Con
 la guerra en Siria, Rusia apareció en los principales títulos de los 
medios al mismo nivel que los EEUU, lo que no había acontecido desde la 
caída de la URSS. Aunque es evidente la aspiración común de Obama y 
Putin de “estabilizar la situación” en Siria (es decir, acabar con la 
revolución), existen diferencias importantes entre sus posiciones. Para 
comprenderlas, hay que ver las relaciones especiales que tiene Rusia con
 Siria y la región. 
   
 Siria y la URSS 
  
  
 Las
 relaciones especiales entre Rusia y Siria vienen desde la época de la 
URSS. En la segunda mitad del siglo XX, los partidos burgueses 
nacionalistas árabes tomaron el poder en varios países de Oriente Medio 
aprovechando la ola antiimperialista popular. Uno de los más importantes
 era el Partido del Renacimiento Árabe Socialista (Baath) que tomó el 
poder en Siria. 
  
  
 Para
 resolver las contradicciones económicas y sociales más elementales 
provenientes del carácter semicolonial de las economías y para controlar
 el movimiento antiimperialista, los regímenes nacionalistas árabes se 
vieron obligados aplicar las amplias nacionalizaciones. Así se 
deterioraron bastante sus relaciones con el imperialismo. 
  
  
 El
 imperialismo respondió con restricciones a negociar con estos países, 
buscando excluirlos de la división internacional del trabajo, lo que 
implicaba todas las consecuencias para estas economías capitalistas 
atrasadas que no representaban, a veces, más que unos elementos 
económicos dependientes directamente del mercado mundial, sin formar 
sistemas íntegros de producción. Les faltaba equipamiento y recursos 
financieros. El imperialismo aplicaba, aunque a su propia manera, la 
tesis de la Cuarta Internacional que afirma que en los países atrasados 
las burguesías nacionales están sumisas al imperialismo o no pueden 
existir. 
  
  
 Las
 direcciones árabes –apretadas por la presión antiimperialista por 
debajo, la del imperialismo por encima, el atraso económico y su 
programa completamente burgués– encontraban la única salida en el 
acercamiento a la burocracia soviética de la URSS, que podría conceder 
los recursos económicos necesarios (equipamiento, tecnologías). A 
cambio, la burocracia soviética recibía de los “gobiernos amigos” árabes
 “servicios políticos” importantes para negociar mejor con el 
imperialismo. La burocracia del PCUS tuvo un acuerdo semejante con 
muchos gobiernos burgueses no árabes. Pero las relaciones más estrechas y
 largas se formaron con el régimen de Baath sirio. 
  
  
 La
 URSS participó, a través de sus empresas estatales, en el desarrollo de
 la industria de gas y petróleo (exploración y mantenimiento de 
yacimientos), construcción de centrales eléctricas e hidroeléctricas y 
líneas de transmisión de energía eléctrica, de agricultura (sistemas de 
irrigación, plantas de fertilizantes), plantas de suministro de agua, 
ferrocarriles, etc. Es decir, los elementos básicos estructuralmente 
necesarios para la economía siria. 
  
  
 Vale decir que la mayoría de estos proyectos constituyó para la burocracia soviética pérdidas financieras directas. Fueron inversiones políticas
 no orientadas a la extracción de lucro sino a mantener los regímenes en
 su “órbita” para tener mejores condiciones políticas en la disputa con 
el imperialismo. 
  
  
 Pero son las armas [las] que juegan el papel más importante en las relaciones entre el PCUS y Baath sirio. El costo total del suministro de armas soviéticas a Siria entre las décadas de 1960 y 1980 supera 26.000 millones dólares y la proporción de armas soviéticas en el ejército sirio llegó a 90% (Evseev V.V., Algunos aspectos de la cooperación rusa-siria. Instituto de Medio Oriente, Moscú). Una
 parte importante de esas armas fue suministrada en forma de crédito y 
la deuda total de Siria con la URSS llegó casi a 14.000 millones 
dólares, en 1991. 
  
