El 5 de julio pasado, decenas de miles de hondureños se movilizaron hacia el aeropuerto de Tegucigalpa para esperar la vuelta del derrocado presidente Manuel Zelaya (quien finalmente no pudo volver al país) y se enfrentaron con las fuerzas de represión, con saldo de dos muertos y decenas de heridos. Fue una gran manifestación de resistencia al golpe militar que, una semana antes, había derrocado y expulsado del país a Zelaya.
Este golpe recuerda numerosos hechos similares que, en un pasado reciente, eran moneda común en Latinoamérica y otras regiones del mundo. Quizás por ello, la noticia causó un gran impacto internacional y, al mismo tiempo, un repudio masivo de los trabajadores y los pueblos en todo el mundo, especialmente en el continente latinoamericano.
Unidad golpista de la burguesía hondureña
Al analizar la situación del país, se ve que este golpe fue producto de un amplísimo frente reaccionario de prácticamente todos los sectores burguesía hondureña. Detrás de él están las dos tradicionales organizaciones políticas burguesas (el Partido Nacional [conservador] y el Partido Liberal, al que pertenecía el propio Zelaya),
Manuel Zelaya es un presidente burgués, que proviene de la oligarquía latifundista y no representa para nada los intereses del pueblo. Pero su acercamiento con los países influidos por chavismo y, esencialmente, el intento de lograr una reelección no prevista por el actual régimen político, y rechazada por la gran mayoría de la burguesía, terminaron haciendo intolerable su permanencia en el poder para esta burguesía y las FF.AA. hondureñas.
Represión contra el pueblo
Los golpistas, sin embrago, no quisieron asumirse como tales y, al contar con el apoyo de la mayoría de la instituciones del régimen, como la Corte Suprema y el Congreso, intentaron dar una cobertura de legalidad a su acción, acusando a Zelaya de diversos "crímenes" y destituyéndolo "constitucionalmente". Incluso, fue el propio Congreso el que nombra un nuevo "presidente civil" proveniente del mismo Partido Liberal, Roberto Micheletti.
Sin embargo, más allá de este manto de legalidad, desde el principio, mostraron su verdadera cara y sus intenciones: decretaron el toque de queda, cerraron los medios de comunicación que no controlaban (como Radio Globo y Canal 36) detuvieron a centenares de opositores, reprimieron duramente las manifestaciones de protesta, ocasionando varios muertos y decenas de heridos. No hay ninguna duda que se trata de un golpe contra las libertades democráticas y contra el pueblo hondureño.
Una burguesía y un ejército muy reaccionarios
Por otro lado, el actual régimen político hondureño se basa en una Constitución muy reaccionaria y oligárquica, aprobada en 1982. En esos momentos, Honduras era un "portaaviones" de Estados Unidos que servía de base a la guerrilla "contra", que luchaba contra el gobierno del sandinismo en Nicaragua, y para ayudar al ejército salvadoreño a combatir al FMLN.
En todos esos años, el embajador de EEUU en el país era el tristemente célebre agente de la CIA John Negroponte, quien no sólo organizó el "operativo" que hemos descrito sino que también ayudó al ejército y a la burguesía hondureñas a crear los "escuadrones de la muerte" que "eliminaban" a los dirigentes obreros y de izquierda y así "evitaron" una guerra civil abierta en el país.
Los principales cuadros y dirigentes actuales de las FF.AA. hondureñas se "foguearon" en esa época y, además, pasaron por "especializaciones" en la famosa "Escuela de las Américas" para militares latinoamericanos (actualmente con sede en Fort Benning, Georgia, Estados Unidos). Es el caso del general del ejército Romeo Vásquez, principal líder militar golpista, y también del general de la Fuerza Aérea Luis Javier Prince Suazo. Es decir, son esta burguesía y estas FFAA sumamente reaccionarias las que están dando este golpe.
Un país muy colonizado
Honduras, con poco más de siete millones de habitantes, es el segundo país más pobre de Centroamérica y uno de los más pobres del continente americano en su conjunto.
La base de la economía sigue siendo la agricultura, una parte dedicada a la subsistencia y otra en manos de la oligarquía latifundista, productora de bananas, café y azúcar para la exportación. Considerando también la existencia de un nuevo sector de maquilas textiles, el 70% de sus exportaciones tienen como destino los Estados Unidos. Otra fuente de ingresos importantes para el país son las remesas de los hondureños que han debido emigrar, especialmente a EE.UU.
