miércoles, 29 de diciembre de 2010

Revolución y contrarrevolución en Cuba

Escrito por Martín Hernández    
En el interior de la LIT, desde hace algunos años venimos estudiando la situación cubana y debatiendo sobre el carácter de ese Estado, así como sobre el programa que se desprendería de dicho carácter. La LIT aún no ha tomado una posición definitiva (lo hará en su próximo Congreso Mundial a realizarse en el año 2011), sin embargo, varias de sus organizaciones y dirigentes (entre ellos el autor de este trabajo), por medio de intervenciones orales y/o escritas se han pronunciado, en forma categórica, afirmando que en Cuba, al igual que en el resto de los ex estados obreros, el capitalismo ya fue restaurado.

La anterior afirmación no significa poner un signo igual entre Cuba y el resto de los países latinoamericanos ya que, en este país, a pesar de la restauración del capitalismo, por haberse dado una revolución socialista triunfante (la única en todo el continente), sobreviven una serie de conquistas sociales que no existen en los otros países.

Sin embargo, la diferencia fundamental entre Cuba y el resto de esos países no es ésa. La diferencia fundamental es que, en el resto de los países de la región, las masas derrumbaron las diferentes dictaduras y, aunque la clase obrera y el pueblo no consiguieron tomar el poder, conquistaron importantes libertades democráticas. En Cuba, por el contrario, después de la restauración del capitalismo lo que existe es una dictadura, pero no una dictadura del proletariado contra la burguesía, como existía anteriormente, sino una dictadura capitalista, contra la clase obrera y el pueblo.

¿Por qué ésta es la diferencia fundamental con el resto de los países y no las conquistas sociales que aún perduran? Porque esas conquistas sociales, bajo el capitalismo, inevitablemente, se irán perdiendo. En realidad ya se están perdiendo, como lo demuestra, entre otras cosas, el hecho de que el pleno empleo no existe más. Frente a esa realidad, de pérdidas de las conquistas de la revolución, más tarde o más temprano, los trabajadores se verán obligados a salir a luchar en defensa de ellas pero, cuando lo intenten hacer, se encontrarán con una triste realidad: ellos no tendrán las más mínimas libertades para organizar esa lucha. Pues a diferencia de sus hermanos del resto del continente, no tendrán derecho a organizar una huelga ni un sindicato libre de la tutela del Estado (ni siquiera una asociación de trabajadores), ni un partido político diferente del partido gobernante ni tendrán derecho a editar un periódico o a realizar un acto contra el gobierno.

¿Cuál es, por lo tanto, la gran tarea planteada para la clase obrera y el pueblo cubanos? La misma que en su momento estuvo planteada en los otros países de la región: derrumbar esa dictadura, para conquistar las más amplias libertades democráticas y para avanzar en dirección a una nueva revolución socialista triunfante que, al igual que la de 1959, expropie a la burguesía, nacional e inter­nacional.
Esta es, en síntesis, la posición del sector de la LIT a la que nos referíamos anteriormente.

Esta posición ha provocado una furiosa reacción de un sinnúmero de dirigentes y organizaciones de izquierda, en especial de los partidos comunistas o de aquellas organizaciones que tienen origen en esos partidos. Por ejemplo en el Brasil, en el mes de abril de este año, el Comité Central del Partido Comunista Brasileño, publicó una declaración titulada La mano izquierda de la derecha en la que, entre otras cosas, señala: (…) esta internacional de fachada (la LIT-CI) se asocia al imperialismo para combatir la Revolución Socialista Cubana (…) sus pronunciamientos son al servicio del imperialismo (…) clasificar a la Revolución Cubana de “dictadura capitalista” es hacer el juego de la contrarrevolución.

Por otra parte, una serie de organizaciones que dicen ser trotskistas pero que a su vez son defensoras de los gobiernos de Cuba y de Venezuela, como no podía ser de otra forma, llevan adelante el mismo tipo de ataque que los partidos comunistas sólo que, normalmente, con mayor vehemencia.

Pero quizá lo más curioso es que existen otras organizaciones que no son castristas, como es el caso del Nuevo MAS y del PTS de Argentina, que también nos atacan duramente con epítetos muy similares a los de las corrientes stalinistas.

Decimos que es curioso porque estas corrientes no sólo dicen que el capitalismo fue restaurado en prácticamente todos los ex estados obreros, sino que opinan que la dirección castrista quiere la restauración del capitalismo en Cuba. Entonces no se entiende por qué nos atacan con tanta furia. Porque si ellos estuviesen realmente convencidos de que la dirección cubana quiere la restauración del capitalismo, ¿qué tendría de extraño que esa dirección, al igual que las de los restantes estados obreros, hubiese conseguido su objetivo?

Antes de terminar esta introducción se hace necesaria una aclaración sobre el título de este artículo: Revolución y contrarrevolución en Cuba.
Desde que León Trotsky escribió su famoso trabajo, “Revolución y Contrarrevolución en Alemania”, varios autores se inspiraron en ese título para referirse a otros países: “Revolución y Contrarrevolución en España” (Félix Morrow); “Revolución y Contrarrevolución en la Argentina” (Abelardo Ramos); “Revolución y Contrarrevolución en Cataluña” (Jorge Semprun).