  
 Pero
 el significado de esta deuda fue muy diferente al de las deudas 
capitalistas. El régimen sirio era consciente de que no era obligatorio 
pagar la “deuda socialista”, pero había que ser un “gobierno 
progresivo”, es decir, apoyar la política de la burocracia soviética en 
el mundo. Por su lado, la burocracia soviética era consciente de que si 
un día el “régimen amigo” dejase ser “amigo” para volver al campo de 
influencia del imperialismo, tampoco estaría preocupado en pagar la 
deuda. 
  
  
 En
 el sentido financiero, la deuda siria a la URSS nunca presupuso grandes
 intereses o un mecanismo de recaudación y, por eso, no era una “deuda”.
 Pero detrás de ella estaba la dependencia tecnológica profunda del ejército sirio [respecto] de los estándares de armas soviéticas,lo
 que presupone la dependencia del mantenimiento de máquinas, suministro 
de recambios, pertrechos y hasta educación de los oficiales sirios en la
 URSS. El régimen sirio siempre mantenía alguna relación con el 
imperialismo pero en una situación en que las fuerzas armadas 
dependientes de las armas soviéticas eran la institución central del 
régimen; se puede hablar de una dependencia política estructural. 
  
  
 Las
 bases navales militares en Latakia y Tartus garantizaron a la URSS la 
permanencia de su flota en el Mediterráneo (hasta 80 barcos en la 
frontera con Israel) y fueron el “adorno” de la construcción política de
 la burocracia. Así, Siria fue la gran apuesta política del PCUS en 
Oriente Medio. 
  
  
 Siria y Rusia 
  
  
 Rusia
 heredó este tipo de dependencia del régimen sirio. Pero con la 
restauración capitalista en la URSS comenzó una crisis económica 
extremadamente profunda. El dinero para proyectos exteriores acabó. Con 
la derrota del golpe militar de 1991 se instaló en Rusia un régimen con 
mayor peso parlamentario, donde las instituciones del ejército y KGB ya 
no tenían el mismo papel que antes. Por otro lado, el poder fue tomado 
por el sector más pro-imperialista de la ex-burocracia soviética, 
encabezado por Yeltsin,cuyo gobierno tenía a agentes abiertos de la CIA 
en los puestos de consejeros de ministros. En estas condiciones, las 
relaciones con Siria se redujeron casi hasta cero. 
  
  
 La
 situación se cambió en los inicios de 2000. Por un lado, en Rusia, 
sobre la base del agotamiento de las protestas sociales y la derrota de 
la resistencia en Chechenia, se realizó una revancha política de la 
burocracia de la KGB (hoy FSB) y del ejército, que siempre agitaron por 
el “regreso a los aliados históricos”. Apoyándose en gran parte en este 
sector, se ha instalado el régimen bonapartista de Putin, que, bajo su 
dirección, ha consolidado políticamente a los oligarcas rusos y la 
burocracia. Putin ha monopolizado el espacio político legal, expulsando 
de este a los partidos liberales, agentes directos del imperialismo, y 
se ha postulado como el único referente para dialogar con el 
imperialismo en Rusia. 
  
  
 Por
 otro lado, el imperialismo encabezado por Bush comenzó la política de 
“guerra contra el terror” y el “nuevo siglo norteamericano”. En este 
marco, Siria fue indicada como parte del “eje de mal” por su apoyo a 
Hezbollah y Hamas, y fue sometida a sanciones. Es importante destacar 
que la derrota de la “guerra contra el terror”, el cambio de la táctica 
del imperialismo y la ascensión de Obama, aunque relegaron un ataque 
directo contra Siria, no aflojaron las sanciones sino que las 
fortalecieron. 
  