En otras palabras, la burguesía hondureña ha permitido que, de hecho, el país sea casi una colonia de esta potencia imperialista y esta configuración económica es un elemento clave para comprender la posible evolución de la situación.
Es necesario derrotar al golpe
Ya hemos dicho que Manuel Zelaya es un presidente burgués que, tanto por su origen social latifundista, como por su política, no representaba para nada los intereses del pueblo. Sin embargo, fue elegido por la voluntad popular y, desde la LIT-CI, consideramos que sólo los trabajadores y el pueblo hondureño tienen el derecho de definir si Zelaya, o cualquier otro presidente, debe quedarse o irse.
Por eso, creemos que es necesaria la más amplia movilización nacional e internacional para derrotar al golpe militar en Honduras. Hay que respetar las elecciones que llevaron a Zelaya al poder. Por esa misma razón, creemos que la primera exigencia de esa movilización debe ser que Zelaya sea restituido en el gobierno.
¿Cuál es la política del imperialismo?
El imperialismo estadounidense apoyó todas las medidas (como la resolución de la Corte Suprema o la votación del Congreso hondureño) que se oponían a que Zelaya lograse su reelección, con el objetivo de obligarlo a negociar con la oposición. Pero no apoyó el golpe, como era tradicional en estos casos. El golpe, aparece, entonces, como un exabrupto de la burguesía hondureña que salió del "marco" previsto para presionar a Zelaya.
Es lo que explica que, además del esperado repudio de las organizaciones obreras, populares y sociales, y de las movilizaciones internacionales contra el golpe, el gobierno de los golpistas sufre hoy un aislamiento internacional pocas veces visto.
Organismos al servicio del imperialismo, como la ONU y la OEA, y los gobiernos de prácticamente todos los países, incluidos los imperialistas, como EEUU y la Unión Europea, se han manifestado contra el golpe, no reconocen al nuevo gobierno de Micheletti y piden la restitución de Zelaya. Incluso, el venezolano Hugo Chávez, el brasileño Lula y otros gobernantes elogiaron la posición del presidente de los EEUU, Barack Obama.
¿Hay un cambio en el imperialismo?
Esta situación actual (el imperialismo y sus instituciones internacionales oponiéndose a un golpe de derecha) contrasta claramente con otros momentos del pasado. Es posible, entonces que muchos trabajadores se pregunten si, con el triunfo electoral de Barack Obama, no ha habido un cambio profundo en la política del imperialismo.
La respuesta es necesariamente compleja. Con Obama, sí ha habido un cambio evidente de la forma o de la táctica política, con respecto a Bush. Pero, de contenido, es la misma política de defensa de los intereses imperialistas contra los pueblos.
El imperialismo estadounidense se ha visto obligado a cambiar su política ante los golpes militares, en primer lugar, por la derrota que está sufriendo en la guerra de ocupación Irak y el "empantanamiento" que vive en Afganistán. Y por el fracaso de intentos golpistas, como contra Chávez, en 2002, en Venezuela. Esos y otros hechos significaron la derrota de la "guerra contra el terror" y el proyecto del "nuevo siglo americano" impulsado por Bush, a partir del 11 de setiembre de 2001.
La "reacción democrática"
Por eso, después de estas derrotas, el imperialismo apuesta la carta de las "negociaciones de paz" en Medio Oriente, y otras partes del mundo, y a los regímenes democráticos burgueses para desmontar las guerras de liberación y frenar y desviar los procesos de ascenso revolucionario de masas. Es un nuevo equilibrio entre "la zanahoria y el garrote": el principal esfuerzo militar está puesto hoy en ganar la guerra en Afganistán e intentar desmontar los otros procesos de lucha.
Esta política, que llamamos "reacción democrática", tiene como uno de sus centros fundamentales negociar y dar espacio a los gobiernos de colaboración de clases, sean frentepopulistas o populistas de izquierda, como el de Lula o el de Chávez, para que sean ellos, con su prestigio popular, los que controlen la insatisfacción de las masas con la crisis económica y la explotación capitalista, y las movilizaciones que esto genera.