Nuestra corriente no fue ajena a esta tradición. Así, Nahuel Moreno, en el año 1975 escribió un extenso trabajo titulado “Revolución y Contrarrevolución en Portugal”.
Ese reiterado “plagio” sobre Trotsky nos hizo dudar sobre la conveniencia de usar el mismo título para un trabajo sobre Cuba pero, al final, después de leer la declaración que hemos citado del Partido Comunista Brasileño, nos pareció que difícilmente podríamos encontrar un título más apropiado para abordar la actual problemática cubana.

La declaración del PCB no da un solo argumento para demostrar que en Cuba no se restauró el capitalismo. En lugar de hacer eso, siguiendo fielmente la vieja y repugnante tradición del stalinismo responde a los que sí damos argumentos para demostrar lo que decimos, acusándonos de agentes del imperialismo. Sin embargo, queremos destacar algo positivo de la declaración del PCB. Ella comienza con la siguiente frase: Defender la Revolución Cubana es una cuestión de principios. Sin duda, una bella frase, que todo revolucionario debería apoyar, sólo que, en la actual situación cubana, es necesario llenar esa frase de contenido, pues se trata de saber: ¿Dónde está la revolución y donde está la contrarrevolución en Cuba? Esta es la gran discusión y, en ese sentido, aunque la declaración del PCB dé una respuesta opuesta a la nuestra, ella tiene el mérito de entrar en el debate sobre este tema, que acabó inspirando nuestro título.

La importancia de este debate

Creemos que este debate sobre Cuba, además de ser importante, puede llegar a ser decisivo para el presente y el futuro del conjunto de las organizaciones de izquierda, en especial de América Latina.

Existe una tradición en la izquierda, a nivel mundial, en lo que se refiere a su postura frente a las dictaduras. Salvo raras excepciones (como fue el caso del Partido Comunista de Argentina que apoyó al dictador Videla, o el gobierno chino que apoyó a la dictadura de Pinochet), la izquierda, normalmente ha estado en contra de las dictaduras capitalistas y ha luchado, de una u otra forma, por su derrocamiento. Sin embargo, esta vieja y buena tradición de la izquierda puede estar llegando a su fin.

Si es correcto lo que nosotros afirmamos, que en Cuba hace tiempo que el capitalismo fue restaurado y que no existe un régimen democrático burgués sino que, al igual que en China, existe una dictadura sustentada en el Partido Comunista y en las Fuerzas Armadas, y que en Cuba no existen las más mínimas libertades democráticas, es decir, si es correcto que Cuba es actualmente una de las pocas dictaduras capitalistas que restan a nivel mundial y prácticamente la única que resta en América Latina, la postura de la izquierda, frente a esta dictadura, no es una cuestión de detalle.

La izquierda que apoya al gobierno cubano, hasta ahora está relativamente tranquila porque, para su suerte, los trabajadores cubanos aún no han manifestado, públicamente, su descontento con las medidas restauracionistas del gobierno. Sin embargo, el gobierno no parece estar tan tranquilo. Eso es lo que explica que Raúl Castro haya concurrido, el último 31 de octubre, al Pleno Ampliado del Consejo Nacional de la CTC (Confederación de Trabajadores Cubanos) para pedirles a los dirigentes sindicales que les expliquen a sus bases las bondades de las nuevas reformas económicas.

Raúl afirmó que “Cuba va para el precipicio” si no aplica esas reformas económicas (entre ellas, el despido de 1.000.000 de trabajadores del Estado) y, a partir de allí, les hizo el siguiente llamado: Corresponde a ustedes, desde el Secretariado de la CTC hasta el más modesto dirigente, jugar el mismo papel que en su momento desempeñara Lázaro Peña[1], que con sabiduría y experiencia, solicitó en el histórico XIII Congreso de la CTC, en 1973, renunciar a conquistas arrancadas a la burguesía, pues la situación había cambiado y los obreros eran los dueños de los medios de producción. Por ejemplo, propuso derogar una ley que, llena de buenas intenciones, pero incorrecta y por tanto insostenible desde el punto de vista económico, pagaba el 100% del salario a quien se jubilara con una conducta ejemplar en su vida laboral.
¿Podrán los hermanos Castro, y los dirigentes de la central sindical estatal, convencer a los trabajadores de que tienen que dejar de lado las conquistas arrancadas a la burguesía? ¿Podrán convencer a los trabajadores de que no tienen que defender sus puestos de trabajo? ¿Podrán convencerlos sobre la importancia de aumentar en forma cualitativa los precios de la luz? ¿Podrán convencer al millón de nuevos desempleados sobre que es posible transformarse en prósperos comerciantes, trabajando por cuenta propia, como peluqueros, sastres o jardineros?

Puede ser que lo consigan, dado que la dirección castrista, en función de su pasado, aún tiene mucho prestigio, pero también puede ser que no lo consigan y que en Cuba, al igual que lo que ocurrió en la mayoría de los otros ex estados obreros, los trabajadores y el pueblo se levanten contra las consecuencias de las medidas restauracionistas y comiencen a movilizarse, a hacer huelgas, a organizar comisiones de lucha, nuevos sindicatos e, incluso, a apelar a la violencia para defender sus derechos. Y si surge un movimiento de este tipo, como es muy probable que ocurra, ¿de qué lado se va a colocar la izquierda que hoy apoya al gobierno cubano?

¿Se van a colocar del lado de los trabajadores o van a sustentar al gobierno que en el pasado expropió a la burguesía pero que en el presente está restaurando el capitalismo?

