo político en relación a lo que significaba
Gadafi y la rebelión o revolución contra él. Ahora la "comunidad
internacional" se desvela porque el nuevo gobierno, que tardaron varias
semanas en conseguir formar, sea reconocido por la población, y más bien
que consiga gobernar. Para ello tiene la dificultad de que las milicias
rebeldes siguen existiendo y por supuesto están armadas. ¿Tienes
información sobre cómo está realmente la situación del poder en Libia en
estos momentos?
Santiago Alba Rico: La
situación es complejísima y su complejidad misma demuestra, como he
escrito más de una vez, que la OTAN bombardeó Libia, pero no controla el
país. Las últimas noticias son inquietantes: las milicias, a las que se
habían dado dos semanas de plazo, se niegan a desarmarse y abandonar
Trípoli, donde la población se manifiesta contra ellas; en Benghasi, ha
comenzado un sit-in en la plaza de la revolución en la que los jóvenes
que comenzaron las revueltas en febrero reclaman una "revolución para
corregir el rumbo" y exigen la destitución de Abdel Jalil, la disolución
del CNT y la formación de un gobierno sin lazos con el régimen de
Gadafi. Hace unos días las milicias de Zintan tomaron el aeropuerto de
Trípoli y sostuvieron choques armados con el ejército nacional libio. Al
mismo tiempo, los Amazigh, el 10% de la población, salen también a la
calle a reclamar sus derechos.
El
derrocamiento de Gadafi saca a la luz un millón de tensiones en un país
armado hasta los dientes y sin ninguna tradición de lucha o negociación
política. En estas condiciones, los acuerdos entre los Hermanos
Musulmanes y el Grupo Islámico Combatiente son la única garantía de
establecimiento de una mínima institucionalidad que permita la
construcción desde cero de un Estado civil. Los lazos entre Nahda y los
HHMM libios son muy fuertes, como lo demuestra la presencia de Rachid
Al-Ghanouchi el pasado día 10 de diciembre en Trípoli para participar en
el llamado Congreso por la Reconciliación. La situación es mucho más
inestable que en Túnez o incluso que en Egipto, pero el bombardeo de la
OTAN no da más ventajas en Libia a la intervención occidental. | |
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