Cierto periodismo califica al siglo XX como el del “descubrimiento” y de la “revolución pacífica” de la mujer. El XXI, agregan, será el verdadero siglo femenino, por el hecho de que más y más mujeres se destacan día a día en la ciencia, el arte, la economía, la política y variados ámbitos antes reservados sólo a los varones.
Visto así, en la proximidad de un nuevo 8de marzo, deberíamos celebrar las mejoras enla calidad de vida de las mujeres de todo el planeta.
Nada más lejos de la realidad y nunca más parecidas las condiciones actuales a los comienzos del capitalismo, cuando la brutalidad patronal incendió la fábrica Cotton con las obreras rebeldes adentro, como escarmiento a sus reclamos. Más tarde, en 1910, la Conferencia de Mujeres Socialistas realizada en Copenhague, aceptó la propuesta de Clara Zetkin, dirigente de la II Internacional, de instaurar el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, como día de combate y de homenaje a aquellas mártires.
Al correr el tiempo la burguesía y el imperialismo, acompañados por los falsos socialistas, tergiversaron el sentido de esta jornada, arrebatándole su carácter de clase y dedicándolo a conmemorar la “hermandad de las mujeres”
Con su engañosos homenajes la ONU, los gobiernos, los medios de comunicación y las empresas propagandizan la opresión como un asunto superado. Nos venden como triunfos propios los de las presidentas Cristina Fernández de Argentina, Laura Chinchilla de Costa Rica o Dilma Roussef, la sucesora de Lula. Y qué decir de quiénes alcanzaron la cumbre de la política internacional, por ejemplo, Ángela Merkel, canciller alemana o Hillary Clinton, su par en EEUU.
Todas ellas participan o encabezan gobiernos que, a lo sumo, conceden pequeñas reformas y nunca resuelven los problemas de fondo de los trabajadores y pueblos. No se diferencian de otros gobiernos dirigidos por hombres porque en ambos casos defienden a una clase que obtiene sus ganancias a costa de nuestra explotación: los capitalistas.
En este injusto sistema no hay salida para las mujeres trabajadoras. La crisis mundial que hoy vivimos lo expone con crudeza en Europa, en las naciones árabes, en Medio Oriente. No habrá liberación de la mujer sin revoluciones socialistas triunfantes. Y no serán posibles esos triunfos sin la incorporación a la lucha de la mitad de la clase obrera mundial, las mujeres trabajadoras. Sólo así podremos construir una nueva sociedad libre de opresión, explotación y desigualdad: la sociedad socialista.
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