Todo indica que esa “izquierda” va a continuar sustentando al gobierno (posiblemente con el argumento de que ese movimiento de los trabajadores es controlado por la CIA y por los gusanos). Sólo que apoyar y/o sustentar a una dictadura de este tipo, en especial en América Latina, donde las masas tienen una larga tradición de lucha antidictatorial, inevitablemente llevará a las organizaciones que así lo hagan a cambiar su carácter convirtiéndose, objetivamente, en organizaciones de derecha, o directamente a desaparecer.

Este pronóstico puede parecer exagerado, pero sería bueno recordar lo que pasó con las organizaciones pro soviéticas o maoístas que sustentaron hasta último momento a la ex URSS, a Alemania Oriental o a China cuando en esos países ya se había restaurado el capitalismo y las masas se habían insurreccionado contra las dictaduras “comunistas”. La mayoría de esas organizaciones, que dirigían o codirigían a la clase obrera de sus países y tenían influencia de masas, hoy no existen más, están reducidas a pequeños grupos o se han transformado en partidos burgueses.

¿Por qué demoramos tanto en darnos cuenta de que en la Ex URSS, en el Este europeo y en China el capitalismo había sido restaurado?

Aunque en nuestra opinión hace bastante tiempo que el capitalismo fue restaurado en Cuba, recién en este último año se está iniciando el debate, a nivel de la izquierda, sobre la existencia o no de ese hecho.

No es algo novedoso que surja este tipo de dudas y polémicas. Lo mismo ocurrió con la restauración en los otros estados obreros.

Por ejemplo, hoy en día no hay ningún sector de la izquierda, mínimamente seria, que puede dejar de reconocer que el capitalismo fue restaurado en la ex URSS, en el resto del Este europeo y en China. Sin embargo, fue necesario que pasaran muchos años para que la mayoría de la izquierda comenzase a preguntarse si el capitalismo había sido restaurado o no, y muchos más años para que se reconociese que ese hecho había ocurrido.

Por ejemplo, el capitalismo fue restaurado en la ex URSS a partir del año 1986; sin embargo, el gran debate en la izquierda sobre la existencia de este hecho comenzó cuatro o cinco años después, y el reconocimiento de la restauración, por la mayoría de la izquierda, sólo se dio en los inicios del nuevo siglo, es decir, 14 años después de que se produjo.

Con China, la desorientación fue mayor aún. La restauración se dio a partir del año 1978 y ella recién fue reconocida, por la mayoría de la izquierda, en los últimos tiempos, es decir, prácticamente 30 años después de ocurrida.

Hay una serie de factores para explicar esta generalizada incomprensión sobre lo que había ocurrido en los estados obreros burocratizados, pero el factor fundamental tiene que ver con la forma en que se dio la restauración.

Si durante la Segunda Guerra Mundial las tropas de Hitler hubiesen vencido a la Unión Soviética, habrían restaurado el capitalismo. Si esto hubiese ocurrido, la izquierda no habría tenido la más mínima duda de que el capitalismo había sido restaurado en el exacto momento en que este hecho se producía.

Pero no fue de esta forma que se restauró el capitalismo en los ex estados obreros. No fueron sectores de la burguesía internacional ni los antiguos burgueses nacionales quienes llevaron adelante esa tarea. Estos fueron los grandes beneficiados pero, quienes restauraron el capitalismo fueron los dirigentes de los Partidos Comunistas que estaban al frente de esos estados, y esto creó una gran confusión, fundamentalmente por hecho de que estos partidos, restauraron el capitalismo en nombre del socialismo y, más aún, atacando al propio capitalismo.

Por ejemplo, Gorbachov, el padre de la restauración del capitalismo en la ex URSS, decía en 1987 (un año después de que hubiera comenzado la restauración en su país): Hubo una opinión, por ejemplo, de que deberíamos desistir de la economía planificada y sancionar el desempleo. Pero no podemos permitir eso, dado que nuestro objetivo es fortalecer el socialismo y no sustituirlo por un sistema diferente. Lo que nos ofrece Occidente, en términos de economía, es inaceptable para nosotros (…).[2]

Esta doble cara de los burócratas de los partidos comunistas en el poder puede parecer sorprendente por su grado de hipocresía pero, en realidad, ella no tiene nada de sorprendente, pues tiene que ver con la propia naturaleza social de toda burocracia. Ni la burguesía ni la clase obrera tienen motivos para ocultar sus propósitos, pero la burocracia, por no ser una clase social sino un parásito de la clase obrera, sí los tiene. Pues, tal como decía Trotsky: Ella esconde sus ingresos. Disimula o finge no existir como grupo social (L. Trotsky, La Revolución Traicionada, p. 248).

Por ejemplo, un obrero no oculta que quiere ganar un sueldo mayor, y lucha abiertamente por eso. Un patrón no oculta ni precisa ocultar que quiere aumentar las ganancias de su empresa y, más aún, cuando lo consigue, lo hace público.

Con el burócrata ocurre lo opuesto. Él lucha con todas sus fuerzas para mantener y ampliar sus privilegios, pero no puede decirlo abiertamente porque esos privilegios surgen de la usurpación que hace del trabajo de los obreros y de las migajas que recibe del patrón y del Estado. Por eso, siempre, para mantener y ampliar sus privilegios tiene que ocultar sus verdaderas intenciones.

Las burocracias gobernantes en esos estados en los que se restauró el capitalismo no podían informar sobre sus planes a los trabajadores y al pueblo. No podían decirles que iba a restaurar el capitalismo y con eso iban a acabar con el pleno empleo, con la salud y la educación públicas y, mucho menos, les podían decir que su objetivo era convertirse en nuevos burgueses para explotar a esos mismos trabajadores.

