Shanghai. — En medio de fuertes presiones para mantener bajos sus costos, fabricantes de todo el mundo han confiado durante años en los millones de trabajadores chinos que hacen sus productos por salarios bajos. En los últimos tiempos, sin embargo, los obreros han comenzado a marcarle un límite a las compañías.
Varias protestas recientes de trabajadores y la reacción del gobierno chino a una ola de suicidios en una fábrica de aparatos electrónicos parecen mostrar que los líderes comunistas, al menos tácitamente, están de acuerdo. A fines de mayo, el máximo líder del Partido Comunista en la industrializada provincia de Guangdong, Wang Yang, visitó la enorme planta de Foxconn Technology, fabricante de productos de gigantes occidentales como Apple, Dell y Hewlett-Packard, donde diez trabajadores se han suicidado. Wang urgió a la compañía a implementar un "ambiente de trabajo mejor, más humano" para sus empleados, la mayor parte de ellos jóvenes.
Otra generación. “Los trabajadores de las generaciones nacidos en los años 80 y 90 necesitan más cuidados y respeto y necesitan ser motivados para trabajar con entusiasmo”, explicó el funcionario, quien ha apoyado iniciativas para que Guangdong dependa menos de las exportaciones de productos baratos y poco avanzados.
Esta transición está sucediendo en toda China. Los fabricantes, bajo la presión de ofrecer bajos costos, tienen problemas para encontrar y retener trabajadores jóvenes. Estos, criados en una época de relativa prosperidad, ya no están tan dispuestos como sus antecesores a tragarse la amargura de los salarios bajos y los ambientes de trabajo miserables.
Las empresas de Shanghai se quejan de que no encuentran suficientes obreros jóvenes, calificados o no. Los contratistas que necesitaban terminar las obras de la Exposición Mundial de Shanghai debieron pagar bonificaciones altas a sus trabajadores para que no se fueran durante las vacaciones del Año Nuevo lunar chino. A fines de mayo, una fábrica de autopartes de Honda estuvo dos semanas paralizada por una huelga en busca de aumentos de salario.
China prohíbe que los trabajadores se sindicalicen sin autorización estatal, por lo que las únicas organizaciones permitidas son la Federación de Sindicatos de Oficios y las filiales del Partido Comunista en cada compañía.
Tolerancia oficial. Sin embargo, en los últimos años, las autoridades parecen tolerar cada vez más protestas pacíficas y esporádicas. En el delta del río Yangtzé, cerca de Shanghai, las sentadas de protesta y otras manifestaciones son comunes, aunque pocas veces aparecen en los medios estatales.
A inicios del 2008, China aprobó una ley de contratos laborales, que fijó estándares para contrataciones, despidos y el uso de trabajadores temporales, entre otras condiciones, y generó conciencia entre los empleados de sus derechos. Al año siguiente, el número de conflictos laborales se duplicó, según un estudio del Foro Internacional de Derechos del Trabajo.
El informe, divulgado en mayo pasado, determinó que las compañías que no habían cumplido con las reglas laborales anteriores debieron pagar un promedio de 33% de aumentos salariales al ser aprobada la nueva legislación. Aún así, gran parte de los trabajadores —más de la mitad en algunas regiones— siguen sin contratos legales.
Suba salarial. “Los salarios han venido aumentando en los últimos años, pero comparados con los precios, que se han disparado, permanecen muy bajos”, lamentó el activista Li Qiang, fundador del Observatorio Laboral de China, con sede en Nueva York.
“El gobierno reconoce el problema. Por eso, aunque las huelgas siguen siendo ilegales, algunas se permiten tácitamente. Claro que las huelgas y protestas tienen que respetar ciertos límites”, explicó.
Las condiciones de trabajo varían mucho según las diferentes regiones del país: hay fábricas modernas como las de países occidentales y otras con un calor sofocante donde se trata a los obreros como esclavos. Hace poco, la policía de la provincia norteña de Hebei liberó a 34 migrantes cautivos en uno de éstos, según el diario estatal China Daily.
Foxconn anunció que instalaría redes de seguridad en sus edificios y contrataría más psicólogos para su fábrica de Shenzhen. Esta ciudad industrial de Guangdong, cerca de Hong Kong, fue el epicentro original de la migración de mano de obra barata en los años 80 y 90. La fábrica tiene líneas de ensamblaje con aire acondicionado, calles bordeadas de palmeras, restaurantes de comida rápida e instalaciones de entretenimiento. Pero hay activistas que acusan a la compañía de usar un estilo militar para manejar a sus trabajadores, mantener líneas de producción demasiado rápidas y cargas laborales excesivas que deshumanizan a los empleados. Muchos de éstos son adolescentes y veinteañeros que por primera vez viven lejos de sus familias. Foxconn, la contratista más grande del mundo en fabricación de aparatos electrónicos, rechazó las acusaciones.
Caso testigo: Foxconn. El conflicto en Foxconn es para muchos observadores en China una lección para los gerentes que buscan seguir compitiendo en el mercado global del siglo XXI y al mismo tiempo atraer a trabajadores jóvenes con expectativas diferentes. “El incidente de Foxconn muestra un gran problema: las personas no son máquinas”, escribió Jin Bei, jefe del instituto de investigación industrial de la Academia China de Ciencias Sociales, en una columna reciente en el diario económico China Business Journal.
Las mejoras en la calidad de vida y en la “dignidad individual” obligan a las compañías a tratar bien a los trabajadores, aún cuando la competencia global se intensifica, agregó Jin. “De no ser así”, advirtió, “tragedias y crisis como éstas serán inevitables”.
(El investigador de Associated Press Ji Chen contribuyó a este informe).
Fuente: http://www.lacapital.com.ar/contenidos/2010/07/18/noticia_0001.html
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