  
 Todo
 esto empujó a los regímenes ruso y sirio [a un acercamiento] por los 
antiguos vestigios. El “aislamiento” de Siria, que tampoco debe ser 
sobreestimado, ha creado más oportunidades para la participación de las 
empresas rusas en la economía siria. Las compañías rusas de petróleo y 
gas participaron –ahora movidas con el objetivos de la ganancia– en la 
exploración y extracción de hidrocarburos, construcción de refinerías, 
de proyectos energéticos (también se pensaba en un proyecto de central 
nuclear), sistemas de irrigación, ventas de equipamiento para las 
industrias petrolera y energética, desarrollo de telecomunicaciones 
(inclusive del sistema GLONASS, análogo ruso del GPS americano). Es 
decir, actuaron en las viejas ramas tradicionales. 
  
  
 Pero
 así como en la época de la URSS, estos proyectos económicos eran 
limitados. Antes de la guerra, con base en las inversiones rusas se 
producía sólo 22% de electricidad y la participación en la extracción 
del petróleo nunca superó el récord soviético de 27% (Evseev V.V.). 
  
  
 Un
 tamaño parecido de participación rusa no es cosa rara en el territorio 
del ex-URSS. No es poco, pero es insuficiente para condicionar la 
posición dura del régimen ruso en defensa de Assad. Los proyectos 
económicos siguen siendo muy secundarios respecto del suministro de 
armas, donde Putin y Assad tienen una “comprensión mutua” más profunda. 
  
  
 En
 2005, Rusia suspendió 10.000 millones de deuda siria (73%) a cambio de 
nuevos contratos de compra de armas que llegaron, por varios años, hasta
 4.000 millones de dólares (Kommersant) (equivalente a un cuarto 
de las exportaciones de armas rusas, en 2012 [12.000 millones de 
dólares]), un sexto de todos los contratos discutidos entre Rusia y 
otros países (25.000 millones) y un quinto de los gastos del gobierno 
ruso para compra de armas en 2012 (18.000 millones). Con todas las 
dificultades de comparar los datos se puede afirmar que Siria garantiza,
 por lo menos, un importante porcentaje para la industria de armas rusa.
 Según el Instituto Internacional de Pesquisas de Paz de Estocolmo 
(SIPRI), entre 2007 y 2011 Damasco ha aumentado 7 veces las compras de 
armas (entre las cuales 72% lo constituyeron las rusas). 
  
  
 En
 la época de la URSS, el suministro de armas era una inversión política.
 Ahora, la dependencia tecnológica del ejército sirio con las armas 
rusas constituye una fuente grande y estable de los ingresos para el 
complejo de la industria militar (VPK). Esto tiene una importancia especial porque, después de la destrucción masiva de la industria rusa en la década de 1990, el VPK
 quedó como la última gran industria de alta tecnología, independiente 
del imperialismo y autosuficiente, y tiene muchas empresas relacionadas 
con ella (su significado es parecido al de la industria 
automovilística). VPK emplea de forma directa cerca de 3 
millones de personas; es una base de un gran sector de la burocracia y 
la burguesía ligada al ejército, una base importante del régimen de 
Putin. En la situación de crisis económica mundial, la estabilidad del VPK influye mucho sobre la estabilidad económica y social en el país y también en la estabilidad interna del régimen. 
  
  
 En 2005-2008, el volumen anual de comercio sirio-ruso creció 10 veces, desde 0,2 hasta 2.000 millones de dólares (A.Kreits, Siria, la apuesta central de Rusia en Oriente Medio, Instituto Francés de Relaciones Exteriores, IFRI, 2010). La totalidad de inversiones rusas en el país llegó a 20.000 millones de dólares (Odnako, recurso ligado al Kremlin).
 También Assad mantiene la base militar naval rusa, siempre apoyó la 
guerra de Putin en el Cáucaso, también lo apoyó en la guerra con 
Georgia. En 2008, durante su visita a Moscú, Assad ha declarado estar 
dispuesto a cooperar en “todos los proyectos que defenderían la 
seguridad de Rusia” e, incluso, ha propuesto el territorio sirio para la
 instalación de los complejos de misiles “Iskander” (lo último fue 
delicadamente rehusado por Putin, para no perjudicar las relaciones con 
Israel y EEUU). 
  
  
 ¿Por qué Putin apoya Assad? 
  