Esas burocracias gobernantes restauraron el capitalismo diciendo todo lo contrario. Así, cada vez que tomaban una nueva medida para desmontar el antiguo estado obrero, decían que era para fortalecer el socialismo, y cuando no podían ocultar el carácter pro capitalista de una determinada medida, afirmaban que se inspiraban en Lenin, quien también, con la NEP, había hecho concesiones al capitalismo. Alexandr Yákovlev, un importante intelectual y dirigente del PC ruso, que fue el principal asesor de Gorbachov y el redactor de la Perestroika, confesó: Si hoy en día seguimos citando a Lenin es para tener una cierta credibilidad ante la opinión pública.[3]

Pero a esta confusión, provocada por el papel siniestro de las burocracias gobernantes, se agregó otro problema. La restauración del capitalismo fue un hecho inédito en la historia de la humanidad, que las nuevas generaciones de marxistas tuvimos que intentar descifrar. No obstante, nadie sabía, anticipadamente, cuáles serían las características centrales de ese proceso.

En general había la idea de que se podría hablar de restauración del capitalismo sólo cuando el grueso de los medios de producción y de cambio (fábricas, bancos y tierras) dejasen de ser del estado y pasasen a manos privadas, y cuando el grueso de los trabajadores fuesen asalariados de esas empresas privadas.

Sin embargo, en ninguno de los ex estados obreros, después que se dio la restauración, sobrevino la privatización generalizada de las empresas estatales, de las tierras, de los bancos y ni siquiera de la vivienda. Por ejemplo, en Rusia, en el año 1989 (tres años después de la restauración del capitalismo) sólo existían 10.000 viviendas particulares en todo el país, y en el año 1992 (seis años después de la restauración), de las más de 200.000 empresas existentes sólo 1.352 (la mayoría pequeñas) habían sido privatizadas.

Estos números nos confundieron completamente, de tal forma que, en los primeros años de la restauración, analizando las estadísticas, llegábamos a la conclusión de que no había habido restauración o de que ese proceso estaba empantanado.

En realidad, nadie tomó en consideración lo previsto por Trotsky en relación con cómo sería la restauración del capitalismo en sus primeros años. Él decía que si se diese la resturación, ésta se daría, en los primeros años, en el marco de la propiedad estatizada, que fue lo que acabó sucediendo.


Pero además de estos factores, que crearon confusión y nos impidieron ver en su momento que las burocracias gobernantes de esos estados habían restaurado el capitalismo, hubo dos factores más, aunque diferentes, en lo que se refiere a las corrientes políticas.
Las corrientes que tenían referencia en los países del Este, en la URSS o en China, se resistieron, hasta último momento, en reconocer la restauración del capitalismo, pues hacerlo significaba aceptar que ellos habían traicionado todas las revoluciones, lo que era lo mismo que aceptar que, históricamente, el trotskismo tenía razón.

Sin embargo, contradictoriamente, también la mayoría de las organizaciones trotskistas se resistieron a reconocer que la restauración había triunfado. Algunos por la pesada influencia del stalinismo y otros, la mayoría, porque en lugar de analizar la realidad tal cual era la analizaban a partir de uno de los pronósticos de Trotsky (aquel que decía que la restauración sólo podría imponerse por medio de una contrarrevolución sangrienta), y dejaban de lado el pronóstico fundamental de Trotsky, que era el que decía que si la burocracia seguía al frente de la URSS la restauración era inevitable.

La restauración del capitalismo: un proceso internacional del cual ningún estado obrero burocratizado pudo ni podía escapar

Como decíamos anteriormente la amplia mayoría de la izquierda resistió a aceptar que el capitalismo había sido restaurado en los ex estados obreros.

Se aceptaba que el capitalismo había sido restaurado en Alemania Oriental (después de la unificación con Alemania Occidental) pero no en el resto del Este europeo. Después, no hubo cómo negar que también allí se había impuesto la restauración pero se decía que eso no había ocurrido en la ex URSS, y cuando se aceptó que también en la ex URSS había triunfado la restauración, China y Cuba fueron alzadas como los “bastiones del socialismo”.

Esa idea que corría, y que corre en la izquierda, de que en un determinado país se podría restaurar el capitalismo y en otros no, muestra una incomprensión sobre lo que fue este proceso.

Lo que no se ha entendido es que, por el carácter de la economía mundial y, fundamentalmente, por el carácter de esos estados, ellos no tuvieron, especialmente los más débiles, otra alternativa que ir en dirección hacia el capitalismo, y esto que durante varios años fue una tendencia, se tornó una imposición a partir del triunfo de la restauración en la ex URSS.

Para entender este proceso, en términos teóricos, es necesario remontarnos a una polémica que se dio a partir del año 1924 en la ex URSS.

Los marxistas habían previsto que con el desarrollo del capitalismo también se desarrollarían sus propias contradicciones, a partir de las cuales llegaría un momento en que el sistema capitalista trabaría, en forma absoluta, el desarrollo de las fuerzas productivas. Cuando eso ocurriese estaría planteado superar el régimen capitalista por medio del comunismo, un régimen en el cual no habría explotadores ni explotados y en el cual todos sus componentes recibirían de acuerdo con su necesidad y aportarían de acuerdo con su capacidad, lo que permitiría que las fuerzas productivas se desarrollasen en forma indefinida. Pero los marxistas también habían previsto que no se podría pasar, en forma inmediata, del capitalismo al comunismo. Que sería necesario pasar por una fase intermedia, que Marx denominó “primera fase del comunismo”, y a la que posteriormente se la denominó “socialista”.

