“Vi como cien personas caminando hacia mí: mujeres con niños, ancianos. Tuve pocos segundos para decidir qué hacer, pero al ver a la gente a pocos metros de la libertad, supe que si intentaba detenerlos, lo único que haría sería hacer estallar una bomba”.
Así recuerda el oficial a cargo del puesto de frontera húngaro ese 19 de agosto de 1989, cuando se organizó un Picnic Paneuropeo para celebrar el desmantelamiento de las alambradas que durante décadas dividieron el Este del Oeste de Europa.
Los jóvenes de Alemania del Este solían pasar vacaciones en Hungría, pero este año había una razón especial: el régimen totalitario húngaro estaba cayendo, y había decidido abrir por primera vez las fronteras hacia el Occidente. Cerca de 50000 alemanes del este aprovecharon este resquicio para pasar a Alemania Occidental, conduciendo a la debacle del régimen totalitario de Alemania del Este.
De la ocupación militar a la revolución antitotalitaria
Al terminar la II Guerra Mundial, el Ejército Rojo ocupó Europa del Este y Alemania Oriental, como resultado de lo cual se expropió a la burguesía, pero se establecieron regímenes totalitarios protegidos por las tropas soviéticas.
Alemania fue dividida en dos: una parte quedó bajo el control de la URSS, y otra al mando de los aliados (Estados Unidos, Francia e Inglaterra). En 1961 se construyó el infame Muro de Berlín que dividió la ciudad y las familias en dos partes.
Las insurrecciones contra la ocupación soviética no tardaron en llegar. Berlín en 1953, Hungría en 1956, Checoslovaquia en 1968, todas fueron aplastadas por los tanques soviéticos.
En la “revolución de los concejos”, durante quince días de octubre y noviembre de 1956, los obreros y los estudiantes tuvieron en sus manos las calles del país hasta que fueron aplastados por los tanques soviéticos. El reformista Imre Nagy fue ejecutado, y se estableció un régimen al mando de Janos Kadar.
1989: el imperio retrocede
En 1989, la descomposición del régimen soviético era imparable. Mijail Grobachov intentaba contener el descalabro económico y las crecientes demandas de democracia mediante la glasnost, y una reforma procapitalista, la perestroika, pero el proceso se le salía de las manos.
El 23 de agosto de 1989, al cumplirse 50 años del pacto nazi-soviético que entregó a Stalin parte de Polonia y los países bálticos, dejándole las manos libres a Hitler para iniciar la ocupación de Polonia y la II Guerra Mundial, una cadena humana de dos millones de personas se extendió 600 Km en todos los países bálticos pidiendo libertad.
El control soviético sobre el Este de Europa también se deshacía. En julio, en una reunión de la alianza militar del Pacto de Varsovia, se revocó oficialmente la “Doctrina Berzhnev” de soberanía limitada para los miembros de la Alianza, lo cual significaba que las fuerzas armadas soviéticas no intervendrían de nuevo para defender a los regímenes títeres de Moscú.
Se inicia la segunda revolución húngara
El régimen de Janos Kadar fue uno de los primeros en iniciar la apertura capitalista, pero esta provocó una importante crisis económica, lo cual, sumado al odio contra las tropas ocupantes, fue llevando a un aumento del descontento popular.
El Comité Central del Partido Socialista de los Trabajadores de Hungría (PSTH), el nombre de los comunistas gobernantes, estableció un comité para analizar los hechos de 1956. En enero de 1989 se presentaron las conclusiones, describiendo lo que ocurrió en 1956, no como una “contrarrevolución”, sino como una insurrección popular. Este anuncio fue hecho en el programa radial más importante, sin antes consultar a la dirección política, abriendo una seria crisis, pues los burócratas sintieron que la base del sistema político, la derrota de la revolución de 1956, era cuestionada.
El 22 de marzo de 1989 los partidos y organizaciones de la oposición que empezaba a surgir, llamaron a una Mesa Redonda. En junio, el PSTH tuvo que aceptar negociar las condiciones de una transición política, incluyendo las organizaciones de masas, lo que llevó posteriormente a la apertura de las fronteras, la disolución del PSTH, la declaración de la República de Hungría y la convocatoria a elecciones y la salida del Ejército Rojo que ocupaba el país desde 1956.
Un momento crucial fue cuando el gobierno aprobó volver a enterrar a Imre Nagy, el dirigente de la revolución de 1956, acto que se llevó a cabo el 16 de junio de 1989 con cientos de miles de personas rindiéndole tributo. En julio, convenientemente, murió Janos Kadar.
Al escuchar por radio que miles de jóvenes este alemanes cruzaban a Austria y a Alemania Occidental, la oleada se hizo imparable. Los que intentaban viajar empezaron a agolparse en las embajadas en Praga y Budapest, iniciando las masivas movilizaciones que terminaron con el régimen totalitario de Erik Honecker en octubre de ese año y que condujeron a la caída del Muro de Berlín unificando Alemania en noviembre.
Veinte años despuésVeinte años después, el pueblo húngaro ha vuelto a las calles, no ya contra el regimen totalitario comunista, sino contra el gobierno de los mismos burócratas, ahora enriquecidos por las medidas capitalistas.
Hace un año, Hungría era candidata a entrar a la zona del Euro, pero con la crisis mundial, la moneda local se devaluó y la carga de la deuda externa se hizo insoportable.
El gobierno de Ferenc Gyurcsany, del Partido Socialista gobernante, adoptó medidas de austeridad provocando un enorme descontento, lo que llevó a su caída a fines de marzo, en paralelo con la caída de los gobiernos de Letonia y de la República Checa.
Los trabajadores del Este de Europa están enviando un claro mensaje: no destruyeron a los regímenes totalitarios para vivir en la miseria capitalista y no dudarán en repetir revoluciones como las de entonces.
Por Carmen Carrasco
Fuente: www.convergenciadeizquierda.org
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