  
 Obama y Putin coinciden en la necesidad de poner fin a la revolución siria, pero la línea divisoria entre ellos pasa por el régimen sirio.
 Quien reina ahora en Siria es el régimen dictatorial que controla todo 
el terreno político y se apoya en un ejército totalmente dependiente de 
las armas rusas. Cualquier “liberalización política” (un 
debilitamiento del régimen ampliando las libertades “democrático- 
burguesas” y, más aún, su derrumbe y sustitución por un régimen 
parlamentario de los partidos políticos) significa la caída del papel 
político del ejército y el crecimiento imparable de las posibilidades 
para el imperialismo de participar directamente en el proceso político en Siria. 
  
  
 Mientras
 el régimen militar de Assad se mantenga en el poder con sus propios 
métodos de administrar el Estado, el régimen de Putin tendrá una ventaja
 que corresponde a la proporción de las armas rusas en el ejército 
sirio.Pero en el terreno de la “democracia burguesa”, donde la política 
se resuelve antes que todo por dinero (el terreno más natural y 
preferido para imperialismo) el régimen de Putin, económicamente débil, 
está condenado al fracaso político. 
  
  
 Putin
 es consciente de que el “parlamento democrático” iría a cuestionar, 
tarde o temprano, las compras de armas rusas y favorecer las de la OTAN.
 La dependencia estructural del ejército sirio de las armas rusas 
comenzaría a desaparecer. Ni hablar sobre la base naval militar. 
  
  
 Algo
 así ya ha acontecido en Libia, donde la sustitución del régimen 
dictatorial de Gaddafi por el parlamentario se percibe en Rusia como un 
“adiós” a los contratos de armas. En Siria, la apuesta es mucho mayor. 
El régimen de Putin recibió tranquilamente la caída de Mubarak –armado 
por el imperialismo–, quedó más nervioso con la caída de Gaddafi, armado
 por el imperialismo y por Rusia (ahora parece que sólo por el 
imperialismo), y está listo a defender con toda energía a Assad, armado 
casi sólo por Rusia. Para el régimen de Putin se trata de la “pérdida de
 Siria” como suele decirse en los análisis rusos. 
  
  
 Pero
 no sólo Siria está cuestionada. La caída de Assad golpeará 
inevitablemente al régimen de los ayatolás en Irán, con el que Rusia 
también tiene “relaciones especiales” gracias a su confrontación con el 
imperialismo. Rusia garantiza el programa nuclear iraní al haber tomado 
este papel en lugar de las empresas norteamericanas y alemanas que no 
podían continuar el proyecto por las sanciones imperialistas. Estas 
mismas razones políticas condicionan los proyectos rusos en el terreno 
del gas, en Irán. Otra consecuencia importante sería el golpe para los 
flujos de armas rusas entre Corea del Norte, Irán, Siria, Hezbollah, 
Hamas, que garantizan también el peso político de Rusia. 
  
  
 En
 resumen, el régimen dictatorial de Assad es un puesto avanzado de Rusia
 en Siria, Siria lo es en Oriente Medio, y esta región es una de las más
 importantes del mundo. Con la caída del régimen de Assad, el régimen de
 Putin tiene miedo del efecto dominó. 
  
  
 La
 restauración del capitalismo destruyó el poder económico de Rusia, pero
 el país ha heredado de la URSS un ejército “casi soviético”, el segundo
 del mundo. Gracias al tamaño del ejército ruso, VPK y el papel de las armas rusas en el mundo, en especial en Oriente Medio, el peso político de Rusia es mucho mayor que el económico y
 es un palanca del régimen de Putin en la arena mundial. Este peso 
político desproporcionado es un fenómeno temporal y tiene una tendencia 
general a llegar a la correspondencia con el menor peso económico. El 
derrumbe del régimen de Assad por las masas, o por las manos del 
imperialismo, empujaría la caída del peso político de Rusia hacia el 
nivel de su economía de productora de materias primas. 
  