Esta primera fase del comunismo daría origen a una sociedad que, desde su nacimiento, sería superior, desde el punto de vista económico y cultural, a las más avanzadas de las sociedades capitalistas.

Partiendo de esta visión, la dirección del Partido Bolchevique –que había dirigido la toma del poder por los obreros– nunca entendió que su revolución era un objetivo en sí mismo. Por el contrario, al ser conscientes de que esa revolución (que contra lo que había previsto Marx fue hecha en un país sumamente atrasado) no podría triunfar si no se extendía a nivel mundial, principalmente a los países más avanzados, veían a su propia revolución sólo como una palanca para la revolución mundial. Eso es lo que explica que, después de la toma del poder y en medio de la guerra civil, la tarea central de esa dirección haya sido la construcción de la III Internacional, el partido mundial de la revolución.

Esta postura del Partido Bolchevique no era producto de un internacionalismo en abstracto o de una postura moral. Tenía que ver con una comprensión profunda del carácter de la economía mundial y de la imposibilidad de llegar al socialismo a nivel nacional, especialmente en Rusia, un país poblado mayori­tariamente por campesinos analfabetos.

Esta era, como decíamos antes, la visión de toda la dirección del Partido Bolchevique. Por ejemplo, unos pocos meses después de la muerte de Lenin, en abril de 1924, Stalin escribió: Bastan los esfuerzos de un país para derrumbar a la burguesía, ésa es la enseñanza de la historia de nuestra revolución. Pero para la victoria definitiva del socialismo, para la organización de la producción socialista, los esfuerzos de un solo país, sobre todo si él es rural como el nuestro, son insuficientes; se precisa de los esfuerzos reunidos de los proletariados de varios países avanzados.[4]

Sin embargo, esta visión sobre el carácter de la revolución y sobre el papel de la URSS en el plano internacional comenzó a ser cuestionada por Stalin pocos meses después de haber escrito ese texto.

A partir de las derrotas del proletariado europeo y de los primeros éxitos de la economía soviética, Stalin comenzó a defender su famosa teoría del “socialismo en un solo país”. Esa teoría, tal como lo señaló Trotsky: expresaba el inicio de la degeneración de la III Internacional.

La nueva teoría de Stalin afirmaba que la URSS podría llegar al socialismo, es decir, podría construir una sociedad más avanzada que los países más avanzados del capitalismo, prescindiendo de la revolución mundial.

Esta elaboración teórica de Stalin, que negaba toda la tradición del marxismo, va dar origen a una dura polémica con la Oposición de Izquierda, al frente de la cual se colocó León Trotsky.

En el año 1926 la Oposición de Izquierda presentó un texto en una asamblea plenaria del Comité Central del Partido Bolchevique que decía: Sería radicalmente equivocado creer que se puede marchar para el socialismo a un ritmo arbitrariamente decidido cuando nos encontramos cercados por el capitalismo. La progresión para el socialismo sólo será garantizada si la distancia que separa a nuestra industria de la industria capitalista avanzada, disminuye manifiesta y concretamente en vez de aumentar.

En ese CC, Stalin consiguió que se vote en contra de las propuestas de la Oposición con el siguiente argumento: Quien quiera que haga intervenir aquí el factor internacional ni siquiera comprende cómo se formula el problema y confunde todas las nociones, sea por incomprensión o por un deseo consciente de sembrar la confusión.
En la década de 1930 ese debate cobró mucha fuerza. Stalin, analizando el crecimiento de la economía de la URSS, afirmaba que ésta ya había llegado al socialismo y caminaba rumbo al comunismo.

Si bien Stalin estaba completamente equivocado al afirmar que la URSS ya era socialista, pues desde el punto de vista económico y cultural ella estaba muy lejos de alcanzar a los países capitalistas más avanzados, no estaba equivocado al resaltar el espectacular crecimiento de la economía soviética. Este crecimiento era tan importante que Trotsky, después de analizar las estadísticas económicas, en su libro La Revolución Traicionada, señalaba: Aún en el caso de que la URSS, por culpa de sus dirigentes, sucumbiera a los golpes del exterior –cosa que esperamos firmemente no ver– quedaría, como prenda del porvenir, el hecho indestructible de que la revolución proletaria fue lo único que permitió a un país atrasado obtener en menos de veinte años resultados sin precedentes en la historia…
Sin embargo, en ese mismo libro, Trotsky destacaba que era necesario observar que la economía soviética crecía mucho pero partiendo de niveles muy bajos y que ese crecimiento espectacular, provocado por la expropiación a la burguesía, no se mantendría en forma indefinida, ya que el dominio de la economía mundial por parte del capital imperialista se lo impediría. Más aún, él señalaba: Cuanto más tiempo esté la URSS cercada del capitalismo tanto más profunda será la degeneración de sus tejidos sociales. Un aislamiento indefinido debería traer indefectiblemente, no el establecimiento de un comunismo nacional, sino la restauración del capitalismo (…) la clase obrera tendrá, en su lucha por el socialismo, que expropiar a la burocracia y sobre su sepultura podría colocar este epitafio: Aquí yace la teoría del socialismo en un solo país.[5]

 Como es sabido, a pesar de sus varios intentos, en Alemania Oriental, en Hungría, en Checoeslovaquia, en Polonia, la clase obrera no pudo expropiar a la burocracia, y Stalin y sus seguidores, por medio de un verdadero genocidio, contra los revolucionarios y los combatientes obreros, se consolidaron. Esto, tal como lo previó Trotsky, llevó a que lo que eran estados de transición al socialismo se transformasen en estados en transición al capitalismo.

