martes, 30 de junio de 2009

La sociedad proxeneta



Crítica Digital


En plena ruta, una whiskería pasa por la ventana, alguien señala el sitio y lo nombra como lo bautizó la tele. Mirá: un "vidasrobadas". Fernanda Sández.

Por F. Sández
28.06.2009
Enero, en plena ruta, camino al norte. Una whiskería pasa por la ventana, alguien señala el sitio y lo nombra como lo bautizó la tele. Mirá: un “vidasrobadas”.

Por increíble que pueda parecer, no fue sino hasta la emisión de esa telenovela (Vidas robadas) que algunas cosas comenzaron a verse.

Susana Trimarco, madre de Marita Verón (secuestrada hace siete años por una red de explotación sexual) y presidenta de la Fundación María de los Ángeles, arrima un dato: –Durante la emisión de la telenovela, llegamos a tener 58 llamados por día. Denuncias, pedidos de auxilio, de todo –dice. Para muchos, el culebrón protagonizado por Facundo Arana fue el primer contacto con una realidad que para otros sigue siendo ficción. ¿Esclavas sexuales? ¿A quién se le ocurre? Las redes de trata de personas tienen hasta eso a su favor: la incredulidad del amable público, la resistencia a creer que una mujer pueda ser explotada sin más.

“¿Por qué no se escapan? Lo que pasa es que les gusta la plata fácil”, escuché argumentar alguna vez a un bobalicón. Sin embargo, su idea es la de muchos otros. Legisladores, incluso. Sólo así puede entenderse la sanción, hace poco más de un año, de una ley tan sesgada como la 26.364, que –si bien federalizó el delito– invierte la carga de la prueba y fuerza a las víctimas mayores de edad a demostrar que no consintieron su propia explotación.

¿Una mala ley es mejor que nada? No crean. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) destaca que “una legislación inadecuada significa que las autoridades policíacas a menudo prefieren no enjuiciar a los traficantes del todo, porque saben que el esfuerzo empleado rara vez resulta en una condena”. Entre la letra de la ley y la realidad puede haber un océano. Y muchos buenos negocios intocados, claro.

El negocio de unos con la carne de otras. Otras que hace cien años eran “franchutas”, “polacas”, “gallinas”, y que hoy son “plazas” o “cabezas”. Ya en 1927, el periodista francés Albert Londres habla, en El camino de Buenos Aires, precisamente de eso: de cómo la Reina del Plata era en aquellos años de expansión la capital mundial de sexo de alquiler. Dice Londres, hablando de “las casitas” de La Boca: “Nadie mira a su vecino. Sólo se levantan cuando aparece la sacerdotisa. Entonces las miradas convergen en ella. Y vuelven a retumbar sobre las mismas baldosas una vez que ella cierra nuevamente la puerta. En ciertas épocas, esa puerta puede llegar a cerrarse unas setenta y cinco veces por día”.

Nada ha cambiado radicalmente desde entonces. Éste no es un tema de campaña, ni uno de esos que llenan plazas o encienden la garganta de los periodistas “serios”. La trata no despierta pasiones, no hace pelear a las vecinas. Es “New Liza”, en Flores, y el “Hot Pub Shakira”, sobre la ruta 4. Es parte del paisaje, y todos tan tranquilos. Así de claro lo dejó la "Primera Jornada sobre la Trata de Personas" organizada por la Legislatura de Buenos Aires, donde se dieron a conocer algunas cifras. Casi siempre aproximaciones, casi siempre del exterior. Aquí el tema no es tan relevante como para volverse número.

Se estima que a nivel mundial la trata afecta al menos a 4 millones de personas. Que el 90% son mujeres y niñas. Que es el tercer negocio ilegal más lucrativo del mundo, detrás de la venta de armas y de drogas, y está peleando ya por el segundo puesto. Que genera –anualmente– ingresos estimados en u$s 32.000 millones. Que el 85% de esa cifra guaranga proviene de la explotación sexual. Que captar a una chica en la Argentina cuesta $ 100, pero que ya en la red genera, anualmente, u$s 13.000. Que el “dueño” de 30 “cabezas” gana casi medio millón de dólares al año. Que la Argentina es –más allá de esa ley federal agitada en su momento cual bandera de liberación– un país que sigue sin hacer lo necesario. ¿Por qué? “Porque del trabajo sexual sale no sólo la caja chica de la policía, sino también el financiamiento de las campañas políticas”, me explicó alguna vez la dirigente travesti Pía Bauduracco.

Veamos ahora qué ha pasado tras la aprobación de la ley. ¿Mujeres rescatadas en 2008? 257. ¿Detenidos? 191. ¿Refugios para víctimas, como prevé la ley? Bien, gracias. “Me he cansado de hacer pedidos de informes sobre el tema, y nada. ¿Dónde están las víctimas rescatadas? Nadie lo sabe”, precisa la legisladora Fernanda Gil Lozano. ¿Condenas a explotadores en 2008? No hubo. Ni una. Todos éstos son datos oficiales. Algunos de ellos fueron presentados en el informe argentino elaborado para la "Segunda Reunión de Autoridades Nacionales en materia de Trata de Personas" de la Organización de Estados Americanos (OEA). Durante esa reunión se aseguró también que “para el gobierno argentino resulta de vital importancia que las campañas informativas dirigidas a la sociedad en la prevención y el combate del delito de trata de personas lleguen a la totalidad de la población”. ¿Vos viste alguna? Yo tampoco.

Cada año, el Departamento de Estado norteamericano lanza un “Informe sobre la Trata de Personas” a nivel mundial. En él se reportan los avances o retrocesos de cada país en este sentido. Para eso, contempla niveles o categorías según el cumplimiento de los estándares mínimos de lucha contra la trata humana (1, 2 y 3). Evalúa ya no sólo las leyes anti-trata, sino también las acciones de prevención y la persecución que se haga (o no) de los explotadores.

El reporte 2009 se dio a conocer el 9 de junio y la Argentina, por cuarto año consecutivo, vuelve a figurar entre los países que teclean entre las categorías 2 y 3. Figuramos en la lista de observación de la categoría 2, a la par de Angola, Argelia, Camboya y la República Democrática del Congo, entre otras naciones tan “abolicionistas” como la nuestra.

¿Qué dice el informe? En esencia, lo que dicen sotto voce la mayoría de las ONG dedicadas al tema: que las víctimas están desprotegidas, que hay complicidad oficial, que los verdaderos culpables siguen evadiéndose. Susana Trimarco también lo sabe, y lo cuenta: –A mí estos atorrantes me llaman todo el tiempo. ¿Y saben qué me dicen? Que gracias al trabajo de mi hija tienen los mejores
abogados.

–No nos toman las denuncias –agrega Monique Altschul, de Mujeres en Igualdad. No hay trata sin cómplices necesarios, dice Viviana Caminos, de la Red Alto al Tráfico, a la Trata y a la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes en Argentina (RATT).

Pero, como bien decía Londres hace casi cien años, “mientras siga habiendo desocupación, mientras haya muchachas con frío y hambre, mientras no ganen lo suficiente como para permitirse enfermar (…) no habremos hecho otra cosa que fuegos y grandes gestos. La responsabilidad es nuestra. No la descarguemos en otros”.

No hay, en definitiva, vidas robadas. Sí vidas invisibles –invivibles– sosteniendo sobre sus espaldas un negocio fabuloso en el que nadie quiere dejar de mojar su pan. Ni tampoco mirar muy de cerca. La sociedad proxeneta puede respirar tranquila. El camino de Buenos Aires sigue intacto, y enriqueciendo a los mismos de siempre.

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