  
 Estas
 son las posibles consecuencias “exteriores” de la caída de Assad para 
el régimen de Putin. Pero habría también consecuencias “interiores”. 
Putin y compañía son conscientes de que la campana de las revoluciones 
árabes llama también por ellos y la caída de los dictadores provoca 
entre el pueblo ruso los pensamientos y comentarios correspondientes. Ni
 hablar sobre los riesgos para la dominación del régimen ruso en el 
Cáucaso. Además, serían afectados los sectores burocrático-militares 
claves para el régimen, lo que no le ayuda a mantener un equilibrio 
interno. 
  
  
 Por
 eso, el régimen de Putin realiza en Rusia una campaña muy agresiva 
contra las revoluciones árabes y las llama “conspiraciones de los EEUU” y
 “destructoras de los países”. El mismo discurso está dirigido contra 
los humores anti-régimen en la propia Rusia. Respecto de Siria, los 
canales principales del régimen muestran los clips de la televisión 
siria y hacen entrevistas con las “esposas rusas” (es un fenómeno en 
Siria, resultado de décadas de “amistad entre los países”) 
“testimoniando” en favor de Assad. 
  
  
 Para
 Obama, el mantenimiento del régimen de Assad en el poder es una 
cuestión de forma y para Putin es una cosa de principio. La apuesta del 
imperialismo a la salida del régimen de Assad como un factor que agrava 
la situación fue categóricamente inconveniente para Putin porque es 
precisamente la salida de Assad lo que más agravaría la situación del 
régimen ruso. Es en este contexto que hay que considerar el acuerdo 
sobre liquidación de armas químicas sirias, lo que fue una victoria 
política de Putin porque cubrió al régimen de Assad de un ataque del 
imperialismo. 
  
  
 El
 imperialismo tiene más variantes para oponerse a la revolución siria 
pero, al mismo tiempo, más espacio para dudar y cometer errores, y no 
logra evitar esto (sea Obama con sus “líneas rojas”; Hollande que había 
declarado la guerra y después fue obligado retroceder, o Cameron que 
perdió la votación en el parlamento británico). 
  
  
 Las
 opciones de Putin no son tan amplias y por esto su posición política es
 más sólida comparada con el “oportunismo” del imperialismo. Por otro 
lado, cuanto más activo sea el apoyo de Putin a Assad, mayores 
consecuencias habrá para su posición en el mundo y dentro de Rusia con 
la caída de este. 
  
  
 Un
 punto de acuerdo entre el imperialismo y los amigos del régimen sirio 
serían las “negociaciones con la participación de todas las partes”, 
incluso del régimen sirio en una u otra forma. Pero esta salida no ha 
podido concretarse hasta ahora por la fuerza de la revolución siria. 
  
  
 Para
 que los imperialistas, los dictadores y sus amigos dejen decidir su 
destino al pueblo sirio, y para que la revolución árabe dé un salto, los
 rebeldes deben ganar la guerra y derribar a Assad.Ellos ya han 
hecho mucho para eso pero necesitan dos cosas: armas para ellos y el 
boicot al régimen sirio.Sin esto, será muy difícil vencer. Todo esto es 
imposible sin una ayuda internacional de los trabajadores y pueblos de otros países.
 Es necesario rodear a la revolución siria con la solidaridad y 
propagandizarla, exigir a los gobiernos romper todas las relaciones con 
Assad y mandar armas a los rebeldes, sin condiciones. 
  
  
 La
 victoria de la revolución siria podría tener un significado especial 
para los rusos porque debilitaría mucho el régimen reaccionario y 
policiaco de Putin, que quiere el mantenimiento de la dictadura de Assad
 y el aplastamiento del pueblo sirio para mejor oprimir en su propio 
país a 5 millones de caucasianos, 11 millones de inmigrantes y, antes 
que nada, 115 millones de rusos, la fuente y víctima principal de su 
dominación, y continuar profundizando en Rusia las represión y las 
reformas bárbaras. La caída de Assad podría convertirse en un gran golpe
 para la dominación de la reacción en el país.  
  
  
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