Bajo la conducción de la burocracia stalinista, después de la guerra civil, la economía rusa, en función de la expropiación de la burguesía, tuvo un crecimiento que llegó a ser espectacular, pero eso, en la medida en que no triunfaba la revolución en los países más avanzados, no se mantuvo en forma permanente.

Después de la Segunda Guerra Mundial, con la expropiación de la burguesía en el Este europeo y con el triunfo de la revolución China, la URRS dejó de estar tan aislada desde el punto de vista económico y eso le permitió, aun sin llevar adelante la revolución a nivel mundial, una sobrevida mayor de la que se podía esperar.

Sin embargo, ya en los inicios de la década de 1950 aparecieron varios síntomas de una crisis importante, no sólo en la URSS sino en el conjunto de los estados obreros.

A finales de la década de 1950 hubo una discusión, en todos esos países, sobre la necesidad de hacer importantes cambios, ya que, en ese momento, en todas esas economías, si bien continuaban creciendo, ya se podía detectar una importante disminución de ese crecimiento.

En los inicios de la década de 1960 la situación se tornó aún más crítica y las autoridades se vieron obligadas a hacer importantes reformas, que se aplicaron en todo el Este europeo entre los años 1963 y 1968.

Una parte importante de esas reformas, para intentar salir de la crisis que se iniciaba, suponía la necesaria relación comercial con los países más avanzados del mundo. Esas relaciones se desarrollaron enormemente, a punto tal que esa etapa fue conocida como “La Edad de Oro del Comercio Este-Oeste”.

Pero en ninguno de esos países, en función de la orientación de Stalin, había triunfado la revolución, y eso hizo que el comercio con ellos fuera completamente desigual, de forma tal que la importación de tecnología occidental acabó desequilibrando la balanza comercial de esos países e hizo que, a finales de la década de 1960, el conjunto de las economías viviesen una situación crítica.

Para salir de la crisis, las burocracias gobernantes sólo tenían una salida estratégica: retomar la lucha de los bolcheviques para la revolución mundial, camino éste que no estaban dispuestos a seguir. Peor aún, las burocracias, en función de la defensa de sus intereses nacionales, se mostraban cada vez más incapaces de estrechar las relaciones entre los diferentes estados obreros, a punto tal que, con el correr del tiempo, nos íbamos a encontrar no sólo con roces sino con guerras entre ese tipo de estados.

En ese marco, el siguiente paso de las burocracias gobernantes fue, una vez más, apelar al imperialismo, esta vez en busca de créditos baratos, y los consiguieron, sólo que, una vez más, en función del dominio del imperialismo sobre la economía mundial, esos créditos baratos se transformaron en caros y los ex estados obreros quedaron presos de una deuda externa que, al igual que la deuda externa de las colonias y semicolonias, se tornó impagable. De esta forma, el conjunto de los ex estados obreros marchaban rumbo al abismo.

De todos los estados obreros, la URSS, en función de su economía más desarrollada y por ser gran productor de petróleo y gas, fue la menos afectada por la crisis; sin embargo, aún así, los números mostraban una situación desesperante. Entre 1971 y 1985 la tasa de crecimiento se redujo en dos veces y media. La burocracia, sin otra salida, descargaba la crisis que ella había generado sobre las espaldas de los trabajadores. Así, el dinero destinado a la educación, que en 1950 ascendía a 10 % de la renta nacional, a inicios de los años ’80 era sólo de 6%; el aumento del consumo per cápita que había sido de 5,1% entre los años 1966 y 1970, a inicios de los años ’80 era nulo, y lo más trágico, la expectativa de vida, que en 1972 era de 70 años, diez años después había caído a 60 años.

Fue respondiendo a esta crisis económica que Gorbachov –llevado a la secretaría general del PCUS por la siniestra KGB– elabora en el año 1985 su plan de restauración del capitalismo. Ese plan se vota en el XXVII Congreso del PCUS, realizado en el mes de febrero de 1986. En ese congreso también se vota una nueva dirección, integrada mayoritariamente por los restauradores (los “renovadores”, como eran conocidos en la época). A partir de allí, semana a semana y mes a mes, la burocracia del PCUS fue desmontado lo que quedaba del antiguo estado obrero. En agosto de 1986 se abre la economía para las empresas extranjeras. En el mes de setiembre se vota la Ley sobre actividades individuales con la que se legaliza el trabajo privado; en junio de 1987, mediante la aprobación de la Ley de empresas del Estado se acaba con la planificación económica central y con el monopolio del comercio exterior. En mayo de 1988 se aprueba la Ley sobre cooperativas, lo que posibilita que un año después existan 200.000 empresas de este tipo. En diciembre de 1988 se aprueba un decreto que permite la venta de las casas… y este proceso restauracionista no se detuvo más.

Como se puede ver, la burocracia gobernante de la URSS no tuvo otra alternativa, frente a la crisis económica sin salida, que orientarse en dirección al capitalismo. En el resto de Europa del Este, como no podía ser de otra forma, pues se trataba de economías mucho más débiles y más en crisis que la de la URSS, ocurrió exactamente lo mismo.