En el marco de esta política, y con la principal preocupación del imperialismo puesta en la región de Medio Oriente y Asia Central, un golpe militar en un país centroamericano sólo sirve para "desestabilizar" la región. Porque puede provocar una resistencia de masas y crea conflictos con los gobiernos frentepopulistas y populistas de izquierda. Por eso, está en contra de la táctica política actual del imperialismo y de sus intereses más estratégicos. Por eso, se produce la inédita unidad antigolpísta que estamos presenciando.
Crece la resistencia
Los golpistas parecían tener, aparentemente, controlada la situación interna de Honduras bajo control, y se mostraban duros en aceptar la vuelta de Zelaya a su cargo. Sin embargo, resulta difícil pensar que, aislado internacionalmente y sin reconocimiento de ninguna potencia y organismo internacional o de los principales países de la región, el gobierno surgido del golpe pueda consolidarse y mantenerse.
Y esa crisis "en las alturas" comienza a tener un doble efecto. Por un lado, comienza a haber sectores burgueses hondureños que ya critican esta dureza del nuevo gobierno y llaman a aceptar las propuestas de la ONU o la OEA para negociar.
Por el otro, abre las grietas para un salto en la movilización popular. Corresponsales de la resistencia popular nos informan en una carta sobre la movilización del domingo 5 de julio que: "Han habido las movilizaciones más gigantescas de la historia de Honduras. Ayer hubo alrededor de 100 mil personas y hoy un numero mayor. Ambas muy combativas. En ese sentido, la movilización callejera está llegando a su cima. El ejercito respondió con bala viva al intento de las masas de tomarse el aeropuerto al momento de la llegada del Presidente, con el saldo de dos muertos. Sin embargo, esta lucha callejera tiene una limitación y es que el mismo Mel Zelaya, a través de enlaces radiales, se encarga de echarle baldes de agua fría para conservar su carácter pacífico y de no confrontación". En otras palabras, comienza a abrirse la posibilidad de que el golpe sea derrotado por la movilización de masas y sus acciones.
No a las negociaciones a espaldas del pueblo hondureño
Al mismo tiempo, sería un error completo pensar que el imperialismo, la ONU y la OEA serán los cabales defensores de la democracia en Hondura o que avanzarán hasta castigar a la oligarquía o a los militares golpistas.
Lo cierto es que ellos ya empiezan a presionar por una negociación entre los golpistas y Zelaya que permita una "solución" de compromiso. Por ejemplo, la cancillería brasileña (actualmente muy cercana a la política de Obama) expresó que, además de la vuelta de Zelaya, "el único camino que puede conducir a una salida sería la realización de las elecciones presidenciales, convocadas para noviembre" (Folha de São Paulo, 6/7/09).
Es decir, una negociación que salve la "continuidad democrática" y la política actual del imperialismo pero que, en esencia, sería un triunfo del golpe, ya que los golpistas quedarían impunes y no sería el pueblo hondureño el que decida si Zelaya puede tener o no un segundo mandato.
Por eso, desde la LIT-CI, llamamos a todas las organizaciones obreras, populares y sociales, democráticas y de izquierda a redoblar una campaña internacional contra el golpe militar en Honduras y por la solidaridad con el pueblo hondureño, principalmente en Centroamérica y Latinoamérica. Sólo la movilización popular dentro del país nacional (a través de manifestaciones, una huelga general, etc.) e internacional puede derrotar completamente el golpe. Tal como hemos señalado, creemos que el punto central de esa campaña debe ser ¡Abajo el golpe militar y que Zelaya retome su puesto! ¡Todo nuestro apoyo a la heroica lucha del pueblo hondureño contra el golpe!
Al mismo, tiempo, frente a las posibles negociaciones que están intentándose, creemos que también deben exigir ¡Ninguna negociación con los golpistas! y ¡Castigo a todos los involucrados en el golpe, sean ellos civiles o militares!
Además, no podrá haber verdaderas libertades democráticas en Honduras mientras subsista la reaccionaria Constitución de 1982. En este sentido, nuestra propuesta es que, junto con la derrota del golpe, es necesaria la convocatoria de una Asamblea Constituyente democrática y soberana que acabe de vez con el régimen bipartidista y autoritario, que rompa con el imperialismo y atienda a las reivindicaciones populares por tierra, trabajo, libertades políticas y sindicales.
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