Mucho se ha hablado de dos modelos opuestos de restauración, el de la ex URSS y el resto del Este europeo, por un lado, y el de China, por otro.

Es verdad que hubo diferentes formar de avanzar en dirección a la restauración. No sólo entre la URSS y China sino entre todos los países entre sí. Pero las diferencias fueron de forma y no de contenido.

Por ejemplo, normalmente se dice que la principal diferencia entre el modelo chino y el de la URSS es que en el primero la restauración se llevó a cabo por medio del control absoluto del Partido Comunista; sin embargo, en relación con esto no hay una diferencia de modelos. En la URSS y en todos los otros países el modelo era el mismo: restaurar en el marco del régimen de partido único de los partidos comunistas, sólo que, en estos países, las masas enfrentaron y derrumbaron a esos regímenes y eso hizo que se afectara todo el proceso de restauración, en lo que se refiere a su forma. No obstante, de contenido, todos los procesos de restauración fueron prácticamente idénticos, ya que en todos ellos fue necesario desmontar la estructura económica de los antiguos estados obreros. Por eso, en todos ellos, las medidas estuvieron dirigidas a acabar con el monopolio del comercio exterior, con la economía nacionalizada y con la planificación económica central. Más aún, incluso en lo que se refiere a problemas de formas, los procesos fueron muy parecidos (las empresas mixtas con capital extranjero, las cooperativas, las desestatización y/o el aumento de los servicios públicos, la privatización de las viviendas, el inicio de privatización de la educación y de la salud, el fin de los restaurantes públicos y/o las libretas de racionamiento, la privatización de la tierra o de la producción agrícola, la liberalización paulatina de la banca).
¿Qué ocurrió en Cuba?

Los estados obreros, en función de los intereses de la burocracia, nunca fueron palancas para la revolución mundial sino que todos ellos, siguiendo a Stalin, intentaron construir el “socialismo en un solo país”. Por eso, ninguno de esos estados pudo escapar de la crisis económica sin salida y, por eso, ninguno de ellos, para responder a esa crisis, pudo hacer otra cosa que no sea restaurar el capitalismo.

En ese marco, Cuba no fue ni podía ser una excepción, porque en este país la crisis económica, estructural y coyuntural (que fue el motor de todos los procesos de restauración) era mucho más profunda que en la mayoría de los otros estados.

Mucho se ha escrito y hablado también, y con razón, del salto impresionante que dio Cuba después de la revolución, fundamentalmente en el terreno de la educación y la salud, pero la realidad es que Cuba, después de la revolución, siguió siendo un país económicamente muy atrasado, a punto tal que no vivió un proceso de industrialización y su economía continuó basada en el monocultivo de azúcar, como en la época de Batista.

Pero, justamente porque Cuba tenía esa debilidad estructural en su economía (monocultivo de azúcar), tuvo muchas más dificultades que el resto de los estados obreros para soportar la crisis económica de la que hablamos. Por ejemplo, a partir del año 1975, la crisis crónica de Cuba se agudizó en función de la brutal caída del precio del azúcar en el mercado mundial.

Respecto de este tema es bueno recordar un análisis hecho en el año 1982: (…) el castrismo enfrenta, al igual que todos los estados burocratizados y totalitarios del Este europeo y de Asia, una impresionante crisis económica, aparentemente sin salida.[6]

Hay una serie de datos que demuestran que ese análisis no era exagerado. Por ejemplo, en ese período, las reservas cubanas bajaron de 1.500 millones de dólares a 500 millones. Por otra parte, al basar su economía en el monocultivo de azúcar, importaba 75% de los cereales que consumía, 68% del acero y 100% del algodón. Para intentar salir de esta situación, Cuba apeló a los préstamos externos, de la URSS, de Francia y de Canadá, y, en poco tiempo, creo una deuda que llegó a los 10.000 millones de dólares –una de las mayores del mundo, en términos proporcionales a la cantidad de habitantes–.

Este análisis sobre la situación económica de Cuba en los años previos a la restauración es muy importante, porque es necesario entender que los primeros estados obreros en sucumbir frente al capitalismo fueron, como no podía ser de otra forma, los que eran económicamente más débiles.

La restauración no comenzó por la ex URSS sino por Yugoslavia, a partir del año 1965, y no fue por casualidad sino por el hecho de que esa economía quedó mucho más aislada y por lo tanto mucho más debilitada que las otras, en función de la crisis con la URSS. Con este caso, una vez más se pudo comprobar cómo la utopía reaccionaria de la teoría del “socialismo en un solo país” cobraba sus víctimas. Yugoslavia, aislada, sucumbía al capitalismo mientras el resto de los estados obreros, aunque en crisis, consiguieron sobrevivir un tiempo más por formar parte de un bloque económico.

Tampoco fue por casualidad que el Estado chino fuese el que siguiera a Yugoslavia rumbo a la restauración. En este país, este proceso se inicia partir del año 1978 con las llamadas “Cuatro Modernizaciones”. La restauración del capitalismo en China, a partir de ese año, fue un subproducto de la crisis chino/soviética, en la cual la gran perjudicada, desde el punto de vista económico, fue justamente China.

En ese marco, a partir de 1975 Cuba era la candidata natural a anticiparse a China en su marcha rumbo a la restauración. Sin embargo, esto no se dio porque la URSS salió en su ayuda, para salvarla del desastre inevitable. Así, entre los años 1976 y 1980, le dio un subsidio de 2.400 millones de dólares anuales (lo que equivalía a 75% de las exportaciones cubanas) y, además de eso, la URSS intensificó el comercio con Cuba a punto tal que, entre los años 1977 y 1978, el comercio internacional de Cuba con la URSS, desde el punto de vista del valor, representaba 85% del total de su comercio internacional. Sin embargo, toda esta ayuda, si bien actuó como paliativo, no superó la crisis estructural de la economía cubana. Porque, por un lado, esa ayuda mantuvo la debilidad crónica de la economía cubana al perpetuar el monocultivo del azúcar y, por otro, aumentó, cualitativamente, su dependencia en relación con la URSS.

Estos dos factores hicieron que, poco tiempo después, la economía cubana explotase, cuando la crisis económica de la URSS obligó a este país a disminuir los subsidios y, fundamentalmente, cuando con la restauración del capitalismo y la disolución de la URSS los subsidios fueron eliminados y el comercio fue reducido en forma sustancial.

Así, entre los años 1989 y 1994 el PIB cubano cayó 34,3% y las exportaciones, que llegaban a 5.300 millones de dólares, bajaron a 1.500. Había llegado la hora, también para la burocracia gobernante del Estado cubano, de intentar salir de la crisis restaurando el capitalismo. Había que seguir el ejemplo de los otros estados obreros burocratizados, y así lo hicieron. Para ello, en Cuba fueron tomadas exactamente las mismas medidas que se tomaron en los restantes estados. Fue eliminado el monopolio del comercio exterior que antiguamente era controlado por el MINCEX (Ministerio del Comercio Exterior), y el comercio exterior pasó a ser hecho, como en cualquier país capitalista, por las diferentes empresas y no por el Estado.

Por otra parte, en julio de 1992, se reformó la Constitución Nacional para legalizar el fin de la economía centralmente planificada (a partir de allí se disolvió la Junta Nacional de Planificación), y también se estableció el derecho a construir varios tipos de nuevas empresas. En el año 1995, por medio de la Ley de Inversiones Extranjeras, se legalizó la propiedad privada de los medios de producción.

Por tratarse de una dictadura, el gobierno cubano no divulga muchos datos sobre el proceso de privatización de las antiguas empresas del Estado. Por ejemplo, no existe un informe sobre quienes son los nuevos empresarios cubanos, auqnue hay sí bastantes informes sobre las nuevas cooperativas. El gobierno cubano, siguiendo el ejemplo de lo realizado en los otros ex estados obreros, a partir del año 1993 creó las UBPC (Unidades Básicas de Producción Cooperativa). Esas cooperativas se establecieron con mucha fuerza en las áreas de producción de azúcar (recordemos que Cuba es un país basado en el monocultivo), de forma tal que ya en 1994 había 1.555 cooperativas en el sector, que cubrían 100% de la antigua propiedad estatal. Los productores asociados en esas cooperativas, igual que como ocurre en muchos países capitalistas con la propiedad del suelo, no tienen la propiedad jurídica de la tierra pero son los dueños del producto y consecuentemente se reparten las ganancias.

Esas cooperativas también se desarrollaron en otras áreas. Así, ya en el año 1994, ocupaban 76% de la superficie estatal dedicada al cultivo del café, 48% de la de arroz y 42% de la superficie estatal para la ganadería.

Actualmente, en el marco de todas las medidas anteriores, es decir, en el marco de una economía de mercado, se han ido tomando o se estudian tomar (en el próximo congreso del Partido Comunista Cubano) nuevas y pesadas medidas, la mayoría de ellas directamente contra los intereses inmediatos de los trabajadores. Entre éstas se destacan el despido, en el próximo período, de un millón de trabajadores del Estado, de los cuales 500.000 serán echados en los próximos seis meses; la construcción de campos de golf y de departamentos de alto padrón; la liberación del mercado inmobiliario; la apertura de créditos bancarios para las empresas; el fin de la libreta de racionamiento (por la cual todos los cubanos reciben gratuitamente una serie de productos de primera necesidad); el aumento del precio de la luz. A la vez, existen una serie de rumores, de los que la prensa internacional se ha hecho eco (no confirmados ni desmentidos por el gobierno cubano), que indican que sería iniciada la privatización de la asistencia médica y de la enseñanza.

Publicado en: Marxismo Vivo Nueva Época nº 1, 2010
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Lea la segunda parte de este artículo: El debate con las organizaciones castristas


[1] Lázaro Peña Gonzalez (1911/1974) líder sindical del stalinismo cubano. Fundador de la CTC en el año 1939 (fue su primer secretario general) y de la FSM (Federación Sindical Mundial).
[2] Gorbachov, Mijaíl, Perestroika, nuevas ideas para mi país y el mundo.
[3] Yákovlev, Alexandr, Lo que queremos hacer con La Unión Soviética.
[4] Stalin, Josef., “Bases del leninismo”, citado por Trotsky en su apéndice de La Revolución Traicionada.
[5] Trotsky, León, La Revolución Traicionada.
[6] Moreno, Nahuel, “¿Por qué Fidel negocia en secreto con Reagan?”, Correo Internacional, N.° 6, mayo de 1982.
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2 comentarios:

  1. Jak o swoje mienie dbasz takie je masz a jak się nim interesujesz taki profit z niego uzyskujesz.

    Radosnego 2011!

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  2. Suplemento sobre Cuba: La naturaleza de clase de Cuba y el programa de los trotskistas.

    http://www.prs-lco.com.ar/articulos/lco_cuba